Mauricio Valdes
Atento a los acontecimientos como es normal en la actividad
política, llega la oportunidad de escribir sobre la prudencia para gobernar. En
plena adversidad provocada por la pandemia que nos ha impactado severamente,
dejando luto en miles de familias por los más de 60,000 decesos y la creciente
cantidad de contagiados, observamos la elección de la mesa directiva para el
año de actividad legislativa que hoy inicia, en la Cámara de Senadores y la
Cámara de Diputados. Observamos en la primera el predominio de la prudencia y
la sensatez, en tanto en la segunda, lamentablemente, todo lo contrario. Mi
reconocimiento a los Senadores.
La Política es la actividad humana por excelencia y por
ella, el ser humano es capaz de organizarse para desempeñar su potencial con
plenitud. Más allá de los resultados mensurables, la esencia de la Política se
observa en el saber actuar frente a la realidad, para lo cual es indispensable
la virtud de la prudencia, basada en la coherencia y sensatez entre los dichos
y los hechos. Es diálogo y concertación, no pleitos.
Se desgastan algunos individuos a quienes rara vez les
escuchamos propuestas para resolver los problemas que nos aquejan, pero saltan
y gritan, como dicen en el rancho: mezcla de chapulín y grillo. Si algo nos
muestra la historia en este aspecto es que nada funciona sin prudencia.
Nuestros políticos tendrán que examinar la realidad y ver qué es lo mejor para
el país, no para ellos, que eso, si acaso, es temporal y efímero, porque sus
luchas no nublan la realidad.
La prudencia (prudentia) implica sensatez, mesura,
moderación, consideración, es virtud para conducirse y dirigir de modo justo y
conforme a nuestras reglas de convivencia. Platón señalaba que era virtud
indispensable para el gobernante que actúa de acuerdo a los cálculos de la
razón. Después Aristóteles, su discípulo más brillante, desplegó la idea de la
“phronesis”, esencial para gobernar, porque sus decisiones afectan a miles o
millones de seres humanos por mucho tiempo.
La historia condena y repugna a gobernantes que declaran una
guerra sin estar preparados para ella, o sin calcular la fuerza de su enemigo,
como ha sucedido en recientes períodos con la forma en como se ha enfrentado al
crimen organizado.
Por eso se demanda prudencia en nuestros gobernantes. Elemental
conciencia de la realidad para superar la adversidad que enfrentamos. El
político prudente es un ser de buen juicio, aquél que sabe y sabe qué hacer,
porque la prudencia se ajusta siempre a la razón, nunca es caprichosa ni
arbitraria, se mueve siempre dentro de los límites de la razón y justifica
plenamente su acción. Como aconseja el texto sagrado: la sabiduría habita con
la prudencia, suyos son el consejo y la habilidad, la inteligencia y la fuerza.
Porque las naciones más sufrimos por gobernantes imprudentes que por las
catástrofes naturales.