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Revisar las mañaneras

por Federico Berrueto
16-06-2025

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La reunión matutina diaria de la presidenta Claudia Sheinbaum con un sector de los medios de comunicación debe revisarse. Sigue dando resultados en términos de alinear la información pública y privada en la postura que dicta la mandataria, además de ofrecer la imagen, al igual que con su antecesor, de estar dirigiendo al país con claridad y acierto. Recurso eficaz de propaganda, como muestra la aprobación presidencial no obstante la insatisfacción con lo que hace el gobierno.

Justo ese es el mayor efecto del protagonismo de la mañanera: desvincular la evaluación de la presidenta respecto al quehacer del gobierno y de la situación que impera en el país. La propaganda descansa en la persona, no en el gobierno; la clave está en la reproducción del mensaje y la imagen presidenciales por los medios privados. El sometimiento de las empresas de comunicación, especialmente los concesionados, es vergonzoso si de apego a la verdad se tratara. El escrutinio es inexistente; los medios escritos, los de mayor peso, en su abrumadora mayoría presentan una diferencia entre su sección informativa, la que más impacta, respecto a la opinión editorial, de interés para un público reducido que normalmente busca ratificar lo que ya tiene concebido. Las redes son ruido que no forma opinión; entretienen y recrean el ánimo social.

Son muchos los problemas con la mañanera; no todos a la vista, como la selección de los periodistas invitados, la decisión de quién interviene y la sospecha fundada de que las preguntas se venden. Cuando un auténtico periodista interviene colapsa la aparente armonía; el gesto de la presidenta cambia, más evidente en ella que en López Obrador. No responde a las preguntas, pasa a la defensiva. La réplica es para eludir, cuestionar a quien pregunta o a la fuente o exigir pruebas. Pero ese no es el problema mayor, porque la difusión mediática de la mañanera es selectiva y siempre favorable a la mandataria. Las redes, con material por los errores y excesos presidenciales no forman opinión y menos informan, recrean el morbo y el entretenimiento.

La propaganda pierde fuerza cuando no es consistente con la percepción social de la realidad; ha sucedido prácticamente en todos los asuntos críticos o adversos. La protección al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha; el caso de Teuchitlán, Jalisco; el penoso manejo de la acusación a Cuauhtémoc Blanco; el falso triunfalismo en las elecciones de Durango y Veracruz; la crisis en seguridad, migración y comercio en la relación con EU; las dificultades en la economía y la inversión; el desencuentro con el expresidente Zedillo; el encubrimiento del huachicol fiscal, la farsa de la elección judicial y, recientemente, la agresión por parte del gobierno del presidente Trump.

La mañanera se ha agotado no sólo porque la personalidad de López Obrador es diferente a la de Claudia Sheinbaum. Lo más significativo es el cambio en el entorno. López Obrador recibió un país en crecimiento, con un ahorro acumulado por décadas, un antecesor derrotado y desprestigiado, una población descontenta y ávida de cambio por la corrupción y la violencia, un liderazgo indisputado dentro y fuera de su gobierno. Con la presidenta Sheinbaum todo es diferente, lo más relevante son las finanzas públicas en crisis, postura peligrosamente hostil por parte del gobierno norteamericano, una corrupción galopante como muestra el huachicol fiscal, que significa que 25% de los combustibles que se consumen sea de importación y comercialización delictiva, gobiernos coludidos con los cárteles. Lo más rescatable del gobierno es su diferencia del antecesor: combatir la delincuencia organizada bajo mando civil.

Las crisis revelan errores recurrentes en el manejo de la comunicación presidencial. La mandataria es rehén de su objetivo prioritario: mantener la unidad de la coalición gobernante. Impide ejercer autoridad y hace evidente los desaciertos. Ha decidido aislarse y en no pocos asuntos se configura una presidenta regente, a cargo de un poder que pertenece a alguien más. Sin embargo, la magnitud de los problemas la obliga a actuar proactivamente, como en materia de seguridad. Le urge visión estratégica. El riesgo mayor es que el mundo se le venga encima no sólo por la economía, que presenta problemas serios o por las acciones del crimen organizado, preocupantes e insoslayables; sin embargo, el mayor problema viene de adentro, la corrupción y la colusión de los propios con criminales, asunto que puede estallar como exigencia del gobierno del país vecino.