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Derrota autoinfligida

por Federico Berrueto
30-03-2023

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La decisión judicial que ordenó la reinstalación de Edmundo Jacobo en su condición de secretario Ejecutivo del INE fue recibida con júbilo y desbordado optimismo en no pocos. Una muestra inequívoca del compromiso del Poder Judicial con la legalidad y la Constitución. De la misma manera fue la respuesta a la determinación del ministro Javier Laynez de suspender la reforma electoral mientras se resolvía el fondo de la controversia constitucional promovida por el INE. El razonamiento lo anticipó el ministro Pérez Dayán al invocar los daños irreversibles e irreparables que conllevaría la aplicación de la norma sobre los derechos ciudadanos y la capacidad del órgano electoral para cumplir con su responsabilidad constitucional.

Antes, en noviembre y en febrero ciudadanos convocados por ciudadanos marcharon con la exigencia de cuidar al INE de cara a la reforma constitucional, primero, y la reforma legal electoral, después. Muchas de las ciudades del país, especialmente la de México fueron testigos de una inédita expresión pública para que el INE pudiera organizar elecciones de manera ejemplar, como lo ha hecho por décadas y desde hace mucho tiempo con la conducción de Edmundo Jacobo en la Secretaría Ejecutiva.

En ese marco de orgullo y optimismo ciudadano, Edmundo Jacobo decidió renunciar. Lo hace en víspera de la renovación parcial del Consejo General del INE y de su presidencia. Él razona que su responsabilidad y desempeño no debe darse en la visibilidad y la polémica política. Si fuera así no debió impugnar para que se determinara su reinstalación, asunto inevitablemente controvertido y centro del debate sobre la defensa del INE. Además, se asume que su tarea era crucial para la salvaguarda del Instituto, tan así que uno de los mayores conocedores de este asunto, Luis Carlos Ugalde, mostraba un razonado optimismo frente a las designaciones del caso. La institucionalidad del INE, encabezada por Edmundo era garantía ante la eventual parcialidad o inexperiencia de los nuevos funcionarios.

Si el asunto de la renuncia responde a la determinación del funcionario de no padecer la dificultad que le depara el futuro, llevaría a la conclusión de que Edmundo Jacobo no era quien se pensaba y que su lealtad a la institución no daba para transitar el incierto tramo adelante. En todo caso, con la autoridad técnica, moral y jurídica de la que gozaba podía apoyar al Consejo en su nueva integración y en el supuesto de hostilidad o rechazo en el nuevo equilibrio de fuerzas en el órgano, podría renunciar para los efectos personales o profesionales de su caso. La defensa que hace del caso Lorenzo Córdova pone en evidencia que pesa más lo personal que lo institucional. Sorprende de ambos.

Todo funcionario es susceptible de ser visible o estar en el centro de la polémica, aunque su estatuto no sea consecuente con ello. Le sucede a la ministra presidenta de la Corte, Norma Piña, también, al ministro Laynez. Ha sucedido con los funcionarios del Banco de México. Ocurre con los jueces que fallan en contra del gobierno y son mencionados y descalificados en voz del presidente en sus prédicas mañaneras. Ceder por esta consideración le daría un poder enorme a quien impugna o los cuestiona, para el caso concreto, al presidente de la República. Son tiempos diferentes; además, debe quedar claro que las batallas no se ganan en retirada. Sin duda una derrota mayor la renuncia de Edmundo Jacobo, inexplicable, contraproducente y perjudicial para el INE y el primero en asumirlo debiera ser Lorenzo Córdova; él se tiene que ir, Jacobo tenía la opción de quedarse para defender al INE, eso era lo responsable, lo congruente.

Edmundo tiene derecho a su tranquilidad personal. Si de eso se trata a partir de lo conocido, en él queda el costo de no entender lo que representaba y la necesidad de la institución a la que él sirvió para que continuara en el encargo. Pero el inverosímil argumento del renunciante, por lo que está de por medio para el INE, y la sorpresiva y sorprendente decisión llevan a pensar en consideraciones que no pueden hacerse públicas, supuesto del todo preocupante porque entre las hipótesis estaría una posible intimidación por quienes con poder pretendían su separación o la captura del órgano electoral.

Quizás inconveniente para él ahora, pero Edmundo Jacobo debe una explicación; en otro momento, al margen de la polémica y el antagonismo que gira en torno al INE y a su propio desempeño. Por lo pronto queda el sabor de derrota autoinfligida.