La primera media hora del partido es todo lo que uno desea de una final. Con una intensidad asfixiante, ocasiones por ambas partes y una circulación de balón frenética. En cada choque se ganaba y se perdía la final. En medio de este torbellino a los 5 minutos el Inter se había adelantado por medio de Lukaku, una bestia imparable que le ganó todos los duelos en la noche aun pedazo de defensa como Diego Carlos. Su tanto, el 34 de la temporada en 51 partidos, casi nada. El gol del congoleño sacudió el encuentro desde el inicio.
El Sevilla no tardó en responder y tan solo unos minutos después era De Jong el que lo hacía de cabeza. El delantero holandés aprovechó el mejor momento de la temporada para aparecer. La jugada la inició un Jesús Navas que lleva casi dos décadas recorriendo esa banda derecha del Sevilla, desde la primera cuando todavía se conocía como Uefa, hasta esta sexta ya Europa League.
El empate no calmó las aguas, al contrario. Comenzó el verdadero ida y vuelta, con Banega a cada minuto adueñándose más y más del partido. El último tango del argentino antes de irse a Arabia valía la pena. De sus botas nació el segundo del Sevilla, poniendo la pelota con sinfonía al segundo palo, donde aparecía De Jong con un remate y una parábola imposibles. Pero no le dio tiempo ni a celebrarlo a los sevillistas, en un abrir y cerrar de ojos el Inter repetía la fórmula en el área contraria con un cabezazo del faraón Godín.
Tanto el aficionado como los jugadores necesitaban el descanso para digerir todo el condimento de la primera parte. En la segunda el Sevilla se fue afianzando en el control. Koundé le ganaba todos los enfrentamientos a Lautaro. Pero al contrario sucedía con Lukaku y Diego Carlos. Hasta que sucedió la acción de la mala suerte. En otra jugada de estrategia el defensor brasileño se incorporó para hacer una chilena que se marchaba fuera, pero la pelota tocó en el pie de Lukaku para entrar en su portería. De nada sirvió todas las batallas que le había ganado hasta entonces a su marcador en toda la noche.
El gol no hundió a los italianos. Tiraron de orgullo para intentar lograr el empate. Y estuvieron cerca colgando balones sobre el área del Sevilla. Pero ya el guión estaba escrito y la copa reclamaba al verdaderp especialista de este torneo en los últimos 20 años, el Sevilla.