El Béjart Ballet de la ciudad suiza de Lausana se ve inmerso en un escándalo por unas acusaciones de acoso y abuso de poder ante las que algunos se preguntan por qué no se actuó antes.
A principios de junio, la Fundación del Béjart Ballet, que dirige esta institución creada en 1987 por el maestro de la danza contemporánea Maurice Béjart y la escuela de danza Rudra Béjart, anunció que “era necesaria una auditoría sobre la salud y la seguridad en el trabajo, el clima laboral y la dirección”.
La investigación se desarrollará “de forma seria, por una sociedad especializada, con un pliego de cargos cuidadosamente elaborado” con el fin de “asegurar que los principios y valores de la fundación son respetados”, aseguró la fundación en un comunicado.
Poco antes había trascendido que el director de la escuela de danza, Michel Gascard, y su esposa, Valérie Lacaze, también administrativa de la escuela, habían sido despedidos luego de que una primera auditoría revelara “graves deficiencias”.
Esta escuela, fundada en 1992 por Maurice Béjart, instruye a una cuarentena de alumnos de entre 16 y 20 años de todo el mundo.
Ahora sus clases han sido suspendidas para la próxima temporada, el tiempo de poner en orden la institución.
La fundación no explicó las razones que la llevaron a lanzar una investigación y rechaza pronunciarse hasta finalizarla, “salvo que nuevos hechos probados lo justifiquen”.
Los testimonios anónimos recogidos por la cadena pública RTS denuncian “omnipresencia de drogas, nepotismo, así como acoso sicológico y sexual”.
Numerosas acusaciones están dirigidas a Gil Roman, coreógrafo francés que tomó las riendas de la institución al morir Béjart en 2007.
“En la compañía decían: ‘Aquí no hay ley, la ley somos nosotros. Hay que escoger. Te quedas y te callas o te vas’”, continúa Papilloud, quien lo ve como “un clima de violencia verbal que siembra el terror” que en algunos casos ha llevado “casi a niveles de estrés postraumático”.
La responsable sindical sabía desde hace tiempo que ese ballet era un lugar de trabajo difícil, con salarios bajos y largos horarios, pero se muestra sorprendida por un ambiente “extremadamente tóxico”.
Una treintena de integrantes actuales y pasados del ballet contactaron con su sindicato tras estallar el escándalo, con muchos deseosos de “testimoniar para que las cosas cambien”.
Después de entablar contactos estrechos con la fundación, confía en que la nueva auditoría se tratará de forma distinta a la anterior, con más transparencia e independencia: “Creo que no va a ser una auditoría para poner las cosas debajo de la alfombra”, asegura.