Sería ingrato
generalizar. La familia Yunes, Pepe, Ramsés y seguramente todo su círculo
cercano son de lo mejor en todos los estándares posibles. Héctor Yunes ha sido
un político persistente, trabajador y con un genuino sentido de lealtad que
todos le reconocen. La diferencia está en Miguel Ángel Yunes Linares y en su
vástago. Senadores ambos en la misma fórmula, medida de la seriedad con la que la
dirigencia del PAN construyó las candidaturas a legislador.
Miguel Ángel Yunes hijo
y padre están en el centro de la atención nacional con su voto para que la
mayoría alcanzara la capacidad para cambiar al régimen político al alterar al
Poder Judicial y a la Corte. Es un acto de extrema generosidad, si no es que de
ingenuidad considerarlos víctimas del régimen. Justo lo contrario, el
conocimiento, carácter y trayectoria de Yunes Linares es suficiente para
estimar que vio la oportunidad para reafirmarse en sus intereses de acuerdo con
las nuevas condiciones del país y de Veracruz.
Se negoció mucho
más que impunidad y esto tiene que ver con el deseo de mantener vigencia a
partir de los negocios vinculados con la política. Miguel Ángel es actor
relevante de primera importancia desde hace más de treinta años. Fue
poderosísimo secretario de Gobierno en la gestión de Patricio Chirinos que
inició en 1992. Después de varios años de militancia priísta fue muy cercano a
la profesora Elba Esther Gordillo cuando dejó al tricolor y quien lo promovió a
la dirección del ISSSTE y después, en 2010 candidato del PAN al Gobierno del
Estado y en 2016 resultó ganador. Su temperamento, enriquecimiento
desproporcionado y la manera de migrar de lealtades ha hecho de la polémica su compañera.
Seguramente sus hijos y familiares son otra cosa, pero quien manda, decide y
resuelve es el padre.
La negociación para
lograr la mayoría calificada no se hizo con Yunes Márquez, el senador titular,
sino con el padre. Vio y valoró lo que se le presentaba. No se sabe quién
traicionó, si los Yunes a la oposición o si el oficialismo a sí mismo por lo
que representa y significa Yunes Linares. Lo negociado debió de ser repudiado
por la gobernadora Rocío Nahle y otros muchos en Morena, sobre todo los de
origen cardenista, es una afrenta el acuerdo y difícilmente, al menos para
ellos es inaceptable. El mismo presidente López Obrador prefirió mantener
distancia, aunque el voto obtenido significaba la aprobación en el Senado de la
reforma al Poder Judicial. Yunes Linares apesta y en el PAN deben entender el
grave error de llevarle al Senado, aunque fuera en condición de suplente. A los
Yunes -Miguel Ángel- no los doblan, no hay necesidad. Ellos se arreglan y no
por un plato de lentejas ni por 30 monedas de oro.
El uso político de
la justicia penal es lo que está de relieve. No deja de ser una ironía que para
hacer realidad la reforma al Poder Judicial se tuvo que recurrir a uno de los
recursos más oprobiosos del control político que es la justicia penal. Pero ese
fue el punto de partida, lo visible y hasta en cierta forma gratificante para
justificar la traición. Sin embargo, esto no lo explica, porque ciertamente,
Yunes Linares tiene el carácter, malicia y experiencia para no dejarse
intimidar con tales medios. Lo relevante es lo que todo mundo sospecha y
difícilmente se sabrá: el pliego petitorio para que la familia mantenga
vigencia política y económica. Caso aparte, aunque con preocupantes analogías
es el empleado con el senador de Campeche de Movimiento Ciudadano, Daniel
Barreda por el uso político de la justicia penal para darle argumento para
ausentarse de la sesión en el Senado de la República. Lo ocurrido deja en
entredicho no sólo al ausente de la sesión, sino a la dirigencia de su partido.
MC se ha preocupado
en presentar al senador Barreda como víctima, aunque la ausencia fue voluntaria
según sus propias palabras y eso lo dice todo, por lo mismo, fundada sospecha
de traición. Lo que preocupa a MC es no quedar como la dirigencia del PAN y
particularmente Marko Cortés, en ridículo por no garantizar la unidad y la
lealtad de sus legisladores en la decisión más delicada para el futuro del país
y su democracia. De los 43, muy pocos, quedaron, 42 o muy probablemente 41.