Felipe
León López
Las
expectativas previas de los procesos estatales en Coahuila e Hidalgo, en
general, consideraban que el “efecto AMLO” se mantendría y que MORENA sería el
partido que avanzaría. Sin embargo, los resultados sorprendieron a todos los
actores políticos y mandaron una señal de alerta a los morenistas, al grado de
que Porfirio Muñoz Ledo reconoció que “constituyeron un serio revés” y “demuestran
que se requiere un partido sólido y organizado”.
Y
es que los datos duros fueron precisamente eso, muy duros: PRI se llevó el
carro completo en Coahuila, ganando los 16 distritos electorales en disputa.
Por otra parte, en Hidalgo, el tricolor aseguró 32 de 84 municipios, entre
ellos Pachuca. Los demás partidos se quedaron de la siguiente manera: PRD, siete municipios; Morena, seis; PRD-PAN,
seis; PAN, cinco, al igual que Nueva Alianza y Encuentro Social; la coalición
PT-Partido Verde-Morena-Encuentro Social, cinco cada uno; el PT, cuatro;
Movimiento Ciudadano, tres; y el Partido Verde, tres.
Más
allá de las impugnaciones y acusaciones de prácticas fraudulentas, estos resultados
significan la primera avanzada al proceso 2021, cargado de mensajes que todos
los partidos deben leer con cuidado, en especial MORENA, pues se han creído
demasiado eso de que son “el partido a derrotar”. Y cuidado, porque la
percepción no siempre es la realidad, como ya se observó el pasado fin de
semana. Y más cuidado, cuando los dirigentes y gobernantes no saben escuchar a
los ciudadanos, éstos les dan la espalda con su voto de castigo.
Hasta
antes de los resultados del 18 de octubre, MORENA estaba convencido de que, de
las 15 gubernaturas en disputa el próximo año —con excepción de Querétaro,
donde el PAN es el mejor posicionado— la mayoría pasaría a ser morenista porque
así lo registraron sus encuestas.
Las
condiciones han cambiado desde entonces, porque quienes se sentían derrotados
anticipadamente o intimidados por la maquinaria del partido en el poder, ahora
se están reagrupando y preparando para dar la batalla, a partir del análisis
detrás de los resultados.
¿Y
qué fue lo que pasó? ¿Por qué se ha movido ese ambiente de entusiasmo morenista
y se ha pasado a los opositores, al grado de que se han revivido expresiones
como “Sí por México” que buscan candidaturas únicas con el PRI, PAN y MC por
delante?
Una
explicación importante es que, en ambas entidades, el PRI es el partido
predominante y donde no ha pasado la alternancia por sus gubernaturas. Existen
varios factores a su favor: estructura partidista, cacicazgos fuertes y
arraigados con el priismo y sus liderazgos emergentes.
Esto
es importante, porque de las 15 entidades ocho son gobernadas por el PRI
(Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y
Zacatecas). De éstas, cuatro mandatarios están bien evaluados por su desempeño
y han remontado situaciones adversas como la inseguridad y la corrupción. Las
otras entidades, cuatro son del PAN (Baja California Sur, Chihuahua, Querétaro,
y Nayarit); una del PRD (Michoacán), una de Morena (Baja California) y una
independiente (Nuevo León).
Otro
elemento de peso es que, por ejemplo, en Coahuila hay recelo con el gobierno
federal porque los programas se destinan en su mayoría a la estructura de Bienestar,
mientras que se han descuidado programas productivos, de impulso al micro y
pequeño comercio, y de apoyos agropecuarios y ganadería.
En
Hidalgo, por otra parte, no se votó por MORENA por el rechazo al modelo de
Bienestar, sino porque la selección de candidatos que hicieron en la pasada
elección local y federal fue tan descuidada que encumbraron a personajes como
Cipriano Charrez o a integrantes del grupo de Gerardo Sosa Castelán, los cuales
tienen el rechazo ciudadano.
Tanto
en Coahuila como en Hidalgo se evidenciaron los conflictos internos de MORENA,
con desconocimiento de dirigentes, acusaciones de corrupción, fraudes,
malversación de recursos e imposición de candidatos.
Hay
que apuntar que el voto de castigo no sólo fue para MORENA, el PAN también tuvo
retrocesos, por una razón: tienen una dirigencia nacional ausente que sólo
quiere hacer campaña en las redes sociales y no a nivel territorial, que es
poco efectiva y sin conexión con su militancia y base de simpatizantes.
El
desgaste de los conflictos internos ha envejecido la marca MORENA, sin duda,
pero también como gobierno federal han demostrado poca sensibilidad para
responder a las demandas sociales incluso de sus propios simpatizantes. Ante
esta actitud, todo el poder del aparato de gobierno, toda la experiencia
político-electoral de sus superdelegados y todo el despliegue del ejército de
“siervos de la nación”, son insuficientes para recuperar la “esperanza” de quienes
apostaron a que ellos serían diferentes.
Los
nuevos liderazgos, frescos y con una buena reputación, con un discurso más
ciudadano y responsable, fueron los que animaron al electorado a darle su voto
de confianza a quienes ganaron por encima de los partidos que los postularon.
Las
lecciones de Coahuila y de Hidalgo están ahí. Los que quieran entenderlo pueden
hacerlo, los que no, pues se quedarán en el error de su percepción.
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