Frente a todo problema debemos buscar una solución. Frecuentemente escuchamos quejas sobre el servicio público, especialmente sobre los servidores públicos y surgen muchas preguntas, tales como ¿qué se podría hacer para terminar con la ineficiencia, la corrupción y fomentar el desarrollo sustentable? Muchos países han avanzado en la solución y viven convencidos de que se trata de un proceso de largo plazo que requiere reformas legales, de capacidad y desde luego de actitudes. Es clara la diferencia de resultados entre quienes tienen vocación de servir o de servirse.
Cuando estamos a cuatro años de haber iniciado un nuevo gobierno federal, observamos avances relevantes, pero siguen las críticas a problemas añejos y queda una respuesta al aire: se requieren más personas con vocación de servicio y con la preparación necesaria para cumplir las funciones que se les asignen, tanto de los gobernantes, representantes, como de los funcionarios que designan, porque de todas formas, quienes los designan son responsables en su desempeño por su capacidad y sus actitudes, principalmente por sus resultados.
La demanda fundamental es que los servidores públicos antepongan el interés del servicio público a sus intereses personales o de grupo. Al referirnos a esa vocación nos lleva de inmediato a la cultura de calidad indispensable en la Administración Pública. En esa vocación no deben, bajo ninguna circunstancia, predominar ideas de rentabilidad, utilidades, patrimonialismo, ni mezquindad, ni privilegio de grupo. No se trata solamente de la aplicación de un marco legal, como imposición, sino como un deber elemental con la Patria.
La vocación de servicio, tan necesaria y fundamental, como solidaria, se transforma en símbolo estimulante para todos, porque la palabra jala, pero el ejemplo empuja, lo que puede erradicar la mediocridad y alcanzar la excelencia para generar progreso en lo público. Muy lamentable es percibir lo contrario. El desprestigio generalizado y la descalificación del servicio público, demandan identificar quienes tienen auténtica vocación de servir y quienes aprovechan para servirse. La vocación resalta cuando una persona muestra el gusto, interés y aptitud por lo que hace y se ocupa de superarse todos los días.
Quienes tienen la vocación de servir logran congruencia entre las metas personales, sus ideales, con el desempeño de la función pública cumpliendo principios de legalidad, imparcialidad, eficiencia, eficacia, transparencia y rendición de cuentas, honestidad, lealtad a las instituciones y a la sociedad.
Contrastan con quienes confunden la oportunidad para servirse del mandato encomendado propiciando conductas clientelares que impiden avanzar hacia la construcción de una democracia plena y participativa, frente a la decisión de los electores que se reflejaría en el llamado de las urnas.
@MauricioTexcoco