UNAM: sucesión sin piso parejo
Según el reporte de Laura Toribio,
publicado en Excelsior el 11 de octubre, Patricia Dávila y Leonardo Lomelí son
dos de los candidatos a la Rectoría de la UNAM que más visitas han hecho a las
diferentes escuelas, facultades e institutos de la universidad, para presentar
su plan de trabajo y promover su candidatura. En otras palabras, son quienes
más actos de campaña realizaron en la primera etapa del proceso que recién
culminó.
El hecho, que podría parecer una virtud
en ambos aspirantes, revela otra característica de la iniquidad de un proceso
para el que Enrique Graue, el rector, prometió un piso parejo que no ha existido.
Contra la oferta del oftalmólogo, el proceso está plagado de acciones,
omisiones y hasta operaciones, inequitativas y tendientes a sesgar la opinión
sobre los candidatos, y por lo tanto la decisión que deben tomar los 15 integrantes
de la Junta de Gobierno.
Patricia Dávila ha sostenido 50
encuentros con diferentes entidades académicas, facultades e institutos de la
UNAM básicamente para promoverse, y Leonardo Lomelí ha celebrado 27 reuniones de
este tipo, exactamente con el mismo fin.
Ambos, Lomelí y Dávila, son integrantes
del equipo del rector Enrique Graue. Ambos se han promovido desde la comodidad,
y la ventaja también, que representa estar instalados y operando en las amplias
y seguras oficinas de la Torre de Rectoría. Dávila fue la primera, antes de que
iniciara el proceso de auscultación incluso, en asumirse y presentarse como
virtual candidata; lo que podría encuadrarse como un acto anticipado de
promoción y campaña, tolerado, permitido y quizá alentado, por el propio rector
Enrique Graue.
Ambos, Dávila y Lomelí, se han dedicado a
hacer campaña en horas de trabajo y han dejado de hacer su trabajo. Por eso,
porque han hecho a un lado sus responsabilidades, pero siguen cobrando el
cheque de su salario y compensaciones, han tenido el tiempo para celebrar
tantas reuniones, actos de campaña, con comunidades académicas y científicas de
la UNAM.
El costo de esa operación de
autopromoción en horas de trabajo ya está a la vista: la UNAM tiene, otra vez y
a unas semanas de que se anuncie el nombre de su próximo rector, o rectora,
varias escuelas y facultades en paro o funcionando bajo amenaza. La plaga de
chinches inexistentes provocó detención de clases y trámites en más de ocho
facultades y escuelas la semana pasada, Química, Veterinaria y Economía fueron
solo algunas. El martes 10 de octubre, grupos de encapuchados tomaron la FES
Acatlán y la Facultad de Contaduría y Administración, además de que los
Colegios de Ciencias y Humanidades también estaban en paro.
Nada de lo que hoy ocurre en la UNAM es
casualidad. Todo está vinculado a su proceso de sucesión. Mientras Leonardo
Lomelí, el secretario general y responsable e la gobernabilidad y estabilidad
de la institución, está dedicado a su campaña por la Rectoría, las tomas de
facultades y escuelas, la interrupción del trabajo diario, se detiene por
capricho de unos cuantos, encapuchados o no.
Pero la culpa no la tiene el indio, sino
el que lo hace compadre. Lomelí y Dávila, igual que otra media docena de
aspirantes, han aprovechado lo que su jefe, Enrique Graue, les permitió hacer:
campaña y promoción personal en horas y días de trabajo. Las consecuencias del
proceder de un rector que ha eliminado la equidad porque parece decidido a
manipular a la Junta de Gobierno y nombrar sucesor, ya están sobre la mesa.
El piso parejo es lo único que no ha
existido en el proceso de sucesión de la UNAM y quienes conocen la universidad
por dentro, lo tienen bien claro.