@guerrerochipres
Los Vecinos Distantes, los
referentes nacionales, México y Estados Unidos, del libro con que Alan Riding
en 1987 documentó la confirmación de una realidad y su respectiva percepción de
la relación bilateral, parecen haber sido acercados. Nuestras naciones no
parecen tan asimétricas cuando deben enfrentar riesgos globales y nacionales
donde hay incertidumbres derivadas de divisiones y conflictos tan profundos.
A causa de la pandemia, de la crisis económica y de ciertas
similitudes, éstas últimas, incertidumbres de la vida democrática y electoral,
hay más similitudes, inimaginables hace tres décadas.
Como vecino de Estados Unidos,
México ha
vivido una situación de riesgo y también oportunidad por su posición geopolítica. Dado el
intenso proceso postelectoral que se desarrolla en ese país, y en
medio de la adversidad del Covid19 y sus impactos sanitarios y económicos,
Estados
Unidos es un laboratorio de retos a la gobernabilidad previamente situados en
países distintos de los desarrollados.
México presenta -aun
consideradas las voces adversariales más ideáticas- cualidades estructurales de
carácter financiero, de capacidad institucional y de avance democrático que son
parte de la plataforma de nuestra estabilidad, aun
consideradas las amenazas por la delincuencia vinculada a la delincuencia de
alta peligrosidad.
En el escenario complejo que
significa 2020 para la historia de la humanidad, es un mérito
desarrollar una política exterior efectiva que demanda habilidad,
experiencia y saber con pertinencia, oportunidad, sentido común y creatividad a
favor de los mexicanos, teniendo como interlocutor a la nación más poderosa
del mundo.
El proceso electoral en Estados
Unidos confirma las divisiones en esa nación, que tradicionalmente se ha
proyectado hacia el exterior como el liderazgo hegemónico indispensable,
vigilante de las demás democracias y coadyuvante de las elites que ascendían en
aquellos países sin instituciones democráticas. El acuerdo posterior a la
elección abre una oportunidad al gobierno mexicano para destinar creativamente
la relación con el gobierno estadounidense.
Con todos esos ingredientes, el
balance del trabajo desarrollado por la Secretaría de
Relaciones Exteriores, y su titular, Marcelo Ebrard, indica que ha cerrado
ventanas de incertidumbre presentes desde el inicio de este gobierno, desde su
triunfo en julio de 2018.
En el nuevo escenario el talento
y la entrega de resultados exhibida plantea realistamente la oportunidad de
generar ventajas y disminuir riesgos en materia laboral, comercial y de gestión
de nuestra agenda internacional. El canciller tiene como tarea sustantiva
asignada por el presidente Andrés Manuel López Obrador la gestión con las
potencias, disminuidas como parece, especialmente con el gobierno
estadounidense.
Había que
separar la retórica de la sustancia de la relación bilateral y se hizo.
Dar énfasis al
comercio, industria y al diálogo con un líder complejo, locuaz,
ocurrente y lleno de prejuicios pero también de sentido pragmático y
manipulatorio, nos entrenó a todos.
Esa enseñanza posibilita el
aprovechamiento del vínculo con un vecino menos distante a partir de una
presidencia más conciliadora. Sin embargo, debemos estar vigilantes de la historia
que indica que presidentes demócratas son más severos con la agenda migratoria
mexicana.
Si sorprende Donald Trump o se
confirma la expectativa de victoria de Joe Biden, el secretario de Relaciones
Exteriores es la voz de un gobierno y un equipo diplomático ahora
experimentado.
La salud
de la relación bilateral tiene a partir de este 2020 más oportunidades de las
registradas en 2018.