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SIN ALTERNATIVA, PONER LÍMITES.

por TOMÁS BUSTOS
10-04-2025

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Como vivir sin límites es convocar al caos, es preciso controlar, para que venga el orden y, por tanto, la posibilidad de acceder a la verdad, a la justicia, en condiciones de que la vida humana sea factible.

Ni la pasividad ni la violencia sin control, son recomendables para hacer posible la vida, pues de ello deriva: la inestabilidad, la inseguridad, el desorden, el caos, la muerte y la aniquilación de todo lo que exista o pueda existir.

El entorno, ofrece cierta flexibilidad, que genera un margen, para que los fenómenos puedan sucederse dentro del marco de nuestra comprensión y tolerancia.

El calor que emite el sol y nos llega en forma de energía, hace que los vegetales reverdezcan; pero el calor intenso los marchita; el cuidado esmerado produce generalmente, o es de suponer, descendencia, adaptada y productiva; en cambio los excesos, acaban con la armonía, porque viene el caos la violencia y la muerte.

El entorno, nos ofrece vivencias tan diversas, como opciones de información. El teléfono celular, maravilla para quienes nacimos en la primera mitad del siglo pasado, ocupa el espacio del maestro y de la autoridad familiar, para convertirse en el principal agente de enajenación. No hemos puesto límites y ahora, es maestro de las nuevas generaciones, con los problemas de todos conocidos.

Padres e hijos, no pueden estar en paz, si no tienen a su lado el aparato magnífico, cada día con mayores atractivos, pero ¿qué efectos produce en la esfera afectivo-volitiva de las nuevas generaciones.?

En numerosas ocasiones, los avances tecnológicos, han producido cambios, estimulando sin límites nuestra vida. Es deber de todos, pensar productivamente, qué hacer con nuestra capacidad volitiva, hacia dónde se enfila nuestra aptitud cognitiva y, en qué hemos convertido la maravilla de la psicomotricidad.

Los científicos, privilegiados del pensamiento lógico, avanzan y todos festejamos las maravillas tecnológicas que nos ofrecen con generosidad. Es probable que ellos cumplan con su naturaleza; pero el resto, qué hacemos para dignificar nuestras calidades humanas; qué lugar apartamos en nuestro ser, para la empatía, la solidaridad, la verdad y la justicia.

Qué de lo mejor de nosotros mismos, dedicamos a poner y ensanchar límites; en algunos casos, para auspiciar la ruta hacia el pensamiento lógico y, en otros, para advertir el peligro de entronizar el pensamiento mágico. 

La humanidad ha evolucionado para hacerse mejor, dialogando. No existe otro satisfactor mejor para el ser humano, que otro semejante. Empero, al diálogo, lo convertimos con frecuencia en disputa, en instrumento del desacuerdo. Es por tanto imperativo, poner límites a la violencia interna y dar paso a la cordura; a escuchar con el fin de ser escuchados, para encontrar soluciones, en medio de la discordia.

Encontrar el camino para poner límites a la crueldad, por supuesto no para promoverla en menor medida, sino para impedir, su acción destructiva hacia la especie.

Trabajar por ajustar la norma de conducta, para eliminar o mitigar el sufrimiento, para evitar que se vea como irremediable para millones de gentes, que ven convertida su existencia en un martirio permanente.

Para lograr la cordura será necesario trabajar para generar un legislador capaz y representante auténtico; en un maestro, preparado para vivir los intensos cambios que transforman a la sociedad y le hacen perder su rostro humano.