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Un aeropuerto chiquito

por Federico Berrueto
23-03-2022

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Este lunes, el presidente inaugura una de sus primeras obras públicas de relevancia. El debate está en puerta. En eso es igual que siempre, pero ahora peor: no solo son los costos más elevados respecto a lo proyectado, sino la funcionalidad misma del aeropuerto. No es un tema de los militares que la construyeron, sino de los ingenieros y de los financieros. Se hizo lo que se pudo y muy poco a partir de las necesidades que tiene el país de contar con un hub aeroportuario.

Es un aeropuerto pequeño a pesar de la grandilocuencia del gobierno y del presidente. Más aún, la inauguración se ofrece cuando no están concluidas las obras para acceder a un aeropuerto que requiere de vías de acceso en una zona metropolitana con severos problemas de movilidad. Todo ello significa que el decadente aeropuerto Benito Juárez seguirá siendo el preferente.

La cancelación del aeropuerto de Texcoco fue el primer error del gobierno. Los comentarios lo refieren como el principio de la ruptura con los empresarios. No es tal, ni hubo ruptura y los empresarios se conformaron, incluso hasta los que fueron afectados por la cancelación. Hubo acuerdo y los cuantiosos recursos futuros por la Tarifa de Uso Aeroportuario serían utilizados no para dar mantenimiento al aeropuerto que se utiliza, sino para indemnizar a las empresas acusadas por el mismo presidente como partícipes de un proyecto pleno de corrupción.

El país perdió la oportunidad de resolver un tema fundamental no solo para la economía, sino para las personas. Nos quedamos chiquitos y mediocres, a imagen y semejanza de la capacidad colectiva para hacer entrar en razón al presidente, quien logró su propósito o capricho de acabar con una obra icónica del neoliberalismo. En su lugar un aeropuerto chiquito.

Las malas obras son condena, aunque la publicidad y la propaganda las haga ver como lo que no son. Así es porque éstas trascienden a quien gobierna y por ahora es explicable el aplauso de los de siempre y el silencio de muchos. También habrá quien cuestione, pero como es común prevalecerá el favor informativo al proyecto y a la fallida solución a las necesidades de comunicación del país.

Con el tiempo habrán de resolverse algunas de las limitaciones existentes, seguramente el de la comunicación terrestre e incrementar el penoso número de operaciones con las que se inicia. Se verá lo ridículo del taxi aéreo de la ciudad de México al aeropuerto, también que las necesidades exceden en mucho lo que resuelve el Felipe Ángeles. Es deseable que todo se atienda y se solucione en términos de rigurosa seguridad la compatibilidad del espacio aéreo entre los dos aeródromos. Deben preocupar los incidentes y todavía más que la tragedia se hiciera presente.

En pocos años deberán reactivarse las operaciones comerciales del aeropuerto de Toluca, sacrificado por los dos últimos gobiernos. Posiblemente, el de Puebla y Querétaro aporten a la solución. Y nuevamente, en una década más, cuando la pesadilla presente se vea lejana, regrese a la discusión pública la necesidad de construir un hub aeroportuario en bien del país y dejar en su justa dimensión el aeropuerto chiquito del Felipe Ángeles, a quienes sus promotores le dieron la desproporcionada dimensión como un ejemplo mundial de obra pública y de solución a la demanda económica y social de comunicar personas y mercancías por vía aérea.

Efectivamente, las obras públicas son imagen y semejanza no sólo de quien gobierna, sino de una época. Medida del sentido de grandeza de nuestra generación.


Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto