Las cartas están ya sobre la mesa y, por cuestión de trámite, habrá de esperarse a los días 3 y el 6 de septiembre para oficializar la decisión de quiénes encabezarán las candidaturas presidenciales de los dos bloques político-partidistas más fuertes, en este momento: la del Frente Amplio por México y de “Juntos haremos historia”, respectivamente, las cuales, salvo una situación extraordinaria, sorpresiva, inesperada o golpe de mano, en el 2024, por primera vez en nuestra historia, tendremos una mujer en la Presidencia de la República.
Cartas marcadas, dados cargados, candidatas de “la línea”, pura simulación en los dos bloques, dirán los sospechosistas, porque desde que arrancaron sus respectivos procesos, los distintos grupos de poder se fueron alineando alrededor de dos de las figuras femeninas más atractivas y competitivas. Sí, se trata de un salto cualitativo de nuestra democracia acusada de machista, porque si bien hemos tenido candidatas presidenciales es la primera vez es casi seguro que una de ellas ganará. Ya no son los tiempos de esperar violencia verbal y física contra mujeres candidatas a algún puesto de elección popular, como aquellas épocas en que, cuando eran postuladas, sufrían agresiones verbales en bardas, libelos y panfletos los cuales decían cosas como que “en este pueblo los machos mandan”, o “aquí las mujeres son para la cocina y la cama y para tener hijos”.
(En este tenor habrá de recordar las ex candidatas presidenciales que abrieron camino: Rosario Ibarra de Piedra, postulada por el extinguido PRT en 1988 –y a quien por cierto recordamos con los 45 años de su primera huelga de hambre pidiendo la presentación de desaparecidos en México—; Cecilia Soto por el PT en 1994; Marcela Lombardo también en 1994 por el extinto PPS; Patricia Mercado en 2012 por los Socialdemócratas; y en ese mismo año Josefina Vázquez Mota por el PAN.)
Sin embargo, hay un reto latente para estas dos mujeres, Claudia y Xóchitl, está en el aire: ¿qué van hacer las candidatas y la posible presidenta con el poder patriarcal que aún persiste tanto a nivel institucional como discursivo en los partidos que las impulsan?
Porque hay que ser claros: las expresiones de descalificación que vienen dándose de los varones de uno y otro bando son el fiel reflejo de que el “manual del perfecto misógino” sigue dominando en sus ejes discursivos de los administradores de las granjas de troles y bots de las redes sociodigitales, de los moneros, de los articulistas y supuestos líderes de opinión que apoyan a cada aspirante presidencial.
Ayer y hoy mismo, el dirigente nacional del PRI, más allá de su talante de demócrata, que no lo es, pidió a Beatriz Paredes bajarse de la contienda porque “los números no le favorecen”, en una actitud netamente patriarcal y bajo la sospecha de una concertacesión que le costaría deslegitimar todo el proceso del Frente.
Del otro lado también se cuecen habas. El pasado28 de junio, Consejo Nacional de Morena nombró en sesión extraordinaria a 22 integrantes de una comisión especial para la elaboración del proyecto de nación que profundizará la transformación 2024-2030, en la cual tiene dos defectos de origen: primero, que dicha comisión tienen como fin atar a la futura candidata presidencial de presentar sus propias ideas y ejes estructurales de políticas públicas, y, segundo, en dicha instancia no sólo predominan los mismos intelectuales afines-leales-incondicionales del actual presidente de la República, sino que son en su gran mayoría hombres, varones que como se ha observado en los foros que han realizado, invitan a más hombres que a mujeres.
Marta Fontenla, abogada y feminista, explica que el poder patriarcal: “En su sentido literal significa gobierno de los padres. Históricamente el término ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. La familia es, claro está, una de las instituciones básicas de este orden social”.
En el caso del proceso de la partidocracia mexicana, los varones que se creen dueños de los destinos de los partidos y sus candidatos están pasando por encima de toda lógica, y en aras de supuesta unidad y operaciones cicatriz, han ofrecido a los aspirantes derrotados ser incluidos en hipotéticos gabinetes presidenciales que, según se puede ver, impuestos por los hombres/dueños de los partidos.
¿A cuenta de qué? ¿Por qué? ¿Claudia está obligada a incluir en su equipo de trabajo a Ebrard o Monreal? Peor aún: ¿Qué mensaje le dará a sus seguidores y seguidoras teniendo a Fernández Noroña, sancionado violentador de género, o a Manuel Velasco, símbolo del arquetipo partido-negocio? Y en el caso de Xóchitl, ¿tendremos a Santiago Creel, Javier Lozano, Alito Moreno, Marko Cortés, Roberto Madrazo o algún otro impresentable en su gabinete?
El momento actual de nuestra democracia está ya encaminada a la cúspide del empoderamiento femenino. Las mujeres en este momento histórico deberán por tanto estar a la altura de las circunstancia y realizar actos de resistencia contra las ideas patriarcales vigentes en sus institutos políticos, grupos de trabajo y proyectos de gobierno. Es necesario, sano y urgente, porque a partir del 7 de septiembre habrán de medirse tanto en capacidad discursiva como en independencia frente al poder patriarcal.