La ideología de los legisladores mexicanos no es tan profunda como consideran algunos. Es sumamente maleable y flexible, razón por la que son fuertemente asediados cuando se requiere de cambio de bando.
No es que sean chaqueteros, chapulines o ambiciosos. Más bien son moralmente sensibles, por lo que en algún momento de la vida se dejan seducir por las palabras melosas que les prodigan quienes les endulzan el oído.
Hombres y mujeres dedicados a la política perciben cuando se requiere de un esfuerzo extraordinario y es entonces cuando flaquean y deciden cambiar de camiseta.
Es cierto que hay personajes que los engatusan, los engañan y los atraen como en aquellos tiempos en que los aztecas cambiaban oro por espejitos seducidos por los malvados conquistadores.
La maldad siempre está presente en la actividad política y la mayoría de los políticos son ingenuos, bienintencionados, pero caen en las garras de esos seres odiosos que los hacen entrar en contradicciones que ellos jamás pensaron en su andar por dicha actividad.
Prueba clara de ello son aquellos tiempos en que el malvado gobierno de Arturo Montiel en el Estado de México consiguió convencer a gran parte de la bancada del PAN de sus buenas intenciones para con los habitantes de la entidad, por lo que se requería que el entonces invencible Partido Revolucionario Institucional tuviera la mayoría en el Congreso del estado, misma que había perdido en las urnas.
Las buenas conciencias de los panistas se impusieron y determinaron apoyar a un gobierno bien intencionado con ideas modernas y de beneficio colectivo para esa gran mayoría de los habitantes del Estado de México que carecían de las cosas más elementales.
Igual sucedió en Tabasco cuando los priistas perdieron la mayoría del Congreso local en los tiempos en que Manuel Andrade gobernaba la entidad. La bonhomía del gobernante bastó para que los perredistas decidieran ceder la mayoría en el Congreso, mediante el razonamiento de algunos militantes del sol azteca que comprendieron esa necesidad para que avanzara la modernidad en el estado.
Esos buenos ejemplos están siendo puestos en el Congreso de la Unión, donde hace unos días dos senadores electos por el PRD que se quedaban sin brújula y sin guía en la llamada Cámara Alta cedieron a su firme ideología y por el bien de un país más próspero y justo decidieron dar un salto que algunos maledicentes confundieron como venta de consciencia y engrosaron las filas de MORENA, para que puedan alcanzar la mayoría calificada y aprobar la Reforma Judicial, tan necesaria y urgente que los integrantes de la mayoría gobernante aprobaron con prisas, sin importar darle, cuando menos, una leída, convencidos de las palabras de su guía espiritual que les dijo cómo votar que el país se lo agradecería y pondría hasta en letras de oro sus nombres por el bien que hacen a los desposeídos que carecen de justicia, ya que los jueces, magistrados y ministros de la corte actúan erróneamente, solamente en favor de los ricos y delincuentes.
Sin embargo, con todo y ello al grupo preponderante en el Senado de la República les hace falta un voto, para tener mayoría calificada y con sus buenas maneras y don de convencimiento buscan que uno o una más se pase a sus filas o se ausente de la votación, consciente del beneficio que le acarrearía al país su acción valiente.
Nada de acoso, menos investigaciones judiciales u ofertas monetarias de parte de los hombres del poder hacia la endeble oposición, las palabras son la mejor arma, sobre todo con aquellos que carecen de empatía con la población y por eso les dio la espalda en los comicios del pasado dos de junio.
Solamente falta saber quién dijo yo y el martes que se vote la iniciativa de reforma al Poder Judicial dé el caso de costado y se agregue al grupo de políticos nacionalistas que tanto gustan a los hombres del poder. Veremos que sucede, total que los ciudadanos somos muy olvidadizos y desmemoriados y podemos darles nuestro voto nuevamente.
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Ramón Zurita Sahagún
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