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De deserción y traición

por Redacción
10-10-2023

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En opinión de Federico Berrueto

La política, más en los tiempos de polarización, se viste de guerra. Sin posturas intermedias o mesura. La duda es rechazada y la deserción a la causa compartida se vuelve traición. No debería ser así, pero las posturas maximalistas lo hacen. López Obrador no soportó que Cuauhtémoc Cárdenas participara en un proyecto no avenido a su visión; quizás un error del ingeniero Cárdenas, pero por ser quien es y ha sido no merecía una admonición de tal proporción. Igual puede decirse de Porfirio Muñoz Ledo, por haber sido lo que fue y representó, el trato que recibió desmerece al presidente, más en perspectiva. La fuerza de la convicción da para mucho, no para la intolerancia.

La oposición se vuelve parte sin pretenderlo, por la lógica propia de la polarización y su inercia de guerra. No es tan explícita porque no tiene el poder ni los recursos innobles que le acompañan, pero va imperando, como sucede con el obradorismo, un sentido de superioridad moral que hace a quien cuestione aliado del enemigo. Incluso las observaciones críticas a la campaña resultan descalificadas, supuestamente por ser involuntariamente funcionales a la causa contraria. Los errores son elementales y las malas compañías están a la vista, pero en la guerra son irrelevantes.

La política es de percepciones y éstas cambian con frecuencia. Algunos meses atrás la supuesta inevitabilidad del triunfo del oficialismo no estaba en duda. La irrupción del Frente con su expresión ciudadana y la de Xóchitl Gálvez como respuesta a la cerrazón presidencial cambió las coordenadas en el estrecho grupo interesado en la política. Por varias semanas el júbilo del opositor permitió prever no sólo el futuro triunfo de la contención, sino una manera inédita de hacer política. No dimensionaron que en la gran mayoría no había interés ni conocimiento. El disparo se quedó en despegue, en la irrupción; no se pudo o no se quiso dar continuidad; el miedo hizo que se suspendiera la consulta ciudadana y todo quedó en lo mismo, son las dirigencias y no los ciudadanos los que deciden. Se perdió la magia, aunque hay todo para recuperarla porque se tiene con quién, no encuentran cómo, cuándo ni dónde.