Mauricio Valdes
Las agendas global y nacional
siguen marcadas por los efectos de la pandemia, junto a los problemas crónicos:
pobreza, desnutrición, concentración de la riqueza, cambio climático,
desempleo, bajos ingresos, falta de vivienda, educación de calidad, agua potable,
movilidad, violencia -especialmente de género-, entre otros.
El virus con corona, covid-19, ha
sacrificado millones de seres en el mundo, con sus consecuencias directas e
indirectas. Los expertos han observado que por primera vez el desarrollo humano
ha retrocedido. Se requiere una combinación humanista más eficaz entre
intereses nacionales y globales.
La ONU, desde el año pasado,
señalaba que esta década debería ser definitiva en el progreso del mundo, la
llamó: “la Década de la Acción”, mirando hacia 2030, cuando deberíamos lograr
los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nuestras aspiraciones se vinieron
abajo. Nos queda la esperanza que este 2021 se pueda recuperar el rumbo para
nuestro avance en el desarrollo.
Y conste que se nos está acabando
el tiempo para frenar las peores consecuencias del cambio climático. Frente a
los retos globales requerimos innovar en los mecanismos multilaterales de
cooperación internacional. El calentamiento global, la migración y la seguridad
humana, entre otros temas relevantes, esperan acciones eficaces.
Frente a los problemas de siempre,
más complicados ahora, ¿qué hacer? ¿Cómo deberían ajustarse los planes de
desarrollo? ¿Cuáles deberían ser las prioridades? Primero, lograr la vacunación
universal lo antes posible. Luego continuar con el saneamiento en sitios
públicos y vivienda, volver a la educación presencial con seguridad sanitaria
para intentar recuperar el tiempo perdido, hasta donde humanamente sea posible.
La carencia de educación hace más vulnerable a nuestra niñez. En el contexto
local estamos enfrentando una de las peores crisis del agua, prioridad suprema.
En otro ámbito, se requieren
políticas gubernamentales de apoyo a la economía, principalmente para recuperar
el empleo y el nivel salarial, ambos impactados adversamente. Simultáneamente
impulsar la solidaridad para eliminar obstáculos para el disfrute pleno y
efectivo de los Derechos Humanos.
Sin embargo, la pandemia ha
impulsado a los gobiernos de países más ricos a mirar a su contexto interior antes
que a la ayuda a los más pobres. El acaparamiento de vacunas es una muestra
objetiva de la pérdida de solidaridad internacional.
Lamentablemente la intervención
para cumplir el compromiso universal de ética de los organismos internacionales
ha sido poco eficaz para lograr esa solidaridad mundial indispensable. Esa es
prioridad, entre muchas.