DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Poca atención se ha puesto en que uno de los 500 diputados federales de la LXV legislatura sea Augusto Gómez Villanueva, uno de los priistas del prehistórico, con una larga carrera legislativa y en el servicio público.
El priista llegará a San Lázaro con 92 años cumplidos y una amplia trayectoria en el Congreso de la Unión, donde ha sido varias ocasiones diputado federal, tanto por la vía mayoritaria como de representación proporcional, como lo será en esta ocasión en que nuevamente actuará como el decano de la Cámara de Diputados.
Su primera incursión en el legislativa data de 1964, siendo un año después el diputado que respondió al primer informe de gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz y de ahí forjó una amplia carrera dentro de la administración pública federal.
Fue dirigente nacional del sector campesino del PRI, otrora poderoso y en ese carácter le tocó el “destape” del candidato presidencial en la figura de Luis Echeverría Álvarez, todo un ritual de la liturgia priista que lo convirtió en uno de los personajes cercanos al echeverrismo.
Como compensación a su destape, el entonces presidente de la república lo situó como jefe del Departamento de Asunto Agrarios que él mismo presidente convirtió en secretaría de la Reforma Agraria y al propio Augusto en primer secretario.
Al término del sexenio, Augusto y su amigo Porfirio Muñoz Ledo, formaron parte de los políticos aspirantes a la candidatura presidencial y al no obtenerla fueron comisionados para dirigir la campaña política del candidato presidencial José López Portillo, quien a su triunfo, los designó como secretario de Educación Pública y líder de la bancada priista en la L legislatura. Segunda ocasión en que Augusto fungía como diputado.
Poco tiempo después Augusto fue sacado del Congreso y enviado como Embajador a Italia, luego de que surgiera un conflicto entre el Ejecutivo federal y su antecesor en el cargo, siendo Porfirio Muñoz Ledo y Augusto Gómez Villanueva loa afectados, por ser los cercanos colaboradores de Echeverría Álvarez que se mantenían vigentes en la estructura de gobierno, habiendo formado parte de la burbuja echeverrista.
Augusto pasó el resto del sexenio de López Portillo en el exilio, pero con rango de Embajador, nada despreciable para los costos que se pagaban entonces a los políticos no gratos para la administración vigente.
Nativo de Aguascalientes nunca pudo ser gobernador de su estado natal, aunque impulsó a otros personajes afines a él, esperando serlo algún día, situación que ya no podrá cumplir por dos razones obvias: su avanzada edad y la estrepitosa caída de su partido en las preferencias electorales.
Cerca de cumplir los 92 años de edad, Augusto es un personaje que mantiene claridad de mente y una gran lucidez, tal como sucede con Porfirio Muñoz Ledo, su lejana mancuerna de los años del echeverriato.
Como todo político no es monedita de oro, para caerle bien a todos y de él se cuentan diversas circunstancias, especialmente las relativas a la devaluación del 31 de agosto, señalándolo como uno de los principales beneficiarios de esa devaluación, aunque solo de dichos, ya que nadie aportó pruebas de ello. También fue vinculado al fraude cometido en Bahía de Banderas que le costó cárcel a su sucesor en la Reforma Agraria, Félix Barra y otros políticos, cercanos al afecto de Gómez Villanueva.
Durante el sexenio de Miguel de la Madrid, Augusto actuó como Embajador de México en Nicaragua, ganándose el mote de Quinto comandante, en alusión a un supuesto involucramiento en torno a la revolución sandinista.
En 1994 fue de los primeros en lanzar la propuesta para que Fernando Ortiz Arana fuese nominado a la candidatura presidencial a la muerte de Luis Donaldo Colosio, lo que provocó el enojo de Carlos Salinas de Gortari y una llamada de atención al entonces dirigente nacional priista.
Ahora, Augusto Gómez Villanueva es desempolvado y presentado como un vestigio de un priismo que ya se fue y se duda que pueda recuperarse a corto plazo.
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