
José
Luis Camacho Acevedo
Para tener un
dominio meta diplomático sobre México, como el que ahora tiene, a Estados
Unidos, que ya había logrado “ayudar” a tomar el poder de un personaje que
no sabía ejercerlo, lo único que le faltaba era fulminar a una oposición
histórica como era el PRI.
Cuando se perdieron
las elecciones intermedias del sexenio de Enrique Peña Nieto como una
consecuencia esperada del TOTAL PODER POLÌTICO QUE EL PRESIDENTE LE OTORGÓ A
Luis Videgaray para decidir las candidaturas claves que estarían en disputa, el
fin del PRI como partido de oposición real, llegó de manera inevitable.
Videgaray perdió
las elecciones para gobernador en entidades claves como Tamaulipas, Sinaloa o
Chihuahua, y el control de la cámara de diputados federales.
Todo ello debido
a su equivocada percepción de que, imponiendo candidatos amigos en
gubernaturas, principales alcaldías del país y diputados federales, tendría
un bloque político en el que sustentaría sus aspiraciones de ser el candidato
presidencial que sucediera a un Peña Nieto que ya estaba viviendo la
terminación de los grandes momentos que tuvo en el inicio de su administración.
Llegó a
la presidencia del comité nacional del tricolor un personaje sin la menor
curricula partidista, Enrique Ochoa Reza, pero con el atributo de ser una
hechura de Luis Videgaray en la administración federal, aunque jamás pisando,
ni por equivocación, las oficinas del PRI.
Ochoa Reza fue
el personaje que dio la cara en el penoso derrumbe del PRI.
El moreliano, o
sea Ochoa Reza, cumplió la instrucción de Videgaray de quitar los candados del
PRI y abrir la posibilidad de ser candidato a la presidencia de México a
cualquier ciudadano que tuviera una imagen pública aceptable.
Esa estrategia
también fue causa de la demolición del tricolor en el proceso de las
presidenciales que ganó, de manera por demás aplastante, Andrés Manuel López
Obrador.
Al
llegar al poder en México un personaje ideológicamente híbrido como es AMLO, la
izquierda internacional no lo considera como uno de los suyos y la corriente
social demócrata menos, los Estados Unidos ganaban un espacio de suma
importancia para redoblar sus imposiciones, de muy diversa naturaleza como la
forma de combatir el tráfico de drogas y la aplicación amedentradora de
aranceles, sobre nuestro país.
Estados Unidos,
con Obama primero y con Trump después, sabían que AMLO era incapaz de tener en
sus manos los hilos de la conducción política nacional.
Y es
históricamente sabido que en política los espacios vacíos se llenan de
inmediato. Y como AMLO no sabía gobernar el mando lo empezaron a tomar, cada
vez de manera más abierta, las más poderosas organizaciones del crimen
organizado en México.
Ante esa
impronta de incapacidad del presidente para controlar los hilos de la
estabilidad nacional, a Estados Unidos solamente les estorbaba una oposición
que pudiera realizar la hazaña de lograr una alternancia regresando a los
mandos nacionales a políticos y de la administración pública a personajes
verdaderamente profesionales.
El desastre del
PRI se completó con la llegada al comité nacional de un nuevo Victoriano
Huerta, llamado Alejandro Moreno Cárdenas y conocido en el bajo mundo de la
política como Alito.
El ex gobernador
campechano ha ejercido en el mando del comité nacional tricolor un
patrimonialismo cerril y dictatorial.
Ha cambiado los
estatutos. Ha expulsado a los que le incomodan y tiene secuestrado a los
representantes de ese partido en las cámaras de diputados y senadores.
Y ahora, ante la
inminencia de un muy posible desafuero, Alito solamente tiene una última
puñalada que darle al PRI.
Lo único que,
desde el punto de vista económico, le queda al tricolor son sus propiedades.
Edificios que si
los hipoteca Alito, le redituarán una postrera pero muy jugosa ganancia antes
de perder en el 2027 el registro como partido político nacional.
En
próxima entrega analizaremos lo que está haciendo Estados Unidos con la
posibilidad de que dos o tres organizaciones sociales, alcancen el registro
como partidos políticos nacionales al lograr el 3% de los votos que les
otorgarían ese estatuto, con todo lo que ello representa.
La profecía de
Alan Riding estaría a punto de cumplirse: la oposición mexicana en materia de
competencia partidista, nacerá en Estados Unidos.