Javier Treviño Cantú
El dirigente nacional de Morena confirmó el viernes pasado
que su partido logró un acuerdo para conformar la alianza “Juntos Haremos
Historia en Nuevo León” sumando al Partido del Trabajo, al Partido Verde y a
Nueva Alianza.
Unos días antes, la idea de un posible frente opositor había
tomado fuerza para conformar una alianza entre el PAN, el PRI y el PRD para
hacerle frente a Morena en la contienda por la gubernatura.
El Presidente nacional del PRI dijo que su partido estaba
proponiendo una gran alianza con la que pudieran “aplastar” a Morena en la
contienda del 2021. El presidente nacional del PAN la avaló como un antídoto al
“morenavirus”.
Los mismos panistas de Nuevo León rechazaron la alianza. La
expectativa de integrar un gran frente opositor encabezado por el PAN y el PRI
rumbo a la gubernatura de Nuevo León duró apenas 48 horas.
¡Pobre Nuevo León! El escenario que podría haberse diseñado
como un exitoso laboratorio, en el 2021, para la contienda del 2024, se esfumó
porque los políticos fueron incapaces de administrar correctamente un proceso
político esencial. Fue una oportunidad perdida.
De inmediato recordé lo que aprendí en el curso “The
Management of Politics”, que tomé durante mi maestría en Harvard, y desempolvé
mis apuntes. Una alianza es la asociación de al menos dos partidos políticos,
antes de una elección, con el objetivo de maximizar sus votos. Una coalición es
el acuerdo de al menos dos partidos políticos para trabajar juntos en el
gobierno, considerando el resultado de una elección. Ambas son temporales. En
ambas se acuerdan objetivos, estrategia, acciones y recursos.
¿Cuáles son los elementos que se requieren para lograr una
alianza de partidos exitosa?
Debe beneficiar a todos los participantes. Cada partido debe
ganar algo para que la alianza sea atractiva. Con seriedad, cada partido debe
demostrar que tiene la habilidad para entender y respetar el punto de vista de
los otros partidos. Y todos deben tener la voluntad de llegar a un acuerdo y a
un compromiso.
Todos los partidos en la alianza deben sentirse como socios
en igualdad cuando están en la mesa, aun cuando sean diferentes en tamaño. Cada
partido trae algo especial a la alianza, tiene atributos únicos y debe tener su
peso específico e influencia a la hora de tomar decisiones y distribuir los
beneficios. No se reparten las responsabilidades ni las posiciones de manera
igual, pero sí equitativa.
Para definir con claridad el interés de cada partido no
bastan los sondeos informales ni los contactos indirectos. Se puede perder
tiempo y credibilidad si se intentan combinaciones extrañas de partidos. Hay
unos partidos que verdaderamente están interesados en llevar a cabo
negociaciones y otros que definitivamente están “saliendo a pescar”.
Para prepararse a una negociación de alianza, cada partido
debería elaborar un documento que defina las posiciones del partido sobre los
temas fundamentales de la política, economía y sociedad del estado. Esto
ayudaría a identificar bien en dónde los partidos están de acuerdo y en qué
están en desacuerdo, y podría facilitar el proceso de negociación. En esto no
caben los supuestos ni las hipótesis. Debe haber claridad.
Un proceso de negociación y un equipo negociador adecuado
debe ser lo primero que se acuerde antes de sentarse en la mesa. La regla
general es que los líderes de los partidos no deben involucrarse en el proceso
de negociación. Ellos deben designar a un negociador en jefe con instrucciones
claras para hablar a nombre del partido y para llegar a acuerdos. De esta
manera, los líderes de los partidos pueden convertirse en la última instancia
en caso de que se empantanen las negociaciones.
Los partidos deben saber lo que quieren lograr en la
alianza, pero tienen que ser muy realistas cuando evalúan a dónde pueden llegar
con una asociación inusual de partidos. Los partidos deben establecer de
entrada los principios fundamentales sobre los que no se puede conceder nada,
ni pueden ser negociados.
Las posiciones sobre políticas son flexibles. El acuerdo final
de la alianza incluirá los principios fundamentales más el acuerdo sobre
políticas específicas a los que se ha llegado a través del estira y afloja y la
negociación. Algunas ideas se dejan a un lado en el interés de llegar a un
acuerdo. Los partidos deben reconocer que no se puede lograr todo lo que
quisieran en una alianza. Pero todos deben ganar algo significativo.
Desde el principio se debe establecer un mecanismo para
resolver controversias. Siempre se requiere un árbitro confiable y respetado
por todos los partidos. Es definitivamente mejor acordar un mecanismo de
resolución de controversias antes de que los problemas aparezcan. Luego es
demasiado tarde.
Los partidos deben adherirse a la máxima “nada está acordado
hasta que todo esté acordado”. Es una estrategia de negociación de paquete que
asegura que todos los partidos permanezcan comprometidos durante el proceso y
evita que algunos se desentiendan cuando ya consiguieron lo que querían. Todos
deben estar hasta el final.
Cuando se llega al acuerdo es importante que se publique
como un documento formal, firmado por todos los partidos, para demostrar que sí
hay acuerdo, unidad, transparencia y así evitar diferentes interpretaciones y
malentendidos.
Una vez que ya se tiene un acuerdo y un documento, es
importante que se defina el liderazgo de la alianza, que todo mundo lo
reconozca y que tenga toda la autoridad. El liderazgo no debe dejar la alianza
a la deriva, sino darle sentido de dirección. El proceso de toma de decisiones
dentro de la alianza debe estar claramente definido. Aunque sea temporal, es
una organización. Y las organizaciones requieren gobernanza.
Los partidos deben reconocer la importancia de comunicar el
acuerdo a todos sus militantes. No hay que asumir que estarán contentos con el
acuerdo de alianza. No serán seguidores en automático. Muchos sentirán que los
negociadores los traicionaron y concedieron demasiado o comprometieron los
principios del partido o su identidad. Se deben explicar las razones y el
contenido del acuerdo y conseguir el apoyo total de los militantes.
Se debe mantener la comunicación constante y la consulta
permanente entre los partidos. Entre los líderes y los miembros operativos de
la coalición, la alianza debe hablar con una sola voz. Tienen que usar el mismo
mensaje, la misma historia, la misma narrativa, el mismo lenguaje, las mismas
ideas y las mismas posiciones. Se deben designar voceros y entrenarlos, además
de tener una estrategia clara y única de relación con los medios.
¡Cuidado con las filtraciones! Los desacuerdos internos
deben ser resueltos en la discreción de lo confidencial. De otra forma no se
mantiene la confianza de los miembros y se debilita la alianza. Las
filtraciones son el peor enemigo de la alianza cuando se trata de conflictos
internos.
La alianza debe tener un nombre y una marca, un mensaje, un
slogan que sea identificable. La marca de la alianza es fundamental, además de
que se incluyan los logos de los partidos que la integran.
Los partidos que integran la alianza deben tener muy claros
los sectores de la sociedad que serán la audiencia objetivo. ¿Dónde están los
electores? ¿Cuál es la base? ¿Dónde está el voto duro? ¿A quiénes hay que
convencer? Se requiere estrategia. El mensaje es fundamental. Hace falta
investigación, estudios de opinión, estructura para el trabajo político de
tierra.
Debe haber una division de responsabilidades, de acuerdo con
las fortalezas y debilidades de cada partido. La selección de candidatos es
vital. El acuerdo se necesita sobre propaganda, materiales, imagen, slogan,
mensajes, recaudación de fondos, contribuciones, eventos, finanzas de la
alianza. Es común que se creen estructuras paralelas y que se dupliquen los
esfuerzos y se desperdicien los recursos.
Como si fuera un partido renovado, la alianza requiere una vision
estratégica ante la elección. El primer objetivo es ganar. Después habría que
pensar en la coalición para gobernar.
En una democracia, los partidos políticos compiten por el
apoyo de los ciudadanos y para ello proponen políticas públicas y defienden
valores. Cuando llegan al poder, intentan implementar la visión que
prometieron. Los que se quedan en la oposición, critican, presentan
alternativas y obligan al gobierno a rendir cuentas. Es la competencia de ideas
la que alienta a cada partido a refinar sus propuestas y lograr acuerdos. Con
debate, diálogo, compromisos, se construyen consensos sobre temas
fundamentales. El pluralismo político y la competencia son esenciales para que
funcione nuestra democracia.
*Javier Treviño Cantú es Director General de Políticas
Públicas del Consejo Coordinador Empresarial.
@javier_trevino