En Contexto
Luis Acevedo Pesquera
Justo cuando el presidente Donald
Trump irrumpió en la sala de prensa de la Casa Blanca para emitir un discurso
en el que aseguró sin presentar pruebas que su inminente derrota era producto
de un fraude electoral y con fuertes acusaciones de corrupción en contra de los
ciudadanos dedicados a contar voto por voto de los millones que manifestaron ya
sea su hartazgo o su beneplácito por un gobernante que, en solamente cuatro
años, polarizó a los estadounidenses y al mundo, de golpe vinieron a la memoria
varias as imágenes.
Primero, cuando en 2006 Andrés
Manuel López Obrador convocó a crear un gobierno paralelo o impulsar la
resistencia civil pacífica, tan pronto conoció el fallo definitivo del Tribunal
Electoral que lo declaraba perdedor de las elecciones por una diferencia mínima.
Y que meses más tarde, al
concluir el desfile oficial conmemorativo de la Revolución, se proclamaría “presidente
legítimo” de México. En la elección anterior, que también le fue desfavorable,
expresó su desacuerdo y emplazó a la toma de la avenida Reforma, en la Ciudad
de México que duró varios meses.
A diferencia de lo ocurrido en
nuestro país, en la votación estadounidense no se han presentado evidencias o
dudas razonables del fraude electoral que alega Trump, por lo que en un extraordinario
ejercicio de libertad de prensa y de expresión, las principales cadenas de televisión
dejaron de transmitir el discurso del presidente para evitar la infodemia, ante
la cantidad de mentiras y para no contribuir al deterioro del proceso
democrático. Algunas estaciones mostraron los datos que deshacían cada uno de
los dichos del mandatario que lucha por su reelección, otras lo dejaron fuera
por mentiroso.
El hecho, como se quiera ver, es
inédito. Es todo un tema en materia de comunicación, de la ciencia política y
para la sociología.
Desde la perspectiva de la
psicología, Donald Trump está obligado a iniciar una intensa terapia para el
manejo de la ira y las mentiras.
Pero la otra idea que también
trajo a la mente el irascible presidente de Estados Unidos fue la de “asustar
con el petate del muerto”. Frase que, por cierto, se dice que tiene su origen
en Guadalajara, Jalisco.
Se dice que en el siglo XVI, en el
templo de San Juan de Dios había una cofradía a la que se le había encomendado
que asistiera a los condenados que morirían en el patíbulo y que no solo
ayudarían a que, una vez cumplida la sentencia, si no habían fallecido les
daban la asistencia para bien morir y además se hacían cargo de la mortaja y de
trasladar el cuerpo para su sepultura.
Cuando se hacía el traslado del
muerto, los cófrades lo llevaban en una procesión solemne envuelto en un petate
y por eso la gente les decía los “Caballeros del Petate”. Entre el respeto de
algunos y las bromas de otros, les gritaban a su paso: “Ya nos vienen a asustar
con el petate del muerto…”, con lo que muchos de los mirones -generalmente pillos-
intentaban cambiar su destino.
Igualito a lo que pretende hacer
el presidente Trump con el resultado de las elecciones.
Ahora que, en una de esas no es
tan gringo y corre en su sangre cromosomas de alguien nacido en algún municipio
alteño y no lo sabíamos, por aquello de que “Jalisco nunca pierde y cuando
pierde arrebata”.
@lusacevedop