Luis Acevedo
Pesquera
El gobierno
mexicano ha tratado de construir un escenario económico de crecimiento solido
basado en argumentos optimistas.
Son dos sus
puntales para lo que se espera en la segunda mitad del año en curso, pero
especialmente para 2022. En primer lugar, el crecimiento del que dependerá
recuperar fuentes de empleo y restablecer el consumo se basa en la vacunación;
el otro elemento, más duradero y consistente, depende de la recuperación
estadounidense y, con ello, de las ventajas que ya deberá empezar a aportar el
Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
El
planteamiento, que se documenta en los Precriterios de Política Económica para
2022, enviados hace unos días a la Cámara de Diputados para perfilar la
construcción del programa financiero gubernamental del próximo año es
extraordinariamente optimista y miope de la realidad nacional.
Asegura un
crecimiento económico espectacular, sin decir que cualquier valor estadístico
del Producto Interno Bruto (PIB) que se alcance en 2021 será necesariamente
positivo porque el país se levanta de una caída abrupta impulsada por la
pandemia, pero desde un escenario de estancamiento durante el primer año del
actual gobierno.
La estructura
económica nacional no solo no fue reconstituida al arranque de la nueva gestión
administrativa que sabía de las grandes fallas en materia de infraestructura e
inversión pública y privada, sino que al llegar el confinamiento se abandonó a
su suerte a la planta productiva y cerraron más de un millón de empresas a lo
largo del país, por lo que no hay capacidad para recuperar los millones de
empleos perdidos en el ámbito formal.
Se cancelaron
obras públicas en marcha con costos de indemnización elevados y al mismo tiempo
se emprendieron otras de viabilidad cuestionable, además de que se inició el
desmantelamiento de una estructura energética que, si bien era cuestionable, al
no considerar las condiciones del mercado ni los compromisos vigentes, violentó
el clima de certidumbre empresarial y jurídica.
En los
Precriterios se apuesta por la energía, sobre la base de un mercado petrolero
incierto porque el mundo procura fuentes de generación limpias y en donde
México enfrenta un gran rezago. Por el lado de los hidrocarburos, desde hace
casi una década, somos irrelevantes porque la producción de nuestro crudo es
limitada y de baja calidad, no influye en los precios globales, al contrario,
además de que se carece de una estructura de almacenamiento y distribución
eficaz.
Por si fuera
poco, está en litigio el marco legal para que los particulares generen
electricidad y se pretenden cambiar las reglas en la producción de
hidrocarburos, con amenazas para la inversión autorizada.
En materia
fiscal, ingresos y gasto público, el equilibrio es un compromiso, lo mismo que
no contratar deuda y buscar que la inflación no se dispare, aunque el mismo
sector público el que ha sido el principal factor de presión en los precios de
los bienes de consumo generalizado.
La realidad
muestra que no hay mucho margen de maniobra, cuando el futuro de las mayorías
depende de apoyos asistencialistas, sin bases fiscales y económicas
sustentables.
En la medida que
se logre la vacunación, cuando menos entre los jóvenes de 18 años, que podría
darse hacia la segunda mitad del próximo año, se restablezcan las clases en las
escuelas y se alcancen mínimos de suministros de alimentos y servicios, el
panorama no puede ser optimista, porque falta seguridad y justicia.
Ahora que
inician las elecciones convendría que los partidos políticos, especialmente los
de oposición presenten proyectos viables, al menos en tres temas:
Primero,
revertir el retroceso en capital humano, con atención especial a la salud y
educación, segundo, apoyar a la planta productiva con incentivos al empleo, la
competencia y la innovación; y tercero, si el gobernó quiere controlar la
energía fósil, debería racionalizar los cambios legales que obstaculizan la
inversión en energía verde que favorece el ingreso de capital, tecnología e
inversión.
@lusacevedop