En la culturapolítica del mexicano subyace la idea de unanimidad y a su vez el caudillismo. El PRI, la estructura política más relevante en la formación política del país, no nació para representar, sino para resolver por la vía política la competencia interna por el poder, singularmente al momento de la sucesiónpresidencial. Se logró el cometido: un avance, lograr la renovación pacífica y periódica de la Presidencia, pero a partir de un partido que se confundía con la Nación y el Estado. Esto, en sus propios términos, remitía a la ilegitimidad de cualquier forma de oposición.
Algo semejante sucede con el presidenteAndrés Manuel López Obrador. Por una parte, demandasumisión y lealtadincondicional, por la otra, toda forma de diferencia es presentada como ilegítima, una expresión de lo no aceptable, de los conservadores de siempre, aquellos que invariablemente han estado contra el país y las mejores causas de la nación. Esta postura tiene arraigo en los valores y actitudes de los mexicanos. De allí el ascendiente popular del presidente, a pesar de su intolerancia y evidente autoritarismo.
El tema ahora se traslada al espacio propio de la pluralidad, esto es, el Congreso y, más aún, a la Cámara de Diputados. El partido con fuerza legislativa mayoritaria, antes el PRI, ahora en MORENA ha pretendido eliminar o reducir la representación proporcional bajo el pretexto del costo o lo numeroso de los legisladores, tema que también tiene aval popular. Sin embargo, disminuir los diputados de representación afecta a la pluralidad, al sobrerrepresentar a las minorías mayores, tal como sucedió en el pasado con el PRI y ahora con el partido gobernante.
La experiencia del pasado muestra que dar cauce a la coexistencia de la pluralidad plantea más virtudes que insuficiencias, aunque esto vaya a contrapelo de la culturapolítica de los mexicanos. La democracia implica que la política sea materia de ciudadanos, no de políticos o gobernantes. Ciertamente, es un desafío. Como tal, es necesario emprender dos reformas fundamentales para que la coexistencia de la pluralidad no derive en partidocracia.
Por una parte, igualar el número de diputados de representación con los de mayoría. Establecer fórmula de asignación para que el porcentaje de votos sea equiparable a la proporción de cada fuerza política. Las listas de diputados de representación deben estar abiertas al voto, para que sea el ciudadano el que decida quien llega al cargo y no los partidos políticos. Por la otra, una reforma para hacer obligatoria la democracia al interior de los partidos para seleccionar sus candidatos, a manera de reducir el peso de las direccionespartidarias y aumentar las vías para que el ciudadano pueda acceder al cargo.
Llegará el momento en el que habrá de discutirse la reforma política que el país requiere. Lo que inició con los diputados de partido en el lejano 1963, deberá ser correspondido con el ajuste al sistema mixto de representación ampliando las bases para la coexistencia de la pluralidad.