Luis Acevedo
Pesquera
Han pasado seis
meses desde que se tomó en serio el brutal golpe a la humanidad provocado por
la pandemia.
El saldo es,
hasta ahora, un millón de muertes y la recesión mundial más profunda que, en el
caso mexicano, resulta similar a la de la gran depresión de los años treinta
del siglo pasado que significa el desplome de los ingresos como nunca se
imaginó.
Si para muchos
países se amplificaron las desigualdades sanitarias, en México se multiplicó la
inequidad, tanto por el abandono de los regímenes del pasado como por la falta
de visión del gobierno actual que, al minimizar los primeros embates del
COVID-19 descuidó a la economía, que ya mostraba signos de debilidad y se
afectó seriamente a la sociedad, especialmente a la más vulnerable.
Las secuelas
económicas de la pandemia afectaron a micro, pequeños y medianos negocios
especialmente en el sector de los servicios que, al ser dominantes en la
economía nacional, provocaron desempleo y afectaron las condiciones de vida de
millones de hogares con efectos dramáticos para las mujeres y los niños.
El panorama
resulta incierto en materia de seguridad porque en dos años no se llevó a cabo ningún
tipo de transformación y actualmente 7 de cada 10 personas dependen de la
economía informal, sin expectativas de que se modifique su situación en el
corto o mediano plazo porque no se han planteado estrategias para formalizar la
estructura productiva nacional.
La inacción y el
empecinamiento del sector público para impulsar segmentos que no producen
riqueza ni fuentes de empleo con la velocidad y las remuneraciones requeridas para
financiar programas asistencialistas y la generación de riqueza, contribuye a
favorecer la desigualdad.
En México como
en el mundo, más del 70 ´por ciento de la población se enfrenta a una situación
de desigualdad cada vez mayor en términos de ingresos y riqueza. Es más, como
lo expuso recientemente António Guterrez, secretario general de la Organización
de Naciones Unidas (ONU), las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta
riqueza como la mitad de la población mundial, para nuestro país es una
situación que tiende a ser proporcionalmente todavía más cruel
Los ingresos,
salarios y la riqueza no son las únicas medidas de la desigualdad.
En la república
mexicana las oportunidades a las que pueden tener acceso los ciudadanos dependen
del género, de la integración, fortaleza y salud de su familia, pero también de
su origen étnico, de su raza, si tienen alguna discapacidad, de su nivel
educativo o capacitación, por señalar solamente algunos elementos que tienden a
discriminar o a generar más desigualdad.
Nada de eso ha
sido contemplado en las políticas públicas, ni como una medida de emergencia. Y
no lo hacen porque no siempre son rentables electoralmente, aunque hagan lucir
los discursos.
Ejemplo de ello
han sido los esforzados trabajadores de la salud. De las distinciones que
otorgó el gobierno federal el 16 de septiembre no se otorgó ninguna para institutos
de salud como el de Enfermedades Respiratorias o el de Nutrición, que han sido
esenciales en la batalla contra la pandemia del coronavirus.
Si en el mundo
la ONU estima que cien millones de personas más podrían ser empujadas a la
pobreza extrema, imaginemos lo que puede suceder en México cuando no hay
estrategias económicas para enfrentar la recesión, frenar la desigualdad y
controlar la pobreza.
Junto con ello,
no hay estrategias educativas y tecnológicas para crear oportunidades a los
jóvenes y a las mujeres a fin de vincular a nuestro país con el repunte
productivo de las naciones industrializadas.
Se insiste en
tomar decisiones populistas, ofrecer como soluciones mediante chivos
expiatorios o acciones contrarias al federalismo, tienden a crearán nuevas
desigualdades y divisiones entre la sociedad.
Los elevados niveles
de desigualdad que viene arrastrando el país, más los que empujará la COVID-19,
plantean un complejo escenario de inestabilidad económica interna y externa,
corrupción, más delincuencia, deterioro la mala salud física y mental, en un
entorno de inseguridad y falta de un estado de derecho.
@lusacevedop