Javier Treviño
El comentario del Presidente de México sobre las clases
medias me puso a pensar. AMLOdijo el viernes pasado, en la conferencia de
prensa matutina: “¿quién fue el que internalizó mejor el hecho de que había
corrupción y que, si se combatía, las cosas mejoraban? Pues la gente que nunca
recibía nada, porque no eran tomados en cuenta, porque se les daba la espalda y
de repente empiezan a recibir dinero del presupuesto, que es dinero del pueblo,
dinero de ellos y empiezan a darse cuenta de que otro México es posible y ahí
sí, por más guerra sucia que hubo, no pudieron. Ése es el cambio de mentalidad
al que apostamos, ésa es la revolución de las conciencias. Pero un integrante
de clase media-media, media alta, incluso, con licenciatura, con maestría, con
doctorado, ¡no! está muy difícil de convencer, es el lector del Reforma, ése es
para decirle: siga usted su camino, va a usted muy bien, porque es una actitud
aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta”.
Los comentarios del Presidente, y su narrativa de
victimización, me hicieron pensar en el Partido Comunista Chino. Escuché la
entrevista que le hicieron recientemente a Tony Saich, profesor de la Escuela
Kennedy de Harvard . El 1 de julio, el Partido Comunista Chino cumplirá 100
años.
Todos hemos visto que AMLO admira al liderazgo chino. Sin
duda, China es una potencia geopolítica y militar, además de económica,
gobernada por un partido que ha tenido logros notables, pero también ha
cometido errores desastrosos. El Partido Comunista Chino ha demostrado una
notable capacidad para sobrevivir, adaptarse y mantener el control de un país
de más de mil cuatrocientos millones de personas.
Tony Saich es Director del Centro Ash para la Gobernanza
Democrática y la Innovación de la Universidad de Harvard. Escribió un nuevo
libro que se publicará en julio: “De rebelde a gobernante: Cien años del
Partido Comunista Chino”
La primera conclusión del análisis de Saich es: cuando un
gobernante logra que se identifique al partido con la nación, aquél que sea un
crítico del partido por definición se vuelve anti-chino y no puede ser
patriota.
Parecería que, en México, AMLO está tratando de hacer eso
mismo con Morena y que es fiel seguidor de Xi Jinping. El líder chino habla de
historia, quiere que la gente comprenda “la historia correcta” y critica
cualquier cosa que no esté de acuerdo con la historia oficial del partido. En
México se construyen episodios de “la historia correcta” de nuestro país en
cada “mañanera”.
El Partido Comunista Chino ha demostrado una notable
capacidad para sobrevivir, adaptarse y mantener el control del país. Despegó con
el apoyo soviético y sobrevivió a los nacionalistas, a la guerra civil, a la
invasión de Japón. Es una historia extraordinaria que incluye la Gran Marcha.
Ha sido flexible, con gran capacidad de adaptación. Pudo trabajar con quien
fuera necesario, desde bandidos hasta alianzas poco comunes (me recuerda a las
alianzas de Morena).
Cuando pensamos en una organización leninista, pensamos en
rigidez. Recordamos los años previos al fin de la Guerra Fría cuando la Unión
Soviética de Brezhnev se desvanece lentamente debido a su rigidez
institucional, que no puede adaptarse a las circunstancias cambiantes.
El Partido Comunista Chino en sus inicios fue diferente
porque no dejó que la ideología dominara la política local. Después de 1949,
formó alianzas con las comunidades locales, lo que le permitió prosperar y
sobrevivir. Colaboró con diferentes grupos de la sociedad para reconstruir la
economía devastada por la guerra.
Pero luego olvidó esas buenas lecciones. Con la impaciencia
de Mao y su prisa por llegar rápidamente al socialismo, los programas agresivos
del Gran Salto Adelante causaron 30 millones de muertes debido a las malas
políticas públicas. Luego, con la Revolución Cultural, que comenzó en 1966, Mao
se había convencido, dentro de su propia paranoia, de que el partido estaba
lleno de capitalistas itinerantes. Mao sintió que el partido y la revolución se
estaban descarrilando.
Su respuesta fue desatar a los jóvenes para que se unieran a
la revolución, tomar el poder desde afuera, “volver a la senda revolucionaria”.
Y una vez que comenzó este movimiento, todo fue un caos. Entonces recurrió a
los militares para comenzar a restablecer el orden. Y el dominio militar en el
sistema fue muy fuerte desde finales de los sesenta hasta los setenta del siglo
pasado.
Por todo esto es importante estudiar la historia del
autoritarismo. Porque hoy existe la idea de que los regímenes autoritarios
pueden hacer las cosas mejor que las democracias. Eso no es cierto. Debemos
cuestionar a quienes piensan que hay ventajas en una autoritaria toma de
decisiones.
A finales de los 1970, principios de los 1980, las cosas
cambiaron en China. Fue un período en donde se planteaban nuevas ideas. En el
“Muro de la Democracia”, la gente colocaba grandes carteles en las paredes.
Parecía que el liderazgo estaba avanzando para pensar en una relación más
abierta con la sociedad.
Deng Xiaoping estaba preocupado por los debates que estaban
teniendo lugar en el partido. Más pronto que tarde tuvieron que fortalecer el
tipo de estructura piramidal dentro del partido comunista, que inevitablemente
conduce a un énfasis excesivo en la autoridad del secretario general del
partido.
Lo que hoy vemos en el período de Xi Jinping es una
reafirmación del fuerte papel de un individuo sobre el sistema político. Xi
Jinping ha abolido los límites de mandato. Quiere permanecer como el líder
supremo hasta 2035.
Una de las ideas principales del centralismo democrático
chino era el principio del liderazgo colectivo. Pero el péndulo oscila hacia el
gobierno del hombre fuerte del partido como Mao y ahora Xi Jinping. La forma en
que funciona el sistema tiende a conducir a una concentración excesiva de
poder.
Si bien durante el gobierno de Hu Jintao vimos algo que se
parecía un poco más a un liderazgo colectivo, con diferentes ideas y corrientes
de pensamiento dentro del partido, eso no ocurre ya ahora. Xi Jinping lo ha
rechazado. Prevalece su visión ante cualquier otra. Tiene toda la sabiduría y
toda la autoridad. Sabe a dónde irá China en el futuro.
Cuando Xi Jinping asumió el poder en 2012 miró a su
alrededor y China parecía un desastre. Por eso era bienvenido el orden. Pero se
movió con gran rapidez para centralizar el poder, eliminar las voces
alternativas en la cúspide de las estructuras de toma de decisiones.
Para aquellos miembros de Morena que admiran al Partido
Comunista Chino, Tony Saich nos dice cómo ha organizado su sistema en silos
verticales. Eso significa que es muy difícil desafiar al sistema porque estás
atrapado en una especie de rutina administrativa. Las acciones o grupos que
comienzan a organizarse horizontalmente se ven como una amenaza. El Partido
Comunista Chino teme que el sistema se salga de su control, como ocurrió con
Solidaridad en Polonia.
El mundo presenta ahora ante China un nuevo desafío con el
Internet y las redes sociales. El Partido Comunista Chino ha tenido un control
muy estricto sobre qué tipo de información puede ver la gente y en qué niveles.
Bloquean la información y tratan de estructurar la conversación en Internet. Lo
monitorean para ver en qué está pensando la gente. En cierto sentido, es un
sistema de alerta temprana para ellos.
Tony Saich nos recuerda que “el Partido Comunista de China
es infalible. No es posible que se equivoque. Entonces, si algo sale mal, eso
significa que o la gente del partido llevó a todos por mal camino, o son esos
malditos extranjeros”. Nada mejor que una vieja narrativa de victimización.