RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Desde hace varias décadas los mexicanos padecemos una gran crisis de credibilidad. No creemos en los decires, muchos menos en las bondades de nuestros gobernantes, razón por la que toda acción emprendida por las autoridades, motiva una reacción, pero negativa de la población.
Esto viene a cuento por lo ocurrido con la detención de José Antonio Yépez “El Marro”, cruel criminal, líder de los “huachicoleros” de la zona del Bajío, quien se mantuvo prófugo por mucho tiempo, evadiendo las acciones emprendidas por las autoridades para su detención, aunque ahora si se consiguió su captura en Apaseo el Alto.
El Marro, cabeza del llamado Cártel de Santa Rosa de Lima, cuya zona de acción está comprendida en varios municipios de Guanajuato, aunque su influencia alcanzaba a llegar a las zonas limítrofes con Querétaro, San Luis Potosí y enemigo jurado del Cártel Jalisco Nueva Generación, fue detenido por fuerzas federales y estatales, luego de meses de búsqueda.
Como sucede en una nación que ha sido engañada constantemente por sus autoridades, la reacción fue inmediata y los comentarios versaban sobre la caída en la popularidad del Presidente López Obrador, por lo que ahora si se decidieron a actuar en contra de la cabeza de ese grupo delincuencial, para intentar reducir una supuesta caída libre del Ejecutivo federal.
Otros más apuntaron a la aparente protección de unos grupos de la delincuencia organizada, mientras se embestía a los otros, los que, eventualmente, no estarían alineados con el actual gobierno.
Las redes sociales explotaron con este tema, mientras unos y otros reconocían la voluntad gubernamental para perseguir a los delincuentes, especialmente a los grupos violentos y otros más calificaban el hecho como totalmente fortuito y relacionado con el tema de popularidad.
Y es aquí se conjugan dos factores, uno basado en la popularidad del Presidente y otro en los engaños que ha sufrido la población en cuanto a las acciones de gobierno, no solamente de esta administración, sino de las pasadas.
Son muchos los que cuestionan el tiempo que pasará antes de que El Marro sea liberado, sea por inconsistencias en las pruebas, mala integración de su expediente judicial o hasta negociación por parte de las autoridades con el propio delincuente.
Exponen casos del pasado en que, tal vez, tengan la razón, como son las detenciones de Joaquín Guzmán Loera en sexenios diferentes, donde se le detuvo y el delincuente se logró fugar, con la ayuda de las propias autoridades, así como la detención de otros personajes ligados al narcotráfico que detenidos lograban ser dejados en libertad, así como la no tan lejana acción en contra de Ovidio Guzmán, cuyo grupo delincuencial consiguió un trueque con el gobierno y las más reciente capturas de la propia mamá de El Marro y otros familiares que fueron liberados rápidamente por culpa de las propias autoridades judiciales.
Lo ocurrido con Ovidio Guzmán no es una situación extraña dentro de las decisiones políticas de nuestros gobernantes, aunque ésta fue pública y notoria, por lo que alcanzó a dimensionarse más, alcanzando plenitud universal.
Por eso, la detención de José Antonio Yépez Ortiz se puede catalogar como un logro, aunque habrá que seguir de cerca el asunto para ver si no fue solamente un golpe de suerte o, como dicen algunos se trata de un asunto pactado con los enemigos mortales del llamado “Marro”, los que pudieron dar los datos para su captura.
Por lo pronto, resulta curioso que en esta feria de las vanidades en que se convirtió la política en México, el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhué Rodríguez, ganó la noticia al propio gobierno federal, anunciando la captura del delincuente que tanta desazón provocó a su gobierno y a la población de esos rumbos.
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De verdad la popularidad del Presidente –sin importar de quien sea- es tan importante que se ponga en duda la existencia de una buena voluntad gubernamental para que el país regrese a la paz o tranquilidad que imperaba cuando los políticos no eran tan voraces, ni se encontraban liados con los grupos delincuenciales.
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