Por Manuel Díaz
Con las políticas energéticas del compañero presidente
Andrés Manuel López Obrador, nos convertimos en el basurero de Estados Unidos
al comprar lo que a ellos ya no les sirve y consumir la basura que ya nadie en
el mundo requiere.
Presumir el fracaso
Como si del negocio del siglo se tratara, AMLO anunció que
cerró la compra de la refinería Deer Park de Houston, Texas, propiedad de
Shell. Aseguró que Pemex tendrá el 100% de las acciones y se atrevió a
pronosticar que para2023 “seremos autosuficientes en gasolina y diésel; no
habrá aumentos en los precios de los combustibles”.
Hace 50 años esta hubiera sido realmente una buena noticia,
en la actualidad, es una decisión más de la visión retrograda del compañero
presidente, incapaz de ver para el futuro y lo peor es que está aumentando la
deuda de Pemex.
Y como siempre, hay que “corregirle la plana”, porque,
aunque hizo el anuncio, pues la transacción aún no está. De acuerdo con datos
proporcionados por Huibert Vigeveno, director de Downstream de Shell se deberá
realizar una transacción de 596 millones de dólares, una parte será en
efectivo, otra en deuda, más el valor del inventario de hidrocarburos que se
tenga al momento de la compra-venta que oscila entre los 250 y 350 millones de dólares
en efectivo.
La realidad es que esta negociación es parte del
sometimiento que AMLO tuvo con Donald Trump para convertir a México en el
“basurero” de los Estados Unidos, comprando chatarra o industrias obsoletas.
La visión imperialista de Trump
En junio de 2018, escribí en este mismo espacio: El interés
de Estados Unidos y de su presidente(Donald Trump), está en que México se
convierta, no solo en su aliado en contra de las medidas medio ambientales, que
afectan sus proyectos petroleros, sino además que nuestro país se convierta en
el consumidor de su basura.
Como lo comentamos, las principales naciones de mayor
industrialización y producción se han sumado a las propuestas del acuerdo de
París, incluyendo China, lo que provoca que buena parte de la producción de
Estados Unidos quede condicionada y/o fuera de los mercados internacionales por
no aceptar las reglas medio ambientales.
Esto lo obliga a dos cosas, por una parte, empezar su
transformación energética y dos a deshacerse de sus inventarios que no serán
aceptados en mercados como Europa o Asia. Para deshacerse de esos inventarios
requiere necesariamente un basurero que les pague por eso y dos que ese
basurero produzca refacciones y mantenimiento a lo que de alguna manera están
obligados los fabricantes, es decir, a seguir utilizando tecnologías obsoletas
y altamente contaminantes.
En la visión imperialista de Trump, el país que requiere
para ser su basurero es México. Aquí mandarán la producción de sus vehículos de
combustión a gasolina mientras sus armadoras entran en el mercado
estadounidense a competir con europeos y asiáticos en el mercado de híbridos y
eléctricos y esto se puede multiplicar a toda la cadena productiva, manteniendo
a México en un estatus como de la década de los cincuenta y sesenta (Desarrollo
estabilizador y desarrollo compartido).
Y el acuerdo sigue, a pesar de que Biden no es Trump
A diferencia de Trump que siempre intentó someter a nuestro
país y convertirlo en patio trasero, proveedor de materia prima y mano de obra
barata, la política de Biden ofrece su mano a México y Canadá como sus iguales
para fortalecer la región Norteamérica, aspecto necesario entre socios y
aliados políticos.
Otra diferencia muy importante es su política energética y
medio ambiental. Mientras Trump favorecía la explotación petrolera, aun en
medio de la crisis por el calentamiento global e incluso sacó a su país de la
COP de Paris, una de las primeras medidas de Joe Biden fue regresar a Estados
Unidos al acuerdo del cambio climático y convocar en abril pasado a una cumbre
en la que se asumieron mayores compromisos en favor del medio ambiente.
Desde hace algunos años, las principales empresas
energéticas mundiales, estadounidenses y europeas decidieron deshacerse o
vender las posiciones de petróleo que tenían en el mundo para apostar por el
desarrollo de energías renovables y proyectos de generación eléctrica y
movilidad.
Pero AMLO le vendió el alma a Trump durante la reunión
bilateral que se dio en la Casa Blanca, se pudo percibir que en esa reunión se
dio la señal o la orden para que México dejara de utilizar gas natural y que
esa infraestructura se utilizara como puente para venderlo a Asia.
A partir de aquella reunión Sempra Energy (IEnova en
México), decidió utilizar la re calificadora de Ensenada para sacar el gas
natural rumbo a Asia, mientras AMLO pidió ayuda a Trump y a esa empresa para
vender el gas natural contratado por México al exterior.
Así en el plan de infraestructura anunciado por AMLO aparece
la construcción del gasoducto interoceánico para sacar el gas de Texas por
Salina Cruz. De acuerdo con el diseño de Trump y AMLO, México solo sirve de
paso sin obtener beneficio y con ello ayudar a Trump a cumplir compromisos con
sus aliados políticos asiáticos como China.
Con sus decisiones retrógradas y mediocres AMLO aleja a
México del progreso, porque mientras el mundo avanza hacia la producción de
energías renovables y el uso de vehículos eléctricos, el compañero presidente
le apuesta a seguir consumiendo combustóleo, carbón, gasolina y diésel; a
seguir manteniendo a dos empresas cada vez más endeudadas como lo son Pemex y
CFE y a la obsoleta construcción de la refinería de Dos Bocas.