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Clara frente a Omar. La Utopía frente a la policía

por Felipe León López
09-10-2023

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El proceso interno de Morena en la Ciudad de México no se ha complicado, sino que inexplicablemente se ha hecho bolas, quizá deliberadamente por las malas señales de los dirigentes Mario Delgado y Sebastián Ramírez, pero sobre todo porque hay  cargadas y divisiones de funcionarios federales y locales, diputados locales y federales y, peor aún, hasta de aliados como el Partido del Trabajo, que anticipan sus minicargadas como si vivieran en los viejos tiempos del PRI.

 

Y es que la selección de la candidatura no tendría porque enredarse y no generar una división entre los grupos y las bases de apoyo del morenismo capitalino. Todo parecía caminar con claridad, naturalidad y hasta con temple para garantizar la línea continuidad de gobiernos emanados de la izquierda, como lo fue Claudia Sheinbaum, la primera jefa de Gobierno electa democráticamente proveniente de la izquierda universitaria. 

 

Sin embargo, la visión social de este partido se está topando con la visión de la mercadotecnia política y ahora están en franca competencia que de mantenerse alteraría todos los escenarios tanto en la capital como en el todo el país. 

 

Hablamos, por supuesto, por un lado, de Clara Brugada Molina, la cual tendría que ser incuestionable, tanto por los resultados visibles en la alcaldía de Iztapalapa como por su trayectoria de luchadora social desde la oposición, militante y fundadora del partido en el gobierno. 

 

Además, sobran sus virtudes no sólo por poseer un discurso convincente, producto de su formación universitaria e ideológicamente marcado por la militancia de izquierda, a lo cual se suma su probidad como estadista que posee conocimientos para el qué, el por qué y el cómo hacer políticas públicas de impacto social. Quienes tenemos fuerte vínculo con Iztapalapa vemos  un antes y un después bajo las utopías de Brugada, que se traducen en el restablecimiento del tejido social, avanzar en seguridad pública y ampliación de opciones de esparcimiento y cultura.

 

Digamos que es la candidata natural y meritoria de las bases fundacionales de Morena, situada en la militancia de la izquierda social, en la construcción de organizaciones sociales, feministas, cooperativistas, colectivos y del llamado movimiento urbano popular. 

 

Y del otro lado se sitúa el ex titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, cuyos méritos, incuestionables, se circunscriben a los resultados en el combate al crimen en la Ciudad de México y, más precisamente desde el atentado contra su vida al iniciar su gestión al frente de la policía en la capital el cual lo catapultó como héroe, el “Batman” de nuestra metrópoli como han llegado a llamarlo en varios medios. 

 

Se ha colocado porque, como ocurrió con Miguel Ángel Mancera, sus resultados con detenciones de delincuentes de alto impacto lo colocaron como un súper policía, pero quien, bien asesorado, se quitó el uniforme y se puso traje. En pocos años se construyó su imagen y buen producto mercadológico con buena asesoría profesional.

 

Es un consentido de los  medios nacionales y de muchos columnistas que, por cierto, son quienes más aborrecen a la llamada “Cuarta Transformación”. Es decir, es el candidato de los medios y de los estrategas de mercadotecnia política.

 

Pero más allá de estas virtudes, carece de discurso, empatía con las bases sociales de la izquierda y, por si fuera poco, su pasado laboral en la Policía Federal y su ascendencia de su familia paterna, política y militar, chocan y generan ruido con los grupos de apoyo.  

 

Perdón por omitir a Mariana Boy y a Hugo López Gatell, pero en un proceso histórico tan importante, los distractores y postulaciones que buscan otros objetivos y no precisamente la candidatura a jefe de Gobierno no deberían ocuparnos.

 

El razonamiento que han dado algunos dirigentes y hasta supuestos analistas afines a Morena, desde que comenzó a medirse a García Harfuch en las encuestas entre los posibles aspirantes a jefe de Gobierno, es que en las elecciones del 2021, el partido Morena habría sido derrotado porque perdieron a las clases medias y a la población de mayor nivel socioeconómico que se situó geográficamente en el poniente del mapa. Y que, por tal motivo, el partido debería recurrir a quien tiene mejor posicionamiento en las encuestas aunque lejano a los principios, historia y legado que dicen defender, eso sin contar la incógnita del proyecto que habría de gobierno que pudiera encabezar. 

 

Poco razonado, pues que no se ha puesto atención han puesto al alto nivel de abstención (48 por ciento) que tuvieron las elecciones de ese año y que la diferencia de votos donde ganaron Morena-PT-PVEM frente al PRI-PAN-PRD fue de 2 a 1, donde perdieron las diferencias fueron apabullantes a favor de los opositores (en este terreno, por ejemplo, el 3.2 por ciento de los votos del PT no abonan mucho y los casi 5 por ciento del Verde son tan volátiles e impredecibles). Es decir, más que voto de castigo a la coalición “Juntos hacemos historia” fue porque sus simpatizantes tradicionales, clasemedieros o no, no salieron a votar y prefirieron la abstención. 

 

El equipamiento mediático y de formadores de opinión que han estado protegiendo a García Harfuch quieren sembrar la idea de que su candidatura le quitará el voto duro al PAN. Una ecuación que nunca ha ocurrido, pues los distritos afianzados por los azules en las alcaldías del poniente y norponiente no han variado desde hace lustros. 

 

Pero algo sí podría ser delicado para Morena si inclina la balanza hacia el producto mercadológico, que por muy popular que sea en las encuestas y muy apapachado que esté por medios y ahora hasta la red de influencers de la 4T, las corrientes sociales que se han movido en las izquierdas partidistas y no partidistas, las de abajo, de las bases sociales y movimiento urbano popular, comienzan a manifestarse en contra y advierten que se reservarán su derecho a votar o no por las candidaturas que no sientan representativas pues el pragmatismo por el puro pragmatismo ya ha probado su ineficacia como gobierno. 

 

No es un asunto menor, advierte la Unidad de Acción Popular, una de las organizaciones, pues quien asume la candidatura de Morena para la CDMX y se convierte en jefe de Gobierno, casi en automático se coloca en la antesala de presidenciable. Algo inaudito e insólito si fuera el caso de Omar García Harfuch, cuyo padre también alguna vez figuró como potencial “tapado” del viejo PRI y no lo logró por los heridos dejados den el camino. 

 

El reto para Morena en la CDMX es revertir los malos resultados de 2021, ganar el mayor número de las 16 alcaldías y sus respectivos concejales, además de la mayoría de los 66 diputados locales.  Esto implica superar el millón y medio de votos, algo así como el 38.23 por ciento, y recuperar la confianza de más del 47 por ciento de abstencionistas que se tradujeron en sus derrotadas. 

 

Lo que no se pueden permitir es que, con miras a supuestamente ganar el 22 por ciento del voto opositor, crean que la mercadotecnia se traduzca en votos efectivos, pues lo que sí es claro es que las bases de apoyo electoral de Morena otra vez podrían rechazar las imposiciones de la dirigencia que ni los ve ni los oye. 

 

Las razones de las derrotas de Morena CDMX en el 2021 fueron: desapego a las bases sociales de apoyo, ignorar al movimiento urbano popular, pagar el costo del desgaste como gobierno (Línea 12, por supuesto) y lanzar candidatos que ya habían sido reprobados por la militancia y simpatizantes. Tomen nota.