¿Más claro?: AMLO fija continuidad
2024 personal, proyecto y grupo
Por Carlos Ramírez
Mientras la oposición y la crítica se desorientan en enfoques analíticos previsibles y anímicos, el presidente López Obrador sigue dejando piedritas para identificar el camino de su sucesión presidencial: el mitin del pasado domingo fue el más claro de todos, por el tiempo político, el contexto sucesorio, el mensaje para el 2024 y el perfil de las dos oradoras mujeres.
De los seis candidatos presidenciales, cinco han entendido las reglas del juego y no se desorientan con esfuerzos para imponer su figura sucesoria en las encuestas que serán decisivas. El método que las encuestas fue muy claro: los sondeos demoscópicos no reflejan prefiguración de fortalezas de los precandidatos, sino que le aportan el presidente, en la cocina sucesoria, estados de ánimo de la sociedad y perfilamiento de lealtades.
El único que considera que las encuestas serán el vehículo de decisión es el excanciller Marcelo Ebrard Casaubón y comienza a construir sus propias encuestas para vender la idea de que está arriba de Claudia Sheinbaum Pardo o que la está desplazando en el interés presidencial.
El mitin del sábado 1 de julio para celebrar la victoria de 2018 --otro mensaje nada subliminal de Palacio Nacional-- puede leerse como el primer acercamiento formal a la tendencia de las encuestas para decidir el candidato de Morena, pero no en función de quién es el más simpático y chistoso, sino quién representa los intereses estratégicos de la 4T de López Obrador. Y mientras los cinco candidatos se desvelan por construir alianzas entre los cuadros intermedios lopezobradoristas, Ebrard no deja pasar oportunidad para mostrar que la 4T será reorganizada en función de sus prioridades personales, exactamente igual a como se comportó Manuel Camacho Solís los tres meses previos a la decisión del presidente Carlos Salinas de Gortari a favor de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Ebrard tiene experiencia en los ciclos sexenales, pues le tocó participar en el primer círculo del poder en tres sucesiones: la de Miguel de la Madrid Hurtado, la de Salinas de Gortari y la lucha Colosio-Camacho y cuenta con conocimiento de los comportamientos sucesorios en proyectos de largo plazo. Con un mensaje que le dejó más negativos que positivos, Ebrard se sacó de la manga la creación de la Secretaría de la 4T --una especie de Sedesol con Salinas-Colosio-- y luego con el nombramiento adelantado del hijo del presidente López Obrador, emulando al De la Madrid que, como lo recordó el columnista Francisco Rodríguez en Indice Político, juró lealtad con el hijo del presidente López Portillo y su consentida Rosa Luz Alegría, aunque luego lo persiguió hasta el aislamiento.
El problema con las encuestas es que construyen tendencias cuando forman parte de decisiones estratégicas para inducir simpatías sociales y el presidente de la República se dedicó cinco años a cincelar la figura de Sheinbaum Pardo en función de un proyecto político, en tanto que Ebrard está girando su precampaña en función de su figura personal.
El mitin del sábado 1 de julio debe ser leído de manera estratégica: las prioridades del presidente López Obrador en la candidatura de su sucesor. Ninguno de los anteriores presidentes salientes de la República en coyuntura de su sucesión pensó en el bienestar de la República, ni siquiera Lázaro Cárdenas, porque los factores fundamentales en toda sucesión son la estabilidad el grupo gobernante evitando fracturas o fugas de precandidatos a otros partidos y la continuidad de su enfoque político-personal para el país.
Como Camacho en 1993-1994, Ebrard no tiene más camino que pactar antes del resultado de las encuestas una alianza estratégica con la precandidata que figura al frente de las encuestas y no cometer el error de su mentor de llegar a un acuerdo después del destape con Colosio y las advertencias de Salinas de que se trataba de un gravísimo error político. Ebrard debe entender que la lectura de sus comportamientos ahora y después del resultado de las encuestas para la candidatura está siendo leído a partir de la crisis 1993-1994 y salida de Camacho del paraíso político del poder.
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