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Una historia anunciada: el fin del PRI es otra ganancia de Estados Unidos

por José Luis Camacho
31-07-2025

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José Luis Camacho Acevedo

Para tener un dominio meta diplomático sobre México, como el que ahora tiene, a Estados Unidos, que ya había logrado “ayudar” a tomar el poder de un personaje que no sabía ejercerlo, lo único que le faltaba era fulminar a una oposición histórica como era el PRI.

Cuando se perdieron las elecciones intermedias del sexenio de Enrique Peña Nieto como una consecuencia esperada del TOTAL PODER POLÌTICO QUE EL PRESIDENTE LE OTORGÓ A Luis Videgaray para decidir las candidaturas claves que estarían en disputa, el fin del PRI como partido de oposición real, llegó de manera inevitable.

Videgaray perdió las elecciones para gobernador en entidades claves como Tamaulipas, Sinaloa o Chihuahua, y el control de la cámara de diputados federales.

Todo ello debido a su equivocada percepción de que, imponiendo candidatos amigos en gubernaturas, principales alcaldías del país y diputados federales, tendría un bloque político en el que sustentaría sus aspiraciones de ser el candidato presidencial que sucediera a un Peña Nieto que ya estaba viviendo la terminación de los grandes momentos que tuvo en el inicio de su administración.

Llegó a la presidencia del comité nacional del tricolor un personaje sin la menor curricula partidista, Enrique Ochoa Reza, pero con el atributo de ser una hechura de Luis Videgaray en la administración federal, aunque jamás pisando, ni por equivocación, las oficinas del PRI.

Ochoa Reza fue el personaje que dio la cara en el penoso derrumbe del PRI.

El moreliano, o sea Ochoa Reza, cumplió la instrucción de Videgaray de quitar los candados del PRI y abrir la posibilidad de ser candidato a la presidencia de México a cualquier ciudadano que tuviera una imagen pública aceptable.

Esa estrategia también fue causa de la demolición del tricolor en el proceso de las presidenciales que ganó, de manera por demás aplastante, Andrés Manuel López Obrador.

Al llegar al poder en México un personaje ideológicamente híbrido como es AMLO, la izquierda internacional no lo considera como uno de los suyos y la corriente social demócrata menos, los Estados Unidos ganaban un espacio de suma importancia para redoblar sus imposiciones, de muy diversa naturaleza como la forma de combatir el tráfico de drogas y la aplicación amedentradora de aranceles, sobre nuestro país.

Estados Unidos, con Obama primero y con Trump después, sabían que AMLO era incapaz de tener en sus manos los hilos de la conducción política nacional.

Y es históricamente sabido que en política los espacios vacíos se llenan de inmediato. Y como AMLO no sabía gobernar el mando lo empezaron a tomar, cada vez de manera más abierta, las más poderosas organizaciones del crimen organizado en México.

Ante esa impronta de incapacidad del presidente para controlar los hilos de la estabilidad nacional, a Estados Unidos solamente les estorbaba una oposición que pudiera realizar la hazaña de lograr una alternancia regresando a los mandos nacionales a políticos y de la administración pública a personajes verdaderamente profesionales.

El desastre del PRI se completó con la llegada al comité nacional de un nuevo Victoriano Huerta, llamado Alejandro Moreno Cárdenas y conocido en el bajo mundo de la política como Alito.

El ex gobernador campechano ha ejercido en el mando del comité nacional tricolor un patrimonialismo cerril y dictatorial.

Ha cambiado los estatutos. Ha expulsado a los que le incomodan y tiene secuestrado a los representantes de ese partido en las cámaras de diputados y senadores.

Y ahora, ante la inminencia de un muy posible desafuero, Alito solamente tiene una última puñalada que darle al PRI.

Lo único que, desde el punto de vista económico, le queda al tricolor son sus propiedades.

Edificios que si los hipoteca Alito, le redituarán una postrera pero muy jugosa ganancia antes de perder en el 2027 el registro como partido político nacional.

En próxima entrega analizaremos lo que está haciendo Estados Unidos con la posibilidad de que dos o tres organizaciones sociales, alcancen el registro como partidos políticos nacionales al lograr el 3% de los votos que les otorgarían ese estatuto, con todo lo que ello representa.

La profecía de Alan Riding estaría a punto de cumplirse: la oposición mexicana en materia de competencia partidista, nacerá en Estados Unidos.