Mónica Uribe, politóloga especializada en historia de la iglesia católica, publicó recientemente —el 1 de noviembre de 2024— una interesante radiografía de la ultraderecha mexicana en la revista dirigida por Enrique Krauze, Letras Libres.
Leí ayer domingo el ensayo de Uribe —”¿Tiene futuro la ultraderecha en México?”—, difundido días antes de la victoria electoral de Donald Trump. Busqué información sobre el tema porque Elon Musk, principal asesor del próximo presidente de Estados Unidos, ha decidido intervenir en la política europea apoyando partidos o figuras ultraderechistas, como el activista radical conservador británico Tommy Robinson y al partido Alternativa para Alemania.
Musk no ha pasado de hacer comentarios a favor de las ultraderechas británica y alemana, pero podría quizá en algún momento, torciendo las leyes nacionales, financiar a tales movimientos, como lo hizo con la campaña electoral de Trump. Dinero le sobra al señor Musk, quien sin duda es un paradigma de persona visionaria, para bien y para mal; en efecto, ha demostrado que él tiene la capacidad para convertir sus sueños en realidad: para bien y para mal, reitero.
¿A quién de la ultraderecha apoyaría Elon Musk en México? Me parece que no a alguien como Eduardo Verástegui, el exactor cuya participación en política analiza la colaboradora de Letras Libres. Este fanático religioso mexicano, con nexos “con la derecha radical norteamericana”, no tiene lo principal para ser considerado un proyecto políticamente viable: popularidad ni posibilidades de conseguirla.
Verástegui, como afirma Mónica Uribe, es bien visto por quienes dirigen los movimientos que apoya Musk, el trumpismo, el ultraconservadurisno europeo y el libertarismo argentino. Pero el exactor carece de la personalidad que se requiere para ser un líder de masas en México. Entonces, Elon Musk, siempre un empresario racional, jamás invertiría sus recursos en alguien absolutamente sin posibilidades de triunfar en unas elecciones nacionales.
Otros ultraderechistas han fracasado al aventurarse en la política mexicana, como el evangélico Hugo Eric Flores. Tuvo su partido político y se unió a Morena en 2018, pero perdió el registro ese año al no obtener el número mínimo de votos. En 2020 pudo hacer otro partido, probablemente —dice Mónica Uribe— por su cercanía con AMLO, pero en 2021 volvió a perder el registro.
Aunque lo intentó, Eduardo Verástegui no tuvo potencial para ser candidato presidencial en 2024 y ha anunciado que buscará llegar al poder en 2030. Si no demuestra una verdadera fortaleza popular, nadie apostará por él. Menos todavía lo haría un inversionista muy alocado, pero siempre calculador como Elon Musk.
De nada le ha servido a Verástegui su activismo en la CPAC, Conferencia Política de Acción Conservadora, al lado de militantes de las derechas radicales de Europa, Estados Unidos y América Latina. En un evento de la CPAC en la Ciudad de México en agosto del año pasado, cito a la colaboradora de Letras Libres, “líderes como Donald Trump; Giorgia Meloni, primera ministra de Italia; Santiago Abascal, líder de Vox; Javier Milei, presidente de Argentina, entre otros, expresaron vía teleconferencia su apoyo al proyecto político de Verástegui”.
La extrema derecha ha crecido en el mundo, no en México… o no todavía. No ocurrirá con líderes fallidos como Eduardo Verástegui y Hugo Eric Flores. Se necesitan otras figuras dirigentes para que en nuestro país la ultraderecha alcance los niveles de Argentina, donde es gobierno con Javier Milei; de Estados Unidos, donde ganó con Donald Trump; de Italia, donde resultó victoriosa Giorgia Meloni, o de Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, Francia y Alemania, donde “los partidos de derecha radical han crecido de manera exponencial, han sido o son gobierno, y son la segunda fuerza en los parlamentos”.
De acuerdo a lo expresado por la politóloga Uribe en Letras Libres, el conservadurismo estadounidense ha buscado “construir una candidatura presidencial afín en México funcional a sus intereses, no solo para mantener la hegemonía de Estados Unidos en el subcontinente, sino para tener en México un aliado en la lucha contra el marxismo y toda ideología, como el wokismo, que atente contra los valores tradicionales y conservadores que enarbolan la CPAC y también Trump”.
Mónica Uribe no duda que, ante el dominio aplastante de Morena, consolidado por la victoria electoral presidencial de Claudia Sheinbaum, y la crisis terminal del PRI y del PAN, “la posibilidad de la creación de un partido de derecha conservadora es real”; lejana, pero real.
La investigadora Uribe admite que “Eduardo Verástegui es un personaje que no engancha a las masas simplemente porque se le percibe como parte de la élite, como un personaje excesivamente religioso, incluso violento (recuérdese el video en que sale tirando con arma de alto calibre) y, pese a toda su labor filantrópica, su estilo de vida casi monacal no resuena en una sociedad con tintes hedonistas”.
En resumidas cuentas, dice la colaboradora de Letras Libres, “quizá Verástegui no sea el candidato ideal para un partido conservador y eventualmente tendría que ceder su lugar a alguien con credenciales más populares”.
Si Eduardo Verástegui no es un proyecto competitivo, ¿quiénes sí podrían serlo? Creo que Elon Musk tendría solo dos opciones para invertir políticamente en México. La primera, el empresario Ricardo Salinas Pliego; la segunda, la senadora Lilly Téllez.
Lilly es conocida por su apasionado catolicismo extremo. La religión de Salinas Pliego es el dinero, claro que sí, pero ha apoyado proyectos católicos, como una app para teléfonos celulares que ponga al alcance de los usuarios los servicios ofrecidos por la iglesia.
En esa carrera por el apoyo y los recursos casi infinitos de Musk, Lilly llevaría ventaja, si no por otra cosa, porque Salinas Pliego sería muy caro: en algún momento va a estar necesitado de 63 mil millones de pesos —alrededor de 3 mil millones de dólares— para no ir a la bancarrota después de que pierda sus juicios contra el gobierno por impuestos no pagados.