RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Contar la historia política de un estado por dos sexenios y condesarla en una novela de 500 páginas es todo un reto que afrontó el periodista, poeta y escritor Mario Alberto Mejía, pero lo consiguió en su primer tomo de los tres de que constará su saga “Un día nos moriremos todos”.
El título resulta atractivo “Miedo y asco en Casa Puebla”, va rondando entre la realidad y la ficción, con un personaje protagónico que le toca vivir de cerca los aconteceres de esas dos administraciones, catalogadas de las más nefastas que le ha tocado vivir a los habitantes de Puebla, Mejía desliza su buena prosa, con un recorrido vertiginoso y narrado en forma fácil que atrapa al elector.
Sin embargo, lo mejor de la novela se encuentra en las historias que se cuentan, donde los excesos, abusos, saqueos, rencores, cinismos deslealtades, infidelidades y la traición quedan plasmados en las actitudes que asumen los protagonistas de la historia.
La novela versa sobre la actuación de dos gobernadores presentados como Manuel Fraudlett y Mario Torrin Mares, ambos, imaginarios, pero reales, cuyas personalidades y actitudes se asemejan grandemente a las de Manuel Bartlett y Mario Marín, quienes gobernaron en forma grosera y grotesca uno de los cinco estados más poblados del país y con mayor presupuesto.
Son dos administraciones catalogadas como desastrosas que expusieron al priismo, partido del que provenían al rechazo ciudadano como sucedió finalmente y provocó el hartazgo de la población.
En la novela se entremezclan los actores verdaderos, incluidos con sus nombres, con los que también parecen serlo, pero con distinto nombres, pero misma ubicación y descripción exacta.
Las intrigas palaciegas, los negocios personales, las traiciones a quienes los impulsaron, se van deslizando en cada página de esta interesante novela que va en su primera reimpresión ante el éxito obtenido.
En el recorrido por esos años, el autor mezcla otros personajes con sus nombres verdaderos y de otros hace insinuaciones que dibujan fácilmente de quienes se trata, lo mismo políticos de su mismo partido que de oposición, así como empresarios y periodistas que caen en los juegos del poder, de la deslealtad, del cohecho, de diversos delitos y hasta de asesinatos.
No falta en la trama las historias de amor, desamor, venganzas y traiciones de los personajes principales que basados en el uso y abuso del poder obtienen los resultados de lo que buscan.
Mejía puntualiza cada uno de los hechos que en realidad ocurrieron durante esos dos mandatos y que, en la actualidad mantienen en calidad de prófugo al ex gobernador Mario Marín Torres, mientras que con Manuel Bartlett Díaz se asoman visos de corrupción.
En el caso de Marín Torres el acoso y persecución que se hizo de la periodista Lydia Cacho provocó (muchos años después) la orden de aprehensión en su contra y de su jefe policíaco Adolfo Karam, por las vejaciones y atropellos ocurridos en contra de quien publicó los excesos de Marín Torres y hasta su eventual pederastia en complicidad con un próspero empresario (Schara Kamil) que también se encuentra prófugo de la justicia y cuyas evidencias fueron presentadas en el libro “Los demonios del Edén”.
Finalmente, después de trece años de impunidad se libró la orden de aprehensión por los delitos de abuso de autoridad y tortura por el Primer Tribunal Unitario de Quintana Roo contra el exgobernador de Puebla, Mario Marín y otros tres implicados.
Con Manuel Fraudlett desnuda parte de lo que un personaje con el que se encuentra un símil, Manuel Bartlett, ocurrió recientemente al ser exhibido con parte de su onerosa fortuna.
Mario Alberto Mejía consiguió su propósito con esta novela ficción-realidad atrapar al lector que se encuentra ávido del segundo tomo de esta saga.
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El próximo presidente del Senado de la República será Eduardo Ramírez uno más de los alfiles con los que juega su compañero de escaño. Manuel Velasco Coello. Cobijado con la bandera de MORENA, Ramírez buscará nuevamente el gobierno de Chiapas en 2024, por lo que se constituye en una piedra en el zapato para Zoé Robledo el director del IMSS cuyo sueño es gobernar esa entidad para reivindicar la figura de su padre, Eduardo Robledo, cuyo gobierno duró un suspiro, solamente un par de meses.
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