
Mientras su jefe, el canciller Marcelo Ebrard, trabaja en condiciones especialmente complejas para construir una política exterior que ponga al presidente López Obrador y a la diplomacia mexicana de regreso en los debate internacionales de peso, desde la comodidad de Nueva York, el embajador mexicano ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, dedica su tiempo de oficina, sin pedir permisos ni renunciar a su sueldo, a operar en el adelantado juego de la sucesión sexenal.
El ex rector ha hecho mutis cada vez que la UNAM ha sido agredida en el discurso presidencial, a pesar de que le tiene tripulado el barco universitario a Enrique Graue con su propio equipo de comunicación cobrando en Ciudad Universitaria, pero trabajando para él en Nueva York. Sin embargo utiliza toda su influencia y mueve todos los hilos que puede, particularmente en la universidad y en un conocido diario de circulación nacional muy poco amable con el presidente y con la 4T, para promover la candidatura presidencial de la jefa de Gobierno: Claudia Sheinbaum.
Nadie puede negar que De la Fuente tiene su propia relación y línea de comunicación con el presidente López Obrador. Pero si se valió de ella para elegir como destino el exilio dorado que representa la embajada de la ONU en Nueva York cuando pudo ser secretario de Gobernación y estar en la primera línea de batalla por la transformación desde el inicio del sexenio, por lo menos debería mostrar lealtad y respeto institucionales al jefe directo que él mismo eligió: el Canciller, pues para nadie es un secreto que hoy la candidatura presidencial de MORENA está entre Sheinbaum y Ebrard.
En lugar de actuar profesional e institucionalmente, el médico, que no doctor De la Fuente, ha convertido su oficina y su operación en una especie de cuarto de guerra transfronterizo para promover la figura de Sheinbaum entre diplomáticos de diferentes partes del mundo y políticos norteamericanos, pero también entre las múltiples relaciones que el propio De la Fuente mantiene y administra, desde el vecino del norte, en la comunidad universitaria.
Una de las líneas de acción que se han registrado con mayor frecuencia en la universidad, es la recepción de llamadas desde Nueva York para promover, juntos y por separado, dos nombres: Sheinbaum como la supuesta candidata de la UNAM a la Presidencia de la República, y Luis Álvarez Icaza como el candidato de la propia Sheinbaum, de Juan Ramón, y también de su empleado, Enrique Graue, a la Rectoría de la UNAM.
De la Fuente está convencido de que la Universidad Nacional Autónoma de México le fue escriturada en propiedad desde el sexenio de Ernesto Zedillo, pueshasta ahora sus maniobras le han permitido imponer a dos rectores: José Narro y Enrique Graue. Por eso piensa que ahora que el presidente está enojado con los médicos de la UNAM y Germán Fajardo no le ofrece suficientes garantías, puede imponer al hermano de uno de los mayores críticos del lopezobradorismo: Alvarez Icaza, y por eso lo promueve cada vez más abiertamente como su candidato, y el de Sheinbaum, a la Rectoría.
Para De la Fuente la única prioridad es su supervivencia política y hoy solo Sheinbaum se la garantiza. Su “talento”, su experiencia y su consejo, nunca han estado al servicio de la transformación lopezobradorista sino de él mismo. Aprovechó su añeja cercanía con López Obrador para, en lugar de trabajar a brazo partido con él en el impulso de la 4T, conseguir una beca de primer nivel en la ciudad más cosmopolita del mundo. Cuando el presidente decidió dinamitar la cadena de suministros de medicamentos para combatir el abuso de las empresas distribuidoras, no se molestó en hacerle ver los problemas que desataría a pesar de su experiencia como el secretario de Salud promotor de la compra y uso masivo de los medicamentos genéricos. A pesar de conocerlo bien, tampoco le advirtió de la clase de charlatán que es Hugo López Gatell y dejó que el presidente depositara su confianza en un farsante que le vendió la liquidación del Seguro Popular y la creación del INSABI como una gran idea. El fracaso está a la vista. Durante la Pandemia, con todo su expertismédico, no fue de gran utilidad para conseguir vacunas, pues el trabajo que él debió encabezar, por su posición y su experiencia, quedó a cargo de Ebrard y de su subsecretaria, Martha Delgado.
En todo el sexenio, De la Fuente no ha estado presente en ninguno de los momentos importantes y definitorios porque su lealtad está consigo mismo y con sus intereses personales. Por eso, hoy, cuando el sexenio ya entró en su segunda mitad, cobra salario y viáticos en la Cancillería, pero trabaja para Sheinbaum y opera para poner a la UNAM a sus pies.