Se fue doña Rosario Ibarra de Piedra, nuestra legendaria luchadora social, nuestra madre, nuestra compañera, nuestra hermana, quien iniciara no sólo la búsqueda de personas desaparecidas y de perseguidos políticos, sino también, una pieza clave para que nuestro país diera asilo e insertara en nuestra sociedad a muchos extranjeros que huían de las dictaduras de sus naciones.
Se fue Rosario Ibarra con el dolor permanente al no tener certeza de dónde quedó su hijo Jesús Piedra Ibarra y los cientos de desaparecidos en los peores años de la llamada guerra sucia contra las guerrillas mexicanas; ese del periodo oscuro de nuestra historia en que el viejo régimen hablaba de “apertura democrática”, dando amnistía y cooptando líderes izquierdistas, por un lado, y por el otro, con la “zanahoria y el garrote,” se perseguía, reprimía y mataba a quienes no aceptaban entrar al redil institucional del gobierno del partido cuasi único.
Elena Poniatovska, quien el 19 de mayo cumplirá 90 años de edad, escribió un libro fundamental para comprender estas dolorosas historias de persecución y muerte que venían desde la época de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, esos personajes que ahora parecen próceres de la autollamada “Cuarta Transformación”. En Fuerte es el Silencio, “La Pony” sintetizó el dolor de Rosario Ibarra y otras madres de desaparecidos: “Para una madre, la desaparición de un hijo significa un espanto sin tregua, una angustia larga, no sé, no hay resignación, ni consuelo, ni tiempo para que cicatrice la herida. La muerte mata la esperanza, pero la desaparición es intolerable porque ni mata ni deja vivir”.
Doña Rosario se fue sin saber de su hijo, de los hijos de otras madres del Comité Eureka, de los demás hijos que fueron acumulándose por asuntos de Estado y después por el crimen organizado. No está ella, pero está el Comité que hereda su ideario: “Hay que señalarlo con claridad: el resarcimiento a las víctimas y las garantías de no repetición, que según nosotrxs, integrantes del Comité Eureka desde su fundación, se contradice con el poder otorgado a las fuerzas castrenses. El cumplimiento de estos acuerdos sería homenaje a Doña Rosario, que estará siempre de nuestro lado”.
Se fue sin saber tampoco cuál es la verdad sobre el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala por parte de criminales, de policías municipales, estatales, federales o, quizá, incluso de militares… y en pleno siglo XXI. Nadie tiene certeza de qué pasó en este lastimoso hecho que sólo ha servido para lucro político, mediático y propagandístico de unos cuantos.
Se fue doña Rosario y su lucha nadie parecer quererla continuar, porque las cosas han cambiado; el régimen ha cambiado y se ha dedicado a estigmatizar la lucha social, a descalificar la lucha de quienes desde los peores años del viejo PRI defienden los derechos humanos. El silencio es cómplice de quienes detentan el poder del Estado y de gobiernos de la 4T y ahora quieren montarse haciendo reverencias a la memoria de Rosario Ibarra de Piedra. Hoy por hoy, el abuso de autoridad es el delito más denunciado. De acuerdo con la agencia Tresearch, durante el 2020 se llevaron a cabo 640 denuncias de abuso de autoridad contra servidores y servidoras públicos, un aumento de 627 por ciento en comparación al 2019. Algo que debe preocuparnos a todos.
Las cifras de desaparecidos en el sexenio de AMLO, según datos de la propia Subsecretaría de Gobernación encargada de atender los derechos humanos, registra casi 27 mil carpetas de investigación por desaparición de personas. Casi cien mil personas desaparecidas en lo que vamos del siglo XXI.
Gráfico: Desapariciones sexenio de AMLO. Fuente Tresearch México, marzo 2022.
Fuente: Tresearch, marzo 2022.
Más aún, este adolorido país a diario registra 14 menores de edad como desaparecidos, de los cuales el 40 por ciento se ubican en los estados de México, Tamaulipas y Jalisco. Desde diciembre del 2018, se registraron 19,445 niñas, niños y adolescentes reportados como desaparecidos; 5,102 no aparecen, según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).
El crimen contra los niños y adolescentes debería ser ya una preocupación nacional; un asunto de Estado. Al arranque de este gobierno se ofrecieron objetivos claros y contundentes para quitarle a la delincuencia organizada el poder de reclutamiento, voluntario o forzado, de niños y adolescentes, pero no se han visto resultados ni los programas aterrizados con políticas públicas claras. Pasamos del caso del “Ponchis”, “el niño sicario”, a los niños halcones de Acapulco, o reclutados forzosamente por las guardias comunitarias y autodefensas, a los niños descuartizados del Centro Histórico de la CDMX.
El diario Excélsior publicó el 15 de marzo del 2021 que se encuentran “en impunidad, 97 por ciento de los asesinatos de menores; de cada cien investigaciones, sólo en tres hay sentencias”; de 2016 a 2019 se registra un promedio de 3.6 asesinatos de menores en el país por día.
Doña Rosario Ibarra de Piedra tuvo en su agenda la búsqueda de personas desaparecidos por el Estado por más de dos décadas. La realidad actual, sin embargo, el poder fáctico del crimen organizado ha hecho más crudo el delito de desaparición forzada, siendo mujeres y niños los que tienden ir al alza en medio de la impotencia total de las víctimas y sus familiares.
Es el caso de las mujeres, que en lo que va del 2022 han desaparecido 748, un promedio de 7 casos por día, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. El Estado de México, la Ciudad de México, Morelos, Jalisco, Nuevo León y Zacatecas son las entidades que concentran casi el 70 por ciento de los casos.
En el “sexenio más feminista”, los casos de mujeres víctimas del delito de trata se han incrementado en un 39.7 por ciento en México en los cuatro últimos años al pasar de 360 en 2018 a 503 en 2021, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
La semana pasada el Comité Contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de Naciones Unidas dio a conocer un informe duro sobre la situación de las desapariciones forzadas en México, instando a acciones inmediatas para acabar con la impunidad absoluta y a una política nacional para prevenir esta tragedia humana que llegará al récord de las 100 mil personas desaparecidas.
“Elenita” Poniatovska, quien seguramente recibirá un gran homenaje desde la oficialidad cultural quizá haga memoria a doña Rosario Ibarra, haría bien esclarecer qué pasó con las desapariciones forzadas por el régimen durante las décadas de 1970 y 1980; esas que simbolizan heridas abiertas y sangrantes de la izquierda en México, que habitan en la memoria de esos estudiantes, maestros y campesinos de Nuevo León, Chihuahua, Jalisco, Guerrero, Oaxaca que nunca vieron justicia. Porque hay que repetirlo, cuando preguntan “¿dónde estaban cuando …”? pues muchos mexicanos que hoy están desaparecidos, en su momento estaban en lucha contra el régimen de opresión y muerte, intolerancia, de doble moral, doble discurso, promotor del odio y polarización. Ese ambiente fue el que propició la desaparición del hijo de Rosario Ibarra y de muchos jóvenes, campesinos, maestros, colonos, pescadores, indígenas y mujeres.
La muerte de doña Rosario Ibarra de Piedra provocó que muchos actuales funcionarios federales y estatales emanados de la izquierda mostraran en redes sociales sus fotos con la extinta luchadora social y sus condolencias acompañadas de arengas como si no fueran ellos los ahora encargados de resolver crímenes del pasado y del presente. Muy recordado también fue el mensaje político que enmarco la Medalla Belisario Domínguez que en octubre de 2019 se le entregó a doña Rosario, quien en lugar de recibirla y guardarla, la traspasó junto con una carta-compromiso al presidente Andrés Manuel López Obrador: “Querido y respetado amigo, no permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la impunidad. No quiero que mi lucha quede inconclusa, es por eso que dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos hijos y familiares y con la certeza de que la justicia los ha envuelto con velo protector. Mientras la vida me lo permita, seguiré mi empeño hasta encontrarlo”.
Por mínima congruencia, y antes de que los oportunistas del Congreso local de la CDMX y del Congreso de la Unión erijan bustos, medallas o premios con el nombre de Rosario Ibarra de Piedra, ya va siendo hora de regresar esa medalla con sus resultados concretos, no evasivas, no más dilaciones.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com