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Por una democracia progresista

por Mario Luis Fuentes
29-05-2022

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Dados los resultados que se tienen luego de más de tres años de la presente administración federal, se puede afirmar que difícilmente estaremos, en el 2024, en los mismos niveles de los indicadores que se tenían en 2018, en las áreas prioritarias y de mayor urgencia de ser atendidas y resueltas para el país.

Si se piensa en materia de seguridad pública, se haga lo que se haga, este será el sexenio más sangriento y con mayor número de homicidios dolosos de la historia; será igualmente el sexenio con mayor número de víctimas de violencia intrafamiliar, feminicidios, violaciones y corrupción de menores en el país. En todos estos rubros, y de acuerdo con los datos oficiales, se está cerca de alcanzar o incluso rebasar el número total de víctimas registradas en administraciones previas.

Lo mismo puede decirse del número de personas desaparecidas y no localizadas; pues nunca como ahora se había registrado un número tal alto; con lo que esto implica en términos de dolor, tristeza y frustración para las madres, padres, hermanos, hijas e hijos que buscan los cuerpos de sus familiares para tener, al menos, una tumba en la cual llorarles. Así de cruel y de dura es nuestra realidad. 

El crecimiento económico prometido en campaña y al inicio de la administración, de un 4% promedio anual no se alcanzará. No es posible siquiera plantear una meta cercana. Si acaso, México tendrá, en el mejor escenario previsto hasta ahora, un crecimiento acumulado en el sexenio, en los mejores pronósticos, de alrededor de 3 o 4% por ciento, es decir, menos de un punto porcentual anual del PIB, en promedio, entre 2018 y 2024.

La pobreza difícilmente se reducirá. El severo impacto de la emergencia sanitaria y económica ha tenido como una de sus peores consecuencias un crecimiento récord en el número de personas en pobreza en los últimos 20 años; y dado que ésta sólo puede reducirse realmente cuando hay empleos suficientes y de calidad, lo esperable es que, si acaso, estaremos al finalizar este gobierno, en niveles similares a los que se tenían en el 2018.

En materia educativa los logros son nulos; y, por el contrario, los retrocesos son más que alarmantes. Las tasas netas de cobertura, matriculación y trayectoria escolar tienen severas caídas; lo cual ha llevado a expertas y expertos a plantear que estamos ante la posibilidad real de una generación perdida en términos de aprendizajes perdidos y de capacidades no adquiridas; lo cual les coloca, y al país con ellos, en una situación de vulnerabilidad mayúscula.

El fracaso del irresponsable experimento de creación del INSABI es mayor y ha tenido repercusiones que han costado la salud y la vida a millones de personas. Nunca el país había tenido un año con un millón o más de personas fallecidas. Y en 2021 y 2022 tuvimos justamente cifras por arriba de esa suma; muchas de las cuales fueron provocadas por la COVID19; pero cientos de miles también por causas prevenibles como la diabetes, las enfermedades del corazón, ciertos tipos de cáncer y enfermedades como las enfermedades alcohólicas del hígado.

La pregunta obligada ante tan desolador panorama es obvia: ¿qué hacer? ¿Cómo reconstruir a una nación que, además de estos retrocesos, se enfrenta cada vez más con la realidad del fiasco que está representando la propuesta de transformación del gobierno en turno? ¿Cómo detener y revertir el deterioro institucional, económico y político?

Una propuesta por demás interesante se presentó este viernes 27 de mayo en la Casa Lam; se trata del libro del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, titulado, “Por una democracia partidista”. En él, el Ingeniero plantea tres cuestiones de la mayor relevancia.

En primer lugar, como lo habría planteado en su momento Adolfo Gili, sostiene que la Revolución Mexicana fue una revolución interrumpida en lo relativo al cumplimiento de sus mandatos mayores: construir un Estado democrático de derecho; y garantizar justicia social y acceso al bienestar a toda la población. Frente a ese panorama histórico, Cárdenas plantea, antes que abandonar ese proyecto, rescatarlo para completar lo que hace falta y avanzar ahora ya no sólo hacia la realización de las garantías individuales propuestas en la Constitución de 1917, sino, ante todo, construir un país de derechos humanos, tal como se encuentra vigente a partir del nuevo paradigma constitucional surgido en 2011.

En segundo término, el planteamiento del Ingeniero Cárdenas consiste en sostener que, a partir de la revisión seria de nuestra historia, podamos avanzar hacia una nueva realidad de diálogo político que profundice la democratización de las instituciones; y que garantice que el pluralismo político sea la base de una auténtica transformación del país.

Y, en tercer lugar, quizá de lo más relevante, es que el propio Ingeniero reconoce que en este libro ni se encuentran todos los diagnósticos necesarios, ni mucho menos todas las respuestas para sacar a México de la profunda crisis en que se encuentra. Es de subrayarse, desde esa perspectiva, la convocatoria a construir un nuevo diálogo público nacional en torno a cuáles son nuestras prioridades; y sobre cuáles son los valores sobre los que deben construirse si de verdad queremos un nuevo Estado social de derecho.

Queda claro, a través del recorrido histórico que hace el Ingeniero Cárdenas, que lo que México requiere es democracia y más democracia; un concepto y un régimen de gobierno que, aún en el estado en que se encuentra, no se entendería sin el recorrido y actitud ejemplar que tuvo el Ingeniero a partir de su ruptura con el régimen priista de la década de los 80; y su decidido avance para lograr, por ejemplo, democratizar las estructuras de poder de la Ciudad de México, entre otros varios y numerosos logros. SI hay alguien con la autoridad moral y el peso histórico para plantear una convocatoria de esta magnitud, ese es precisamente el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Por ello es de reconocerse, por partida doble que, luego del enorme servicio que ya ha hecho al país, haya decidido de dar nuevamente un paso ejemplar al frente y convocar, desde la profunda visión de país que posee, a que reflexionemos y actuemos, todas y todos, con serenidad, prudencia y una férrea vocación de patria.