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Un año sin Diego Maradona

por Redacción
29-11-2021

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En 1986, algunas semanas después de hacerse leyenda en México, Diego Maradona le salvó la vida a Paolo Sorrentino. El cineasta, uno de los más reconocidos de Europa hoy, tenía 15 años cuando su fanatismo por Napoli y por el número diez lo llevaron a rogarles a sus padres para poder viajar y presenciar un partido de visitante del equipo, en Empoli. Por primera vez en su vida, recibió el permiso y hasta la Toscana viajó. A su regreso conoció la tragedia: sus madre y su padre habían muerto por una fuga de gas que también lo habría matado de haber estado en la misma casa de vacaciones de Roccaraso que ellos. Décadas más tarde, Sorrentino le dedicó el Óscar a su héroe.

El paso de Maradona por este mundo es mucho más significativo de lo que él pudo comprender jamás en vida. Y eso que su percepción era cristalina y abarcadora, aunque por supuesto insuficiente. Su pie llegó a cada rincón del planeta, que hace un año lo despidió como a ningún otro hombre. Millones de vidas fueron atravesadas por su presencia. Resulta imposible imaginar cuántos Sorrentinos hay, como también es imposible describir cuál será la magnitud de su efigie en el futuro.

Ya muerto el ser humano, queda el emblema. ¿De qué? de lo que cada uno elija. Maradona puede ser bandera en una protesta o mural en una escuela. No tiene límites el alcance de su figura. El pueblo lo ha tomado como propio. O los pueblos. No solo el argentino o el napolitano. Excede los límites geográficos, sociales y culturales. Y está omnipresente, con perdón del facilismo de la comparación con dioses religiosos (menos que mitológicos o paganos).

Un año después de su fallecimiento, los que quedamos en la tierra somos aún sus contemporáneos y, como tales, buscamos devolverlo a la vida ante cada hecho del que él podría haber formado parte, como protagonista o como observador. Es un acto reflejo universal. Durante estos doce meses se reiteró en mesas de bar, reuniones de amigos, canchas de fútbol, redes sociales y foros varios la pregunta "¿qué habría dicho o hecho el Diego?" con todas sus variantes; o la exclamación "si estuviera el Diego..."

El acontecimiento más importante del año futbolístico en América y quizás el más destacado del mundo entero fue la coronación de Argentina en la Copa América. O, mejor dicho, el primer título de Lionel Messi con la camiseta de su Selección nacional. En pleno Maracaná y contra Brasil, la Albiceleste se coronó y rompió una sequía de 28 años. Un largo tormento del que fue víctima Diego como futbolista, ya que la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994 fue el primer torneo de la lista de frustraciones.

En una realidad paralela más venturosa, sin pandemia, Maradona habría estado firme en las tribunas del estadio, tal como estuvo en la final de 2014. Habría saltado con el gol de Ángel Di María, el adolescente flaco y cuestionado al que le dio la titularidad en 2010. Habría recibido a los campeones con un abrazo cariñoso y genuino. Un abrazo de compañero. Le habría sonreído desde lejos al capitán, que con su mismo amor por la camiseta y su mismo coraje no se rindió y logró el objetivo.