La gala de los Oscar concluyó a las 3.25 horas, aunque en España había terminado dos horas antes, cuando J. A. Bayona y Pablo Berger perdieron cualquier opción de ganar. 'La sociedad de la nieve' se quedó sin premio a mejor película internacional frente a 'La zona de interés' y a maquillaje y peluquería ante 'Pobres criaturas'. 'Robot Dreams', por su parte, fue derrotada por 'El chico y la garza', del maestro Miyazaki. Ya que no vas a ganar, al menos que quien te quite la gloria sea el último maestro vivo del género.
Porque sí, los Oscar son cuestión más de tiempo que de cine. De espectáculo más que de celuloide. Premiar a Christopher Nolan, el director que ha hecho de la cuarta dimensión un protagonista más de sus guiones, tiene algo de poético, de cerrar un círculo, algo que también está en todas sus películas. Total, que 'Oppenheimer' arrasó con siete de las 13 nominaciones, tal y como decían las profecías. Ni 'Pobres criaturas', que se desinfló tras arrancar la noche ganando tres estatuillas –diseño de vestuario, diseño de producción y maquillaje al inicio y Emma Stone como actriz protagonista al final– ni 'Barbie' –que fue menospreciada en el palmarés, aunque alabada durante la gala– ni Martin Scorsese –cero premios para 'Los asesinos de la luna'– hicieron sombra al biopic del padre de la bomba atómica: «El cine tiene poco más de cien años... Ser parte de su historia significa mucho para mí», dijo Christopher Nolan mientras recogía el primer Oscar de su carrera. Al terminar su discurso de ganador, Martin Scorsese, 81 años de cine recorriendo sus venas, lo miró y no hizo ni una mueca ante la que quizá sea la última oportunidad que le quedaba de ganar otro Oscar.
La cara de Greta Gerwig fue un poema toda la noche y eso que estaba ahí, en segundo plano, durante el mejor momento de la ceremonia, cuando Ryan Gosling cantó 'I'm Just Ken'. Empezó el actor a cantar detrás de Margot Robbie, que no podía dejar de reír a boca llena, una risa inmensa y genuina; y detrás de ambos Greta Gerwig como pensando que por qué sus protagonistas estaban de fiesta mientras ella vivía un funeral. Pero importó poco porque Ryan Gosling puso al público en pie con una interpretación diviertida, entonada y en la que era imposible no bailar. Incluso un rockero como Slash se subió al escenario y con su mítica guitarra acompañó la canción. Historia desde ya de los Oscar y lo único salvable del sopor de ceremonia que –un año más– firma la primera industria de entretenimiento del mundo.