Lo que ha trascendido del encuentro del lunes por la noche es suficiente para entender que está en curso el maximato de Andrés Manuel López Obrador. El jefe supremo decide no sólo sobre el partido y el proceso sucesorio, también la integración del próximo gobierno y los coordinadores de la Cámara de Diputados y Senadores. Para el presidente la ley no es la ley, y a pesar de la decisión del INE y del Tribunal Electoral de que los aspirantes no realicen proselitismo resuelve que en breve inicien campaña, que el método será la encuesta sin precisar condiciones de confiabilidad, eso sí, sin debates ni posicionamientos diferenciados y tampoco con presencia en medios hostiles al proyecto político, o sea para él todos los independientes. Cuidado con los gobernadores que públicamente carguen los dados. Cereza del pastel es que deberán renunciar a sus responsabilidades, concesión mayor a quien no ganará la encuesta, Marcelo Ebrard.
Irrelevante si Marcelo renunció con o sin permiso. Trascendente la decisión del jefe supremo de que todos deberán renunciar, no sólo quienes están en su gobierno, también Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal, funcionarios electos y, por lo mismo, formalmente no sus empleados. Pero no hay de otra, si quieren competir deberán renunciar como seguramente habrá de formalizarlo el Consejo Nacional morenista el próximo domingo. La aspiración de Gerardo Fernández Noroña o de Manuel Velasco queda en broma de mal gusto.
Al presidente, en vías de jefe máximo, no le importa la ley, tampoco su gobierno, al que habrá de desmantelar en dos responsabilidades fundamentales en un momento crítico: relaciones exteriores y política interior. Cierto es que no entiende ni le interesan los temas de política exterior; sin embargo, la relación complicada con el vecino del norte obliga a una atención mayor por todo lo que está de por medio. Afortunadamente, el embajador en EU, Esteban Moctezuma o ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, pueden cumplir decorosamente la tarea, si AMLO se los permite.
Por su parte, Adán Augusto López, el operador más importante desde que Julio Scherer dejó la Consejería Jurídica, responsable de todas las decisiones relevantes, acuerdos, negociaciones abiertas o discretas, con sobriedad le ha dado buenas cuentas. Pero eso no importa, sí el desenlace del proceso sucesorio y asegurarles a todos que no habrá perdedores, cada cual tiene un asiento asegurado, desde luego se descarta que regresen a la responsabilidad encomendada, lo que incrementa el costo de competir.
A estas alturas la preocupación de Andrés Manuel es la continuidad. Sus obras emblemáticas no estarán concluidas, y se complica su pretensión de un nuevo régimen político fundado en el hiperpresidencialismo, con un sometimiento político de todos los poderes y de todas las instancias de autoridad a través del partido hegemónico. El cambio requiere de mayoría calificada que, con los resultados de las elecciones en Coahuila y Estado de México, se vuelve meta más que lejana. Igual que Calles, se retira a su casa. AMLO no tiene porque escogió el Palacio Nacional, pero su quinta en Palenque le viene bien.
El maximato es imposible. El poder no se comparte y quien abandere a Morena, si prevalece, tendrá que definir los espacios de autoridad. El problema no va a ser tanto López Obrador, sino aquellos que pretendan obtener de él lo que el presidente o presidenta no les concede, especialmente, porque quien ganara podría no tener margen, tampoco mayoría absoluta. Además, las condiciones precarias en materia de finanzas públicas obligarían a correcciones importantes, especialmente en gasto social y subsidios indiscriminados. El incremento al servicio de la deuda, el exiguo crecimiento de los ingresos y la demanda creciente del sistema de pensiones conducen al ajuste, en un gobierno donde el deterioro de la infraestructura y la baja en la inversión son dramáticos. Las cuentas felices terminarán con la elección.
Gobierno dividido, crisis en las finanzas públicas, crecimiento de la oposición, liberalización de la prensa, cuantiosos pagos por casos judiciales perdidos, los problemas de Pemex y CFE, desabasto de medicinas, deterioro de los sistemas de salud y educación, incremento de la inseguridad y aumento de la corrupción, entre otros, son parte de la herencia de quien desde ahora crea las condiciones para la continuidad con continuismo.