logo
header-add

Oportunidad perdida

por Redacción
22-11-2020

Comparte en


Javier Treviño Cantú

 

El dirigente nacional de Morena confirmó el viernes pasado que su partido logró un acuerdo para conformar la alianza “Juntos Haremos Historia en Nuevo León” sumando al Partido del Trabajo, al Partido Verde y a Nueva Alianza.

 

Unos días antes, la idea de un posible frente opositor había tomado fuerza para conformar una alianza entre el PAN, el PRI y el PRD para hacerle frente a Morena en la contienda por la gubernatura.

 

El Presidente nacional del PRI dijo que su partido estaba proponiendo una gran alianza con la que pudieran “aplastar” a Morena en la contienda del 2021. El presidente nacional del PAN la avaló como un antídoto al “morenavirus”.

 

Los mismos panistas de Nuevo León rechazaron la alianza. La expectativa de integrar un gran frente opositor encabezado por el PAN y el PRI rumbo a la gubernatura de Nuevo León duró apenas 48 horas.

 

¡Pobre Nuevo León! El escenario que podría haberse diseñado como un exitoso laboratorio, en el 2021, para la contienda del 2024, se esfumó porque los políticos fueron incapaces de administrar correctamente un proceso político esencial. Fue una oportunidad perdida.

 

De inmediato recordé lo que aprendí en el curso “The Management of Politics”, que tomé durante mi maestría en Harvard, y desempolvé mis apuntes. Una alianza es la asociación de al menos dos partidos políticos, antes de una elección, con el objetivo de maximizar sus votos. Una coalición es el acuerdo de al menos dos partidos políticos para trabajar juntos en el gobierno, considerando el resultado de una elección. Ambas son temporales. En ambas se acuerdan objetivos, estrategia, acciones y recursos.

 

¿Cuáles son los elementos que se requieren para lograr una alianza de partidos exitosa?

 

Debe beneficiar a todos los participantes. Cada partido debe ganar algo para que la alianza sea atractiva. Con seriedad, cada partido debe demostrar que tiene la habilidad para entender y respetar el punto de vista de los otros partidos. Y todos deben tener la voluntad de llegar a un acuerdo y a un compromiso.

Todos los partidos en la alianza deben sentirse como socios en igualdad cuando están en la mesa, aun cuando sean diferentes en tamaño. Cada partido trae algo especial a la alianza, tiene atributos únicos y debe tener su peso específico e influencia a la hora de tomar decisiones y distribuir los beneficios. No se reparten las responsabilidades ni las posiciones de manera igual, pero sí equitativa.

Para definir con claridad el interés de cada partido no bastan los sondeos informales ni los contactos indirectos. Se puede perder tiempo y credibilidad si se intentan combinaciones extrañas de partidos. Hay unos partidos que verdaderamente están interesados en llevar a cabo negociaciones y otros que definitivamente están “saliendo a pescar”.

Para prepararse a una negociación de alianza, cada partido debería elaborar un documento que defina las posiciones del partido sobre los temas fundamentales de la política, economía y sociedad del estado. Esto ayudaría a identificar bien en dónde los partidos están de acuerdo y en qué están en desacuerdo, y podría facilitar el proceso de negociación. En esto no caben los supuestos ni las hipótesis. Debe haber claridad.

Un proceso de negociación y un equipo negociador adecuado debe ser lo primero que se acuerde antes de sentarse en la mesa. La regla general es que los líderes de los partidos no deben involucrarse en el proceso de negociación. Ellos deben designar a un negociador en jefe con instrucciones claras para hablar a nombre del partido y para llegar a acuerdos. De esta manera, los líderes de los partidos pueden convertirse en la última instancia en caso de que se empantanen las negociaciones.

Los partidos deben saber lo que quieren lograr en la alianza, pero tienen que ser muy realistas cuando evalúan a dónde pueden llegar con una asociación inusual de partidos. Los partidos deben establecer de entrada los principios fundamentales sobre los que no se puede conceder nada, ni pueden ser negociados.

Las posiciones sobre políticas son flexibles. El acuerdo final de la alianza incluirá los principios fundamentales más el acuerdo sobre políticas específicas a los que se ha llegado a través del estira y afloja y la negociación. Algunas ideas se dejan a un lado en el interés de llegar a un acuerdo. Los partidos deben reconocer que no se puede lograr todo lo que quisieran en una alianza. Pero todos deben ganar algo significativo.

Desde el principio se debe establecer un mecanismo para resolver controversias. Siempre se requiere un árbitro confiable y respetado por todos los partidos. Es definitivamente mejor acordar un mecanismo de resolución de controversias antes de que los problemas aparezcan. Luego es demasiado tarde.

Los partidos deben adherirse a la máxima “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Es una estrategia de negociación de paquete que asegura que todos los partidos permanezcan comprometidos durante el proceso y evita que algunos se desentiendan cuando ya consiguieron lo que querían. Todos deben estar hasta el final.

Cuando se llega al acuerdo es importante que se publique como un documento formal, firmado por todos los partidos, para demostrar que sí hay acuerdo, unidad, transparencia y así evitar diferentes interpretaciones y malentendidos.

Una vez que ya se tiene un acuerdo y un documento, es importante que se defina el liderazgo de la alianza, que todo mundo lo reconozca y que tenga toda la autoridad. El liderazgo no debe dejar la alianza a la deriva, sino darle sentido de dirección. El proceso de toma de decisiones dentro de la alianza debe estar claramente definido. Aunque sea temporal, es una organización. Y las organizaciones requieren gobernanza.

Los partidos deben reconocer la importancia de comunicar el acuerdo a todos sus militantes. No hay que asumir que estarán contentos con el acuerdo de alianza. No serán seguidores en automático. Muchos sentirán que los negociadores los traicionaron y concedieron demasiado o comprometieron los principios del partido o su identidad. Se deben explicar las razones y el contenido del acuerdo y conseguir el apoyo total de los militantes.

Se debe mantener la comunicación constante y la consulta permanente entre los partidos. Entre los líderes y los miembros operativos de la coalición, la alianza debe hablar con una sola voz. Tienen que usar el mismo mensaje, la misma historia, la misma narrativa, el mismo lenguaje, las mismas ideas y las mismas posiciones. Se deben designar voceros y entrenarlos, además de tener una estrategia clara y única de relación con los medios.

¡Cuidado con las filtraciones! Los desacuerdos internos deben ser resueltos en la discreción de lo confidencial. De otra forma no se mantiene la confianza de los miembros y se debilita la alianza. Las filtraciones son el peor enemigo de la alianza cuando se trata de conflictos internos.

La alianza debe tener un nombre y una marca, un mensaje, un slogan que sea identificable. La marca de la alianza es fundamental, además de que se incluyan los logos de los partidos que la integran.

Los partidos que integran la alianza deben tener muy claros los sectores de la sociedad que serán la audiencia objetivo. ¿Dónde están los electores? ¿Cuál es la base? ¿Dónde está el voto duro? ¿A quiénes hay que convencer? Se requiere estrategia. El mensaje es fundamental. Hace falta investigación, estudios de opinión, estructura para el trabajo político de tierra.

Debe haber una division de responsabilidades, de acuerdo con las fortalezas y debilidades de cada partido. La selección de candidatos es vital. El acuerdo se necesita sobre propaganda, materiales, imagen, slogan, mensajes, recaudación de fondos, contribuciones, eventos, finanzas de la alianza. Es común que se creen estructuras paralelas y que se dupliquen los esfuerzos y se desperdicien los recursos.

Como si fuera un partido renovado, la alianza requiere una vision estratégica ante la elección. El primer objetivo es ganar. Después habría que pensar en la coalición para gobernar.

En una democracia, los partidos políticos compiten por el apoyo de los ciudadanos y para ello proponen políticas públicas y defienden valores. Cuando llegan al poder, intentan implementar la visión que prometieron. Los que se quedan en la oposición, critican, presentan alternativas y obligan al gobierno a rendir cuentas. Es la competencia de ideas la que alienta a cada partido a refinar sus propuestas y lograr acuerdos. Con debate, diálogo, compromisos, se construyen consensos sobre temas fundamentales. El pluralismo político y la competencia son esenciales para que funcione nuestra democracia.

 

*Javier Treviño Cantú es Director General de Políticas Públicas del Consejo Coordinador Empresarial.

 

@javier_trevino