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Tangetopolis en videos y corrupción de la clase política mexicana

por Felipe León López
24-08-2020

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Felipe León López

 

En 1992, en Italia, siendo Bettino Craxi secretario del Partido Socialista y ex primer ministro, inició el proceso Cusani contra la corrupción en la clase política de su país, iniciando por su propio partido y gobierno, los cuales habían sido sorprendidos, evidenciados y denunciados por sobornos, aportaciones ilegales y negociaciones oscuras, utilizando mecanismos tramposos para evadir su fiscalización:

 

“Siempre estuve al corriente de la naturaleza irregular e ilegal del financiamiento a los partidos, a mi partido y a la actividad política en general. Lo comencé a entender desde cuando usaba pantalones cortos”, afirmaba Craxi.

 

Se trató el multicitado proceso judicial conocido como “Manos Limpias”, originalmente Tangentopoli, el cual sacó a la luz, precisamente, los mecanismos de triangulación y mecánicas de financiamiento irregular a distintas causas de gobierno o de leyes a modo de los patrocinadores. “Tangente”, en italiano, significa precisamente comisión que se paga a los políticos a cambio de favores. Fueron más de 2,500 personas procesadas tanto del Partido Socialista como de la Democracia Cristiana, así como empresarios y cabilderos.

 

El resultado del proceso acabó temporalmente con los partidos tradicionales y emergieron nuevos institutos políticos y candidatos ciudadanos, con buenos y pésimos resultados, encumbrando a personajes como Silvio Berlusconi y Umberto Bossi.

 

En España, la corrupción y pésima forma en que el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español dieron a origen a movilizaciones y a nuevas expresiones cívico-políticas como Podemos (neo populista), Ciudadanos (derecha) y Vox (neo ultraderecha).  Ninguna de las nuevas denominaciones políticas ha estado a la altura de las expectativas de los españoles indignados con la corrupción de los políticos tradicionales.

 

La corrupción indigna a todos. El corrupto no sólo es el que soborna, el que da la mordida y quien la recibe, el que falla a sus compromisos y no respeta horarios y confianza en él depositada. Este fenómeno permea todo nuestro sistema y modo de vida, está en el tejido social y en la complicidad de gobernantes y gobernados.

 

Con estos dos antecedentes, y con la experiencia de los actos de corrupción que han molestado al hartazgo a los mexicanos, el 2018 fue un referéndum ciudadano contra la corrupción del pasado, del viejo régimen y también contra esa clase política que emergió en el proceso democratizador de 1988 a la actualidad, es decir, PRI, PAN y PRD, cuyos gobiernos y representantes populares también fueron pillados y repudiados.

 

Por esta oferta política, en gran parte, Andrés Manuel López Obrador ganó.  Las ofensivas contra la corrupción estaban en el ánimo de todos y se exigían castigos ejemplares, resarcimiento de los daños y también una necesidad para refundar el pacto ciudadano- gobernantes.

 

Más de una vez AMLO hizo suyo el descontento social contra esa clase política caduca, incapaz de cambiar y, además, aferrada a buscar por tramposas vías perpetuarse en el poder. Esta empatía para traducir el fin de la corrupción con justicia social fue aplaudida y nadie podía estar en desacuerdo.

 

Así, paradójicamente, so pretexto del combate a la corrupción se repiten esquemas corruptos, llegamos a la toma de decisiones sobre el NAIM y otros proyectos sometidos consultas de dudosa metodología y transparencia; la integración del proyecto de gobierno, la oferta de seguridad ciudadana y la explotación de la pandemia, detectándose diversas trabas que generaron paralización de acciones de gobierno; pérdida de puestos de trabajo; reducción dramática del gasto público, como en salud; cancelación de normas y procesos jurídicas y la imposición de otras, como el aumento de las asignaciones directas; la desciudadanización de diversas instituciones y la concentración de poder político al viejo estilo presidencialista.  

 

La Jornada en mayo del presente año, reseñó el costo de la corrupción en México con datos del INEGI: “En 2019, primer año completo de la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, el costo por la corrupción para los ciudadanos que acudieron a realizar algún trámite o solicitar un servicio en una oficina pública fue de 12 mil 770 millones de pesos, 64.1 por ciento más que en 2017, cuando fue realizada la medición previa, reportó el INEGI. Ello se tradujo en que el costo de la corrupción para cada ciudadano fue, en 2019, de 3 mil 822 pesos, 56 por ciento más que en 2017, añadió”.

 

Estallaron los videoescándalos y las filtraciones, en medio de fuertes señalamientos de que éstos pudieran aniquilar el debido proceso y, por ende, su impunidad. Se fueron ventilando nombres de presuntos implicados y partidos supuestamente beneficiados, dejando un sabor de “justicia selectiva”, porque la cargada parece sesgarse política y electoralmente, como acusaron dos gobernadores.

 

Lo peor fue que aparece un nuevo video en el cual deja muy mal parado al grupo en el poder tanto por el contenido como por la forma en que operaron su “control de daños”: desplantes facciosos del uso de los aparatos del Estado para controlar medios y lanzar mensajes intimidatorios -como el lanzado contra la revista Nexos—, y lanzar sendas campañas en redes sociales.

 

Si en días pasados las acciones y la ofensiva de AMLO contra la corrupción le permitió avanzar en términos de popularidad y recuperar credibilidad, para los días siguientes es muy amplía la duda de qué va a pasar porque su partido MORENA, que como Podemos, Ciudadanos y Vox, es una expresión nueva, surgido de las movilizaciones callejeras, pues por más que hagan campañas de defensa den redes sociales y en todos los foros del poder político, a la población le queda claro que es un partido que ya envejeció y su fortaleza, por ahora, es que está siendo visto como una agencia de colocaciones y en ello base su aceptación y expectativa.

 

Los ciudadanos, sin duda, tenemos un reto enorme para los siguientes meses, pues quizá no veamos el fin de los partidos tradicionales, pero sí quizá el surgimiento de nuevas alianzas en las cuales vayan sustituyendo a los líderes tradicionales y sean nuevos liderazgos los que estén por asumir posiciones más destacadas, está en nuestra labor y vigilancia, evitar que quienes lleguen no envejezcan ni se corrompan como los personajes que hemos visto desfilar en días y años recientes.

 

Contacto: feleon_2000@yahoo.com