
Las normas de trato social, no son coercitivas como las jurídicas, pero sientan las bases para la convivencia armónica. Vencer por la intimidación, es práctica del más fuerte, para imponer unilateralmente su voluntad. Esa ha sido práctica consuetudinaria de los imperios, dados a la depredación, previa la provocación a la víctima, convertida, frecuentemente, en cómplice “inocente” del “agresor”. Lo mismo ocurre con el pendenciero que ofende en público, a su amigo de ocasión, para imponerle su jettatura.
En la vida cotidiana, la vida de los países tiene muchas semejanzas. En el discurso, pretenden sujeción a los valores; pero en la práctica, pronto pasan por alto el compromiso que debe implicar la palabra, para imponer unilateralmente el interés que motiva.
El ser humano, no puede vivir aislado. Así lo reconoce, pero ignora que el otro es semejante a él, en la necesidad de vivir en paz. Cuando una de las partes se da cuenta de la debilidad del otro, aprovecha su dependencia, para someterlo a su interés. Lo mismo ocurre con los países. De ahí que en la historia haya quejas de pueblos contra países quienes los conquistaron y los sometieron por siglos.
Satisfecho el interés, la paz se hace en la persona, familia y propiedades del agresor; y comienza el proceso de liberación que suele durar el tiempo que el conquistador llega a ser tan débil, que cede el paso a su víctima
Hay pueblos con cualidades magníficas que acabaron derrotados por la imprevisión y por el hecho de que todo lo que surge, se desarrolla y muere. Así lo muestra la historia con los imperios. Los padres de los Estados Unidos fueron los Ingleses, de quienes finalmente, se emanciparon.
México vive un momento de consolidación dolorosa de su vida independiente. Sostiene una lucha titánicamente por fortalecer su identidad. Ha sido un proceso difícil, en el que busca consolidar la ley como instrumento para lograr una sociedad libre y justa; actualmente abrumada por la desigualdad.
El concepto de persona humana, ha sido influenciado por los intereses crematísticos y torcido de alguna manera, para responder a los intereses de los fuetes emergentes, que no asimilan cabalmente la herencia humanística, contenida en los textos constitucionales que fueron en el momento de su promulgación, los más avanzados.
Debió el constituyente del 1917, abstenerse de generar los artículos: 3º., 27, 123 y 130, por avanzados para la época. Seguramente muchos mexicanos estamos agradecidos por ello; pues aún con los tropiezos, millones de habitantes pudieron salir de pobreza, la ignorancia y el atraso, aunque no siempre han sido solidarios con el pensamiento de aquellos humanistas.
Ahora que algunos países enfrentamos los efectos de las decisiones de los más fuertes, en donde la ley aparece como letra muerta y los convenios y principios son mediatizados, por el interés circunstancial del poderoso en turno, colegimos que haber detenido el proceso iniciado en 1917, aumentó nuestra dependencia y que es el trabajo y el respeto a principios inherentes a la persona humana, lo que da la verdadera fortaleza.
Ante esta circunstancia, es ampliamente satisfactoria la conducta observada por el poder Ejecutivo con la Doctora Claudia al frente, al manejar la congruencia, la honestidad intelectual y el pego a los principios de respeto a la palabra empeñada, lo que debe regir no solamente las relaciones humanas; porque como quedó dicho y reafirmado, entre las personas, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.