Con relativa frecuencia se equipara el feminismo con el machismo a la inversa. Pero nada más lejos de la realidad. Es verdad que el feminismo surge como reivindicación a una realidad en la que la mujer se ha visto y se ve desfavorecida respecto al hombre. Pero el feminismo va más allá, y es que la cultura de género es también desfavorable para los hombres, algo a lo que el feminismo también es sensible.

Más que perseguir el avance de las mujeres, el feminismo persigue la superación de los condicionantes de género que impiden tanto a mujeres como a hombres vivir y relacionarse de la forma más plena posible. Porque pretender solamente el avance de la mujer sería un logro, pero solamente un “logro a medias”. Sería estúpido desear solamente el avance del 50% de la humanidad, dejando fuera a la otra mitad. Las mujeres seremos más felices si los hombres también logran ser más felices, pues al fin y al cabo son ellos con quienes nos relacionamos como amigos, compañeros, padres, hijos y en muchos casos como amantes.

En las consultas de sexología atendemos a diario a hombres (con sus parejas) que sufren enormemente por dificultades que en un porcentaje elevadísimo tienen que ver con la cultura de género. A los hombres se les vienen exigiendo unos estándares a nivel sexual muy difíciles de cumplir. Y esto es el germen de la mayoría de dificultades sexuales en los hombres, que también hacen sufrir a las mujeres que son sus parejas.

Las mujeres (heterosexuales o bisexuales) seríamos más felices con amantes sin presiones, capaces de expresar sus emociones y de expresarse como desean, y no como “deben”.

Por eso, no solo hay mujeres feministas, sino que también muchos hombres lo son. Yo creo que el feminismo es una actitud que muchas personas tienen, sin ser conscientes de ello ni etiquetarse como tales. Incluso muchas organizaciones y empresas se podrían considerar feministas cuando su filosofía se impregna de estos valores.