El cambio de clima nos está transformando las cuatro estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno. De hecho los fríos intensos de estos últimos días nos confunden, parece que el Invierno llegó, casi pasamos desapercibido el Otoño. Nos movemos entre el sobre calentamiento y el frío intenso. Poco nos damos cuenta que con el clima también nos cambia la vida. Vale recordar algo de la historia de finales de la Edad Media (1650) cuando la Tierra padeció un período de enfriamiento que le llamaron “pequeña Edad de Hielo”.
La NASA se aventura a refutar que estemos ante un fenómeno similar hacia 2030, como algunos científicos han presagiado. Para no alarmar, han intentado explicarnos lo que se denomina “el ciclo solar”. Cuando viví en Londres, alguna vez comentando con mi apreciado Profesor y Amigo George Phillip de la London School of Economics (QEPD) a quien guardo gratitud, recordaba que las crónicas relatan que los londinenses podían patinar en el Río Támesis, pero que el impacto adverso fue devastador: pésimas cosechas, encarecimiento de la vida y muchas lamentables desgracias. Así resumía la carencia de conciencia del cambio climático y sus efectos adversos, ni siquiera por los gobernantes y medios de comunicación.
Hoy día el malestar no puede ocultarse, porque se ha globalizado y es objetivo. No obstante la mayoría de la población mundial nos encontramos inconscientes e ignorantes de esta realidad, y los gobiernos están dedicados a mitigar las dificultades cotidianas. Del futuro poco o casi nada. Hoy más que antes la situación nos obliga a pensar, que es lo más difícil que hacemos los seres humanos, y a prepararnos, ayudarnos entre todos para entender el cambio climático y cómo podemos sobrevivir. La tecnología nos ayudará y mucho, pero no puede cambiar la condición humana, menos cuando esos avances parecen trabajar en beneficio de unos pocos y en pocos países.
Nos debería animar un sistema distributivo más justo, que respete los valores humanos y los valores ecológicos. Lamentablemente, con la creciente desigualdad y la pobreza crónica, el futuro no es halagador. La pandemia podría habernos dejado varias lecciones, como brindar la cobertura médica universal, las oportunidades para la educación y formación de profesionales que proceden de las familias de más escasos recursos, como lo ha demostrado la Universidad Autónoma Chapingo, que salen a las comunidades más pobres a buscar a los jóvenes para ofrecer estudios con internado gratuitos.
Algo debemos impulsar para renovar límites y sanciones, comprendiendo el binomio Civilización y Naturaleza. O ¿de qué futuro hablamos?