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Los desafíos de la Convención Demócrata

por Edgar Rodríguez
19-08-2024

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A partir de hoy y durante toda esta semana, la Convención del partido Demócrata para ungir a Kamala Harris y a Tim Walz como la fórmula para mantener la presidencia y el senado, será el centro de atención de la opinión pública en los Estados Unidos.

Se espera un evento abarrotado y más cercano a un reality show que a un evento político, en el cual los demócratas están obligados a marcar una diferencia con respecto a la convención republicana que tuvo efecto hace poco más de un mes, además de extender lo más que se pueda la luna de miel que ha construido la formula Harris-Walz.

A diferencia de la fiesta republicana en donde no hubo expresidentes presentes y tampoco pesos pesados de la vieja guardia republicana, en el caso demócrata se tendrá la activa presencia de la batería pesada de la nomenklatura de ese partido. Por ejemplo, los expresidentes Obama y Clinton tienen ya un lugar como oradores, así como las ex primeras damas Hillary Rodham (también ex secretaria de Estado) y Michelle Robinson. A la alineación de exponentes demócratas se suman el líder del senado, Chuck Schumer, así como el líder de la minoría de la Cámara baja, Hakeem Jeffries.

Esta sutileza indica que en el caso de los republicanos se trató de un evento en donde más bien D. Trump se presentó como el dueño de una franquicia ante su ejército de vendedores. En contraste con el evento demócrata, en el cual veremos desfilar las distintas coaliciones de ese partido, arropando a sus candidatos.

Así las cosas, considerando el contexto que presenta ahora la contienda electoral[1], les comparto los principales desafíos que observo para ambas fórmulas.

Trump y Vance: Recuperar rumbo y ganar relevancia.

Desde que Kamala Harris demostró que sabe cómo hacer sonar la caja registradora de su campaña, la fórmula republicana dejó se ser inevitablemente dominante.

Con cada semana que pasa, las encuestas de preferencia del voto han registrado una tímida, pero constante fuga de puntos porcentuales en las encuestas sobre la preferencia electoral, de tal suerte que Trump-Vance ya se muestran vulnerables.

Ante tales hechos, los estrategas del cuarto de guerra del empresario y político de Nueva York, están obligados a detener y revertir esa tendencia lo más pronto posible si quieren evitar una transición de la narrativa de un “somos invencibles” a un “es posible que perdamos”.

Dado que el “show” que exhibirán sus contrincantes los orillará cerca de la irrelevancia mediática durante esta semana, la republicana maquinaria de “hacer ruido” tendrá que resolver los siguientes desafíos mientras ocurre la convención demócrata:

Evitar ser espectadores de la fiesta demócrata. Esto implica que los republicanos tendrán que disponer de un ejército de analistas, expertos en distintas disciplinas y disposición de diversos canales de comunicación para explotar y difundir las inconsistencias de cada orador y refutar cada afirmación que se haga, especialmente en los temas de combate a la inflación y crecimiento económico, así como de política migratoria y gestión de inmigrantes indocumentados.

Insistir en la etiqueta de “radicales comunistas”. Pocas cosas movilizan con tanta efectividad los estómagos del votante conservador de este país como “la amenaza comunista” y la pérdida de la libertad. Independientemente de que la plataforma política que ofrece la fórmula Harris-Walz merezca o no dicha etiqueta, esta divisiva narrativa seguirá dando resultados en las urnas.

Reforzar la presencia pública de Trump-Vance. Además de expertos y opinadores diversos, se requerirá de poner a los candidatos republicanos en una especie de vitrina móvil para garantizar su presencia en distintos foros multitudinarios que muestren su poder de convocatoria.

Evitar los excesos en los ataques personales de sus candidatos. Es preciso que se fortalezca el mensaje sobre la agenda de temas que marcan diferencias sustantivas con la propuesta demócrata, si se quiere convencer al votante indeciso. Privilegiar los ataques personales no hace crecer la base electoral.

Alentar movilizaciones de colectivos de causas conservadoras. Las protestas fuera del United Center, casa de los Bulls (NBA) y Blackhawks (NHL) siempre serán una oportunidad para atizar el fuego del espectáculo político. Los colectivos provida, anti-inmigrantes y todo aquello que se vincule con la agenda conservadora representan una oportunidad para contrastar la fiesta que se llevará dentro de estas instalaciones. El riesgo de que se salgan de control y se presenten actos violentos está presente, por supuesto.

Harris-Walz: Pavimentar el siguiente capítulo de la luna de miel.

La pregunta que está en la mesa de análisis de los Think Tanks, académicos, periodistas y especialistas, es hasta cuándo puede aguantar este periodo de entusiasmo que rodea la campaña de Kamala Harris y Tim Walz.

Todo lo que sube, tiene que bajar, reza el ducho popular. Y como aún no sabemos si los números en las encuestas y en las recaudaciones de fondos ya llegaron a su techo, el cuarto de guerra de los contendientes demócratas tiene el desafío de prolongar esta tendencia y construir el siguiente episodio para demostrar que el fenómeno “Kamala” es más que un momento de entusiasmo y emociones de corto plazo.

La eolución de la narrativa que tendrán que construir sería pasar de un “somos mejores que Biden” a un “y también somos mejores que Trump”.

En este sentido, el show de la Convención Demócrata tendrá que reflejar un fino tejido de pactos y alianzas con los colectivos de simpatías demócratas, muchos de ellos con agendas opuestas como lo colectivos pro Palestina y los pro Israel.

En este sentido los desafíos que encuentro para esta semana para la campaña Harris-Walz son:

Construir el perfil y personalidad Harris-Walz. No sólo se trata de demostrar que no representan un viraje hacia una izquierda radical, sino de aclarar que es lo que sí representan y definir con claridad cómo es el país que construirían de ganar la elección, principalmente en materia económica. Para entender la representación que proyecta Walz, basta con revisar su gestión al frente del estado de Minnesota. Kamala Harris carece de tal evidencia, su expediente en el senado y su paso como fiscal del estado de California no son suficientes para explicar quién es y qué representa.

Mantener un equilibrio entre coaliciones. La diversidad de temas en las que se organizan las coaliciones de grupos simpatizantes con el partido demócrata representa un desafío importante, pues muchos de ellos simpatizan con posiciones que podrían ahuyentar al votante indeciso. Sin embargo, no considerarlos es exponerse a un voto de castigo, como ocurrió en ciertos estados con el voto latino en las elecciones intermedias, o con una ausencia de voto, como el voto afroamericano.

Marcar una sana distancia con los presidentes Biden y Obama. Resulta un poco contradictorio que un funcionario del actual gobierno quiera representar una agenda del futuro y no del pasado, o por lo menos no de un presente que ha fallado en algunos temas, como en el control de la frontera con México. A pesar de todo, el presidente Biden conserva un capital político nada despreciable por lo que romper con su aún jefe puede ser más contraproducente. En el caso de Barak Obama, la percepción de que estamos frente a una versión femenina de Obama tiene más costos que ventajas sobre todo para la construcción de su perfil.

Manejar con cuidado la carta de identidad de género. La singularidad de contar con una candidata mujer e hija de inmigrantes tiene claramente ventajas y un atractivo histórico innegable. Sin embargo, dentro de los equilibrios que Kamala Harris tendrá que observar es con qué narrativa se comunicará con el voto femenino. Anclar esta narrativa exclusivamente en un asunto de momentum para la equidad de género, sería inclinar la balanza hacia una posición aparentemente radical que no necesariamente sumaría el voto femenino indeciso.

Definir con claridad y diferenciar la propuesta de política económica. Si una ventaja tiene Trump sobre Harris es el instinto de hombre de negocios para entender ciertas políticas públicas. Nos guste o no, Donald Trump lleva más tiempo guiñando el ojo a las cripto monedas, así como cavilando sobre la propuesta de quitar los impuestos a las propinas de la industria de servicios. Ambos ejemplos son ahora vistos con buenos ojos por los liderazgos demócratas. Independientemente de la disputa de la paternidad o maternidad de dichas políticas, en mi entender la debilidad más grande de la candidata demócrata es que no tiene la disciplina y la claridad para explicar su propuesta económica bajo la presión de agudos periodistas.

Nos aguarda un espectáculo de aproximadamente ocho días. Cuatro de ellos en los que tendrá efecto la Convención Demócrata y otros cuatro en tanto se publican encuestas y reacciones a la misma.

Será un reto mayúsculo abandonar la coyuntura y comprender lo que suceda a la luz de la evolución o involución de la cultura política de una de las democracias más grandes del mundo. Las consecuencias de lo que ocurra durante este espacio breve de tiempo va más allá de lograr la adhesión emocional con filias y fobias identitarias.

Ojalá y se presenten diferencias sustantivas en la forma de conducir la política.