Mauricio Valdes
Como dialécticamente sucede, no todo es negativo, ni en la
pandemia, ni en nada. Sin embargo: ¿cómo encontrar lo positivo en esta crisis
mundial? Precisamente revisando lo que se pretende llamar “nueva normalidad”,
concepto que considero debemos matizar, porque lo nuevo implica algo anormal,
además de negativo porque lleva el contagio del virus. Principalmente porque es
la oportunidad de cambiar hábitos dañinos en lo individual y familiar, en la
comunidad y en la nación.
Los efectos adversos de esta etapa pasarán de meses a años y
tal vez a décadas. Mientras no aparezca la vacuna casi milagrosa y los
medicamentos eficaces, seguiremos viviendo y sobre viviendo esta etapa
absolutamente anormal y desconcertante.
Los plazos para la vacuna varían entre optimistas y
pesimistas. Y luego falta confirmar su eficacia y contraindicaciones, así como
su oportunidad y accesibilidad. Preocupa que se tomen decisiones de largo plazo
sin la suficiente información y experiencia.
Mientras tanto la “nueva normalidad” parece llevarnos
acorralados: quédate en casa, la sana distancia, el cubre bocas, el lavado de
manos frecuente, evitar reuniones colectivas, reducir viajes, y con el nuevo
año escolar, continuar con la educación a distancia. Necesario sí, pero
insuficiente, porque en realidad, parecieran conductas normales, aunque no
arraigadas en la mayoría de la población. Mientras lo visible son diferentes
modelos de mascarillas, cubre bocas y productos “sanitizantes” que abundan en
anuncios de TV llenos de ofertas. En síntesis: reducir la vida familiar y
social, la transformación de la vida en general, algo desagradable para todos.
Se habrán preguntado las autoridades que han dictado estas
medidas ¿por qué aún falta población de ser convencida de adoptarlas? ¿Por qué
se resisten al frecuente lavado de manos, vida familiar y social restringida
por todas partes, se rebelan a seguir cerrados sus negocios, seguir con las
escuelas vacías, centros deportivos y de recreación cerrados? Tal vez porque lo
que deseamos es la normalidad, así de simple.
Mientras no aparezca la vacuna eficaz y accesible, es
indispensable promover cambios bien diseñados y mejor comunicados en las
conductas de protección social y familiar. Porque el rumbo hacia esa “nueva
normalidad” está marcado para transitar por un camino de contagiados, enfermos
y muertos, que no se ve final.
Un camino muy irritado, sin liquidez para lo indispensable,
además por la pérdida masiva de empleos, el cierre de negocios, el creciente
costo de medicamentos y atención médica. La vieja normalidad ha muerto, y aún
no vemos nada mejor en su lugar, es un período de franca transición,
incertidumbre y crisis que demanda inteligencia, sabiduría y toma acertada de
decisiones.