José Luis Camacho Acevedo.
El recuento de los días que han transcurrido desde que en diciembre pasado nuestro compañero Ciro Gómez Leyva sufrió un mortal atentado contra su vida, no es de parte nuestra un reclamo del grupo que lo acompañamos en sus transmisiones matutinas.
El atentado que sufrió Ciro tiene varias lecturas, desde las más lógicas, hasta las más elaboradas. Pero ninguna de esas hipótesis se puede descartar porque estamos hablando de un hecho que representó un atentado a la libertad de expresión en primer lugar, y, la lectura más trascendente, es la de saber qué tipo de autoridad es la que protege a los mexicanos de una violencia tan sangrienta que ya inscribe como una de las más dolosas de la historia reciente del país.
El gobierno no puede seguir refiriéndose al atentado que sufrió nuestro compañero con banalidades tan inverosímiles como preocupantes como las que ha dicho nada menos que el presidente de México desde su patíbulo mañanero.
El presidente López Obrador ha llegado a sugerir que lo que sufrió Gómez Leyva fue un “autoatentado”.
Ciro ha respondido a esa irresponsable “insinuación” presidencial: “Entonces resulta que según el gobierno de López Obrador yo me mandé matar·”.
Es inconcebible tanta frivolidad que se pregona desde el máximo poder político que hay en México como si estuviéramos ante un caso sin importancia. Un caso que obliga a su total esclarecimiento por las mencionadas lecturas que trae emparejadas consigo.
¿A quién le estorba tanto Ciro Gómez Leyva como para querer eliminarlo al más puro estilo en boga que es el crimen cometido por subrepticios y tenebrosos sicarios?
Y las investigaciones sobre el atentado, a pesar de que la autoridad ya tiene a más de una decena de detenidos, al parecer no avanzan en lo que se refiere a la identificación del autor, o los autores, intelectuales del delito.
¿Todos somos Ciro como se puede decir que todos somos Matamoros?
Igual que el caso Colosio, recuerdo como se perdió en el imaginario colectivo el asesinato del presidente John F. Kennedy:
“Ningún otro evento en los últimos 75 años ha continuado cautivando a los americanos como el asesinato del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas.
Más libros y artículos han sido escritos sobre el tiroteo que cualquier otro evento individual en la historia del país. Numerosas películas y documentales han vuelto a contar sobre ese día o ha sido usado como trasfondo para otras historias.
Teorías de conspiración continúan sumergiendo mientras el número de americanos de ese tiempo en 1963 se reduce y generaciones más tarde expresan preguntas sobre hallazgos de la Comisión Warren.
Los registros oficiales de la matanza, el cuarto asesinato de un presidente estadounidense, han sido transferidos a los Archivos Nacionales, cuyo, bajo la ley de 1992, creó la Colección de Registro de Asesinato de John F. Kennedy como depositario para los registros lanzados a través de un proceso de revisión diseñado para apurar su lanzamiento para el 26 de octubre de 2017.
En acuerdo con la ley, se supone que los Archivos para esa fecha, hagan público el paso final a los registros relacionados con el asesinato que contiene a menos que el presidente actual autorice mas aplazamiento.
La historia del asesinato ese día en Dallas es uno en el que los Archivos Naciones, como el depósito de los registros permanentes de valor del gobierno federal, han tenido una parte en escritura.”
Conclusión: a tres meses del atentado contra Ciro Gómez Leyva, seguimos sin saber nada sustantivo sobre los móviles y los autores intelectuales del intento de asesinarlo.