Jorge Meléndez Preciado
En
cada ocasión que hay cambios en los gobiernos de Estados Unidos y México, respectivamente,
y se encuentran sus máximas autoridades, se afirma que habrá “una nueva
relación”, como si las anteriores no contaran. Pero ya sabemos que los
políticos, en todo el mundo, pretenden imponerle un nuevo sello a lo que hacen,
no obstante que varias cuestiones no puedan mejorarse en el poco tiempo que les
toca administrar.
El
martes 7 de junio, luego del todavía discutido y controvertido proceso
electoral mexicano, estuvo en nuestro país, Kamala Harris, la vicepresidenta
yanqui. Ella que venía de Guatemala fue recibida con bombo y platillo, ya que
es la imagen del todavía mayor imperio mundial, aunque China avance a pasos
agigantados para quitarle ese título que ostentan hace décadas a los que viven
pasando el Río Bravo.
Las
relaciones entre USA y México son las más importantes entre ambos países. Para
nosotros es el casi 80 por ciento del comercio con otra nación y para ellos es
el mayor, con el 14. 8 por ciento, arriba de Canadá y China, ambos países con
una diferencia pequeña respecto a nosotros.
Los
temas que resaltaron entre Kamala y Andrés fueron: las reformas laborales,
migración, reforzar las aduanas y los puertos para evitar que el fentanilo
chino llegue por torrentes, los tráficos de drogas, personas y armas y el
tratar de apoyar para identificar a los 82 mil desaparecidos mexicanos.
Los
comunicados oficiales fueron que hay armonía, deseos de colaborar ampliamente y
continuar apoyando los esfuerzos económicos entre las dos naciones.
Arturo
Herrera, quien entonces era el secretario de Hacienda y va rumbo al Banco de
México que vuela- ya se nombró a su reemplazo, el doctor Rogelio Ramírez de la
O, ligado a la Cervecería Modelo y el grupo Monterrey-, había señalado que en
septiembre se encontraría con la secretaria del Tesoro gringo, Janet Yellen,
para ampliar los negocios de ambos países, y poner atención en los asuntos de
comercio y telecomunicaciones.
Antes
del encuentro del 7 de junio, Joe Biden había pedido a su Congreso 861 millones
de dólares para apoyo a Centroamérica, y que la migración no fuera tan intensa
como hasta ahora, donde cerca de 4 mil niños no se encuentran con sus padres
debido a la ominosa política de su antecesor, Donald Trump.
Más
todavía, Biden elaboró un proyecto para que se le otorgaran 10 mil millones de
dólares para encarar el asunto de todos los refugiados que llegan al Imperio
del norte.
Lo
que resultó claro en el encuentro de López Obrador y Kamala es que se le
otorgarán 130 millones de dólares a nuestro país con el fin de ir desbrozando el
asunto laboral, ya que con el nuevo T- MEC habrá necesidad de aumentar los
salarios de obreros en México, certificar que los sindicatos sean auténticos y
posibilitar que las elaboraciones de mercancías tengan las calidades
requeridas.
Ya
hubo, anteriormente, un incidente en Silao, Guanajuato, en una armadora de la
General Motors, la cual fue impugnada por trabajadores estadounidenses.
Un
tema bastante sensible es que en aduanas y puertos se ponga mayor atención, ya
que por esos lugares pasa el conocido fentanilo, droga que está causando
estragos increíbles entre la juventud estadounidense.
En
dicho terreno le tocará lidiar ahora a la Marina, institución muy ligada a las
agencias que combaten las drogas dentro y fuera de nuestro vecino del norte. Y
seguramente por eso, López Obrador dio esa encomienda a los hombres del mar.
Una
serie de agencias estarán “apoyando” al gobierno mexicano: el Departamento de
Justicia, el de Defensa y hasta la repudiada por López Obrador USAID, por sus
siglas en inglés, que es en realidad la: Agencia de Cooperación de Estados
Unidos para el Desarrollos. Esta que ha financiado a Mexicanos Contra la
Corrupción y la Impunidad (MCCI) y otras que estuvieron organizando al PRI, PAN
y PRD con el objeto de ganar las pasadas elecciones, lo que resultó un fracaso
al decir de Gustavo Madero Y Javier Corral (Sin Embargo, 9 de junio).
En
fin, que nuestros no tan buenos vecinos quieren, como siempre, que bailemos al
son que nos tocan y tengamos la democracia que ellos decidan, aunque sea tan
imperfecta como la de ellos quienes tienen millones de pobres y la
discriminación continúa como siempre.
Ni modo. Con toda la injerencia actual no es tan brutal como en el caso de la Iniciativa Mérida y otros momentos, pero sí debemos nuevamente de poner nuestras barbas a remojar.