Federico Berrueto
Frustrante y
desalentadora para muchos ha sido la ratificación de la señora Rosario Piedra
al frente de la CNDH. Prevalece la idea que fue la voluntad de López Obrador
determinó que se mantuviera en el cargo sin importar el rechazo o la reserva de
muchos, incluso de afines al régimen. Con ello la presidenta Sheinbaum reitera la
continuidad del proyecto obradorista y de algunos de sus personajes y que en
ese frente no haría ajustes o cambios; al final de cuentas la ausencia
funcional de la CNDH es en beneficio de quien detenta el poder, al igual que la
desaparición de los órganos constitucionales autónomos. Con la ratificación se
confirma que los Derechos Humanos no son prioridad de un proyecto supuestamente
humanista. Lo ocurrido, hace pensable y posible que la próxima presidenta de la
Corte sea la señora Lenia Batres.
Más allá de sus
prioridades y definiciones, todo proyecto político requiere de eficacia, de
funcionarios capaces para cumplir metas y objetivos; hasta para simular el
talento es necesario. No pocos, dentro y fuera del régimen, guardan la
esperanza de que las credenciales personales y profesionales de la presidenta
Sheinbaum signifiquen un cambio en la calidad del gobierno, que implica al
menos dos cosas: quienes lo integran y la manera como la presidenta
interacciona con ellos. En el caso de López Obrador el problema era doble,
mucha lealtad, poca capacidad y la desarticulación de la autoridad porque todo
se resolvía y decidía en el círculo cercano del presidente.
Las pomposas y
desproporcionadas aclamaciones de los intelectuales orgánicos del régimen sobre
la calidad científica de la presidenta Sheinbaum se vienen al piso por
decisiones como la ratificación de la señora Piedra. La valoración que hizo el Senado
la excluía de la ratificación. Las organizaciones civiles, incluyendo la que
conformó la madre, Eureka, expresaron públicamente el rechazo a la continuidad
por incompetente y ausente en la salvaguarda de los derechos humanos. La misma
presidenta Sheinbaum en su momento tuvo que recurrir a la memoria de doña
Rosario Ibarra para justificar su opinable e irregular inclusión en la terna.
Además, había opciones más decorosas y funcionales al nuevo gobierno. La
decisión es un mensaje duro, cruel, severo y preocupante.
Preocupante porque
el país optó por la militarización de la vida pública, particularmente la
seguridad; y ante la necesidad de actuar frente al crimen es inevitable se presenten
casos de violación de derechos humanos, por lo que se hace indispensable una
observación proactiva y evitar en lo posible los excesos que acompañan a la
militarización de la seguridad pública. No está por demás decir que la ausencia
de actuación de las autoridades frente al crimen también es una violación grave
a los derechos humanos, que además deja en indefensión a las víctimas.
Se ha perdido
conciencia de la deriva autoritaria del país y sus riesgos. Además de la
militarización se ampliaron los casos para la prisión preventiva oficiosa, contraria
a los derechos humanos por ser una sanción corporal que se desentiende de la
presunción de inocencia y del debido proceso, de allí su condena internacional.
Asimismo, está en proceso la destrucción del poder judicial federal y de los
estados, a reemplazar por una estructura seleccionada a través de una absurda
elección popular de juzgadores, que comprometen en sus fundamentos la
imparcialidad, independencia y capacidad de quienes dispensan justicia, además
de las dificultades para implementar la elección.
Frente a la amenaza
del gobierno de Donald Trump respecto a los connacionales en EU, México debiera
mantener una postura ejemplar en materia de derechos humanos. Imposible con una
decisión como la ratificación de la señora Piedra. El gobierno pierde
perspectiva y no actúa ante un escenario desafiante y de pronóstico reservado
en muchos temas. Los ciudadanos quedarán expuestos a la arbitrariedad y a la
violación de sus derechos básicos. Como nunca hay necesidad de una instancia
pública de Estado que vea por los derechos humanos.
Con la ratificación
de la mediocridad, el régimen procede a su propio descrédito. Una decisión
indefendible; para justificar lo inaceptable se tiene que recurrir a doña
Rosario madre, que sí hizo mucho por las víctimas. Como hiciera ella, será
desde la sociedad civil donde habrá de emprenderse la lucha por los derechos
humanos. De la misma forma que será necesario recurrir a instancias
multilaterales para su protección y tutela jurisdiccional.