Al hablar de los héroes de la Independencia de México, a la memoria vendrán Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende o Josefa Ortíz de Domínguez. Sin embargo, dentro de los personajes que -parece- la historia no les ha hecho justicia se encuentra una mujer que fue vital en el movimiento independentista: Leona Vicario, ¿quién fue ella? A continuación te contamos su historia.
María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, mejor conocida como Leona Vicario, nació el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México y, gracias a la buena posición de su familia, logró labrarse una historia interesante, misma que le ayudaría a ganarse un lugar en la Independencia de México.
Vicario quedó huérfana a los 18 años y desde esa edad quedó bajo la tutela de su tío, el doctor en leyes Agustín Pomposo Fernández de Salvador. Debido a los bienes que heredó por parte de sus padres, Leona tuvo la posibilidad de estudiar Bellas Artes y Ciencias, lo cual le permitió desarrollar un sentido crítico frente a los acontecimientos de la época y ejercer el periodismo.
Debido a su consciencia crítica, poco habitual en las mujeres de aquella época, Leona pudo publicar textos en diarios como el Semanario Patriótico Americano y El Ilustrador Americano, siendo este último el que le abrió las puertas para pertenecer al movimiento independentista, ya que fue ahí donde los Insurgentes vieron su trabajo y se pusieron en contacto con ella.
Andrés Quintana Roo y la lucha independentista
Cuando Leona estuvo bajo los cuidados de su tío, tras la muerte de sus padres, se enamoró de uno de sus discípulos: el abogado Andrés Quintana Roo, quien comulgaba con las ideas revolucionarias que dieron pie al movimiento de Independencia. Esta ideología también era aceptada por la propia Vicario, por lo que, pese a la oposición de su tío, logró construir una relación con Quintana Roo.
Andrés Quintana Roo se unió a la lucha armada bajo las órdenes de Ignacio López Rayón, en Tlalpujahua, Michoacán y Leona hizo lo mismo, aunque ella desde la Ciudad de México, uniéndose al grupo secreto de “Los Guadalupes”, donde aprovechó su lugar en la alta sociedad para brindar información valiosa a la causa de independencia.
En 1812, haciendo gala a su poder de convencimiento, Leona logró que un grupo de armeros se uniera a Rayón en Michoacán, esto con el objetivo de fabricar cañones que sirvieran en la lucha. Por su parte, desde la capital del país, Vicario seguía mandando información clave, además de ropa, dinero o medicinas.
Después de algunos años siendo parte de la Guerra de Independencia, Leona Vicario fue capturada a principios de 1814, esto después de que las fuerzas realistas interceptaran un mensaje en el que revelaba detalles a los Insurgentes.
Tras la intercepción del mensaje, Vicario fue encarcelada en la Cárcel de Belén y sus bienes le fueron embargados. Ahí, sufrió presiones para delatar al movimiento que apoyaba, pero nunca lo hizo.
Meses después, específicamente en abril, escapó del lugar y, tras esconderse por un tiempo en la Ciudad de México, terminó en Oaxaca uniéndose a José María Morelos y Pavón y a su pareja sentimental: Andrés Quintana Roo, con quien decidió casarse.
Bajo las órdenes de José María Morelos, Leona ayudó con planeación estratégica, administración de finanzas y en la atención de heridos y enfermos. Además, participó de manera activa en el Congreso de Chilpancingo hasta que Morelos fue capturado.
En 1817, Vicario y Quintana Roo tuvieron la primera de sus hijas, Genoveva, con quien fue capturada por segunda vez por el ejército realista. En ese momento, Andrés logró escapar, pero terminó mandando una solicitud de indulto al Virrey, misma que fue aceptada con la condición de entregarse, por lo que la familia completa terminó en arraigo en Toluca, donde vivieron de forma precaria y tuvieron a su segunda hija: María Dolores, quien nació en 1820.
Tras la conclusión de la Guerra de Independencia en 1821 y el triunfo Insurgente, Vicario recuperó sus derechos legales y le fueron devueltos sus bienes embargados en 1814, incluidas dos casas en la capital y una hacienda en Ocotepec, en Hidalgo.
Junto a Quintana Roo, Leona volvió a la Ciudad de México, donde continuó con actividades políticas, artísticas y periodísticas en diarios como El Federalista, publicado por sus propios recursos hasta el 21 de agosto de 1842, día de su muerte a los 53 años.