La realidad es que el término ‘tantra’ nos revela una doctrina esotérica que alude a una serie de textos sagrados milenarios cuyo origen se encuentra en el budismo, el hinduismo, el jainismo y el bönpo; cuatro destacadas religiones de origen oriental que, evidentemente, van mucho más allá de lo que a la citada expresión se le atribuye.
El tantra se refiere, explicado de forma muy básica, a una forma de experimentar la vida que busca la plenitud a través de la conexión con uno mismo y con los demás, siendo conscientes de aquello que nos rodea.
El “sexo tántrico” del que habitualmente oímos hablar, suele ser un producto occidentalizado del mismo, revestido por un halo de sensualidad y erotismo. Pongamos un claro ejemplo de ello; seguro que te suena la típica imagen que nos muestra la unión entre un hombre y una mujer, de hecho si realizamos una simple búsqueda de este término en la red será una de las primeras en aparecer, haz la prueba. Pues bien, te aclararé que tal ilustración no pretende transmitir un mensaje erótico, sino que representa con naturalidad la unión entre lo masculino y lo femenino como base para alcanzar la plenitud del individuo.
Del mismo modo, su desconocimiento ha dado lugar a que diversas escuelas y prácticas que nada tienen que ver con los principios de esta disciplina, se escondan bajo la exótica “marca tantra”.
Uno de los fundamentos sobre los que se apoya la filosofía del Tantra es vivir el presente. Algo que parece tan simple puede ser la base para comenzar a tomar plena conciencia de nuestros encuentros íntimos, en un mundo que gira muy deprisa. La clave está en la concentración, en centrarse únicamente en lo que acontece aquí y ahora, dejando de lado las preocupaciones y prestándole especial atención a las sensaciones que experimentamos en ese preciso momento, poniendo a funcionar a pleno rendimiento nuestros cinco sentidos. Como diría la vocalista del grupo Chambao; déjate llevar, por las sensaciones…
El tantra nos invita a poner en juego la totalidad de nuestro cuerpo, pues aquí el sexo no es sinónimo de penetración y nuestros genitales tan solo constituyen una parte más del mismo. Desde esta perspectiva, se abre un mundo de posibilidades amplio y diverso a explorar donde cada poro de nuestra piel puede proporcionarnos experiencias únicas.
Si algo tiene claro el tantra, es que tu nivel de satisfacción está íntimamente relacionado con el nivel de aceptación de tu propio cuerpo y el de la otra persona. Ser consciente de tus y sus virtudes y defectos y aceptarte y aceptarle tal y como eres o es resultará primordial a la hora de crear un ambiente de confianza y comprensión. La clave se encuentra en potenciar tu autoestima, ¡quiérete mucho!
El tantra exalta la naturalidad del acto sexual y la libertad para llevarlo a cabo. Desde esta perspectiva no se atisban prejuicios y tabúes, pues te incita a experimentar la sexualidad sin temor, sorteando las barreras que pueden llegar a limitar la búsqueda del placer.
Sin expectativas, así es la sexualidad que defiende el tantra. La finalidad que se persigue no es llegar al orgasmo, sino disfrutar de la totalidad de la práctica amatoria de principio a fin sin buscar nada concreto. Con ello nos despojamos automáticamente de las típicas exigencias y presiones orientadas a un resultado predefinido que, lejos de facilitar la consecución del mismo, enturbian su ejecución desde el inicio.