Jesús Sánchez
Parece el clásico guión de una novela de enredos, verdades a medias, choque de vanidades y harto sospechosismo.
Aunque los personajes parezcan de una novela descarnada pero jocosa, no se trata de una de esas historias clásicas del gran escritor Jorge Ibargüengoitia en el que los enredos de sus personajes resultaban harto entretenidos, esta es una historia de la vida real.
Nos referimos al más reciente encontronazo entre el titular del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) con el Consejo de la Judicatura Federal (CJF).
Este es un escándalo que se suma a otros. Parece que fue ayer cuando leíamos las notas de que la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) investigaba inconsistencias en las declaraciones patrimoniales de José Luis Vargas, titular del TEPJF.
Pero claro, los millones de pesos que el presunto implicado gastó de más, muy por arriba de los ingresos declarados en seis años -como lo documentó en noviembre del año pasado el periódico Reforma-, se convirtió en una historia de “enriquecimiento explicable”, ya sabe usted que los ahorritos siempre sacan a más de uno de cualquier apuro. Eso dijeron.
Cuatro semanas antes de ser electo como titular de la máxima autoridad electoral del país y ya andaba en boca de todos.
Dicen los chinchorreros que el magistrado llegó a las grandes ligas gracias a que le cerró el paso a México Libre, además de abrirle la puerta al registro del Partido Encuentro Social y de Redes Sociales Progresistas. Eso dicen.
Cómo olvidar que uno de los primeros desencuentros entre el magistrado presidente y el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) ocurrió cuando por allá de agosto del 2020 le rechazaron su propuesta de comprar 10 camionetas blindadas. Consté que era una bagatela de 27 millones de pesos.
Les va a sonar familiar, pero en aquella ocasión la queja del abogado Vargas fue contra los representantes del CJF, Bernardo Bátiz, Loretta Ortiz Ahlf y Jorge Cruz Ramos, quienes se opusieron al capricho.
Vargas los tildó de irresponsables, ouch y les echó en cara que “no estaba dispuesto a ser el pípila de la democracia”. Otra vez ouch.
Como se aprecia, el tema es muy serio pero al mismo tiempo palomero. Vaya por sus muéganos.
Cuando todos estábamos distraídos en la pandemia, Vargas otra vez dio la nota. Se fue otra vez contra el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) tras acusar los integrantes de la Comisión de Administración de intentar bloquear un acuerdo, votado previamente, para destinar recursos públicos a “proyectos especiales”. ¿Cuáles?, vaya usted a saber.
Vargas estaba que echaba humo y filtró a los trascendidos de Milenio su versión de que le estaban jugando rudo.
El CJF aclaró el trascendido y calificó de falso que el CJF haya intentado alterar la votación de una sesión, más bien se negó a aceptar una votación previa que daba facultades discrecionales al TEPJF para el uso de recursos.
Pero Vargas se puso los guantes y avaló un comunicado oficial donde el TEPJF se quejó que lo ataran de manos y ya encarrerado le echó la culpa a Jorge Cruz Ramos de meter mano negra. Para no hacer el cuento largo, señaló a los consejeros Bátiz, Ortiz y Cruz Ramos como los malos de la película.
Poco faltó para que acusara a los consejeros del CJF de neoliberales y conservadores pero lo sugirió con esta advertencia: el TEPJF rechaza estrategias que pongan en riesgo a la institución, sobre todo en un año en que se realizarán los comicios más grandes de la historia. Bolas.
Parecía que esto no empeoraría más, pero entonces se conoció una carta de Janine Otálora, Indalfer Infante y Reyes Mondragón en la que pintaron su raya. Advirtieron que no les avisaron, que no sabían del contexto y que no comparten la idea que el CJF sea considerado parte de una estrategia que ponga en riesgo a la institución electoral. Qué ni los metan en el chisme.
Literal, Vargas se quedó chiflando en la loma.
Vargas filtró una carta en la que anunció que convocaría el martes a una reunión extra de la Comisión de Administración para palabras mas palabras menos, parar la bronca. Y rubricó con ya sabe usted, el compromiso por la transparencia y los etcétera y etcétera.
En este escándalo que parece guión de Ibargüengoitia, la pugna por el poder y el sospechosismo le pega al sistema nervioso del organismo que es la última instancia del proceso electoral.
Mire, si ni entre ellos se tienen confianza qué nos garantiza que los resultados electorales se van a respetar. Ya se nos acabaron las palomitas.
Columnómetro de Aquiles Baeza
1.- #SENATHOR es comediante no político.
En Nuevo León la campaña de Morena está tan judicializada que ya la tomaron contra todos los críticos, incluidos los comediantes. Es el caso del popular Marco Polo, mejor conocido como #SENATHOR, a quien demandaron por un divertido sketch que no gustó a cierta candidata a la gubernatura.
Nadie olvida las parodias que se hicieron a costillas de Vicente Fox y Marta Sahagún. Es más, en marzo del 2004 la primera dama debutó en un sketch de Eugenio Derbez y tuvo mucho éxito.
A Marco Polo lo obligaron a ofrecer una disculpa pública. Los ex priistas, hoy morenistas, no tienen sentido del humor.
2.- Se les dijo.
Aprueba un juez suspensión provisional contra la Ley Eléctrica. Y los que faltan.
3.- Sergio Mayer truena contra López-Gatell.
En su cuenta @sergiomayerb le reprocha a López Gatell culpar a los medios de sus errores personales y por el mal manejo de la pandemia y rubrica, “tus justificaciones dejan mucho qué desear”. Vaya, otro desencantado.
A ver si es cierto que se lo dice ante diputados.