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La verdad sobre las mentiras del explorador que inspiró a Cristóbal Colón y era más famoso que Marco Polo

por Redacción
21-10-2021

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La orilla era una maraña de raíces de manglares y el aire estaba denso por la humedad. En lo alto, el sol tropical ardía con implacable intensidad.

Después de años de fatigosos viajes, el caballero medieval inglés Sir John Mandeville había llegado a los confines de la Tierra.

Estaba a más de 8.000 kilómetros de su hogar.

O eso afirmó.

Y no fue sólo eso. Dijo que había estado viajando durante 34 años completos y había emprendido una expedición de ensueño que cubrió la mayor parte del mundo conocido, y también gran parte del mundo desconocido.

Roma, Grecia y la capital bizantina de Constantinopla: ahí había pasado los primeros años de su gran aventura. Luego había continuado hacia Egipto, Etiopía y Tierra Santa.

Todavía hambriento de emociones, puso los estribos hacia el este y viajó hacia Armenia, India, China y más allá, atravesando desiertos resecos por el sol y montañas cubiertas de hielo. Incluso había visitado las Islas Andamán ecuatoriales, perdidas en la sofocante Bahía de Bengala.

El relato que escribió sobre su viaje, conocido simplemente como "Los viajes de Sir John Mandeville", fue creído durante siglos.

Los geógrafos lo utilizaron para volver a dibujar sus mapas, y los escribas monásticos lo tradujeron de un idioma a otro hasta que se extendió por todos los grandes monasterios de Europa.

Cuando este caballero trotamundos murió en la década de 1360, su libro estaba disponible en todos los idiomas europeos, incluidos holandés, gaélico, checo, catalán y valón.

De hecho, fue él, no Marco Polo, quien era conocido como el "viajero más grande del mundo".

La gran cantidad de manuscritos que se conservan es testimonio de la popularidad de Mandeville: todavía existen más de 300 copias manuscritas de "Los viajes" en las bibliotecas europeas, cuatro veces el número del libro de Marco Polo.

Los primeros lectores quedaron cautivados por sus extravagantes historias de pigmeos y caníbales, sin embargo, la importancia perdurable de "Los viajes" está en un pasaje único pero sorprendente que distingue al libro de todos sus contemporáneos.

Mandeville afirmó que su viaje demostró que era posible zarpar en una travesía alrededor del mundo en una dirección y regresar a casa por la otra.

Eso era algo que otros habían dicho que era imposible.

Su libro alteró los horizontes de la humanidad y se convirtió en el faro que alumbró el camino para las grandes expediciones del Renacimiento.

Cristóbal Colón planeó su expedición de 1492 después de leerlo. El explorador y escritor Sir Walter Raleigh estudió el libro y declaró que cada palabra era cierta. Se dice que Sir Martin Frobisher leyó una copia mientras realizaba su ruta pionera a través del Pasaje del Noroeste en el siglo XVI.

El paso de seis largos siglos presenta un desafío para cualquier detective histórico, pero los documentos sobrevivientes brindan algunas pistas sobre el aventurero y sus aventuras.

De los muchos John Mandeville que había en la década de 1300, uno vivía en la aldea de Black Notley, en Essex, donde poseía grandes tierras y propiedades.

En 1321, pocos meses antes de que nuestro intrépido aventurero afirmara haber dejado Inglaterra, este John Mandeville vendió todo lo que poseía y desapareció por 37 años.

¿Era ese el célebre viajero? Es posible y hay una razón de peso para su partida. El señor supremo de la familia Mandeville, Humphrey de Bohun, se había rebelado contra el rey Eduardo II y en la desastrosa batalla fue derrotado.

El rey juró una terrible venganza contra la familia y sus vasallos. Como teniente de los de Bohuns, John Mandeville habría tenido una necesidad imperiosa de huir del país en 1322.

La primera parte del supuesto viaje de Mandeville, a Tierra Santa, no solo es plausible, sino probable.

Era un camino de peregrinos muy transitado en la Edad Media. Miles de peregrinos piadosos y no tan piadosos hicieron la ardua caminata anual a Roma, Constantinopla y Jerusalén, así como a otros santuarios como Santiago de Compostela en el noroeste de España.

Muchas de las anécdotas de Mandeville concuerdan con hechos conocidos.

Al llegar a Constantinopla, por ejemplo, se da cuenta de que a la famosa estatua del emperador Justiniano le falta su globo gigante. Era cierto: el cronista bizantino Nicéforo Gregoras registra que el globo terráqueo sufrió graves daños en la terrible tormenta de 1317 y que se necesitaron 8 años para repararlo.

Tampoco hay razón para dudar de que Mandeville visitó el remoto Monasterio de Santa Catalina en el Sinaí. Los grafitis medievales grabados en el techo del refectorio son testimonio de la gran cantidad de peregrinos que llegaron allá desde toda Europa.

Pero la supuesta expedición de Mandeville al opulento Oriente es mucho más sospechosa.