Durante décadas fue un sueño compartido por muchos: el gran Estado de los eslavos del sur. La antigua Yugoslavia aunó diversas etnias, religiones y naciones. Fue vanguardia política, económica y cultural.
Pero hace tres décadas se derrumbó de forma traumática.
Croacia y Eslovenia, dos de sus repúblicas constituyentes, declararon la independencia el 25 de junio de 1991. Así arrancó la destrucción y disolución.
Como fichas de dominó, las otras federaciones fueron separándose una tras otra en medio de una guerra civil descarnada.
Europa no vivió un conflicto igual desde la Segunda Guerra Mundial.
Cientos de miles murieron. Millones huyeron. Se cometieron genocidios y pisotearon derechos humanos en nombre del nacionalismo. Se mataron entre vecinos.
Las guerras acabaron hace 20 años, pero las exrepúblicas yugoslavas conviven con fantasmas del pasado y un pesado lastre económico.
Durante cientos de años, el territorio que luego fue Yugoslavia se extendía entre dos influyentes imperios: el otomano y el austrohúngaro.
"La mayoría de etnias que habitan los Balcanes convivían juntas en Estados multinacionales y multirreligiosos donde se mudaban todo el tiempo", explica el historiador Florian Bieber, especializado en conflictos étnicos de los Balcanes.
Las etnias balcánicas provienen de los pueblos eslavos, el grupo etnolingüístico más grande de Europa. Con el tiempo fueron formándose identidades nacionales, las etnias mayoritarias que constituyeron la antigua Yugoslavia: croatas, serbios, eslovenos, bosnios, macedonios, y albaneses.
El Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos adoptó el nombre de Reino de Yugoslavia —se le conoce como la primera Yugoslavia— en 1929 hasta 1941. Ese año fueron invadidos por las potencias del Eje fascista.
Varios eventos internos y externos propiciaron la decadencia de la antigua Yugoslavia.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Yugoslavia necesitó cuantiosos préstamos de organizaciones internacionales, con lo que acumuló una deuda cada vez más difícil de sostener,especialmente al deteriorarse índices económicos como el desempleo o la inflación durante la década de los 70.
Había grandes disparidades entre las entidades menos desarrolladas del sur (Macedonia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro) y las desarrolladas del norte (Croacia, Serbia y Eslovenia).
De esta forma, los fantasmas del nacionalismo regresaron como "solución" al deterioro económico y los desequilibrios territoriales. "El equilibrio de Yugoslavia se basaba sobre todo en Serbia y Croacia, las naciones más grandes. Dos enemigos en guerras previas que integraron un Estado común sin solucionar la cuestión nacional", explica Milosevich.
Eslovenia declaró su independencia en 1991 tras aprobarla en referendo, aunque los enfrentamientos contra el ejército yugoslavo, de mayoría serbia, duraron menos de 10 días. Además, la mayoría de los habitantes en el nuevo Estado eran eslovenos, lo cual contribuyó a congelar las tensiones.
El mismo año, el sí a la independencia ganó también en Croacia, donde prácticamente la mitad del territorio estaba habitado por serbocroatas, lo que provocó una rotunda respuesta de Serbia para defender a los suyos.
Fue el inicio de la guerra en Croacia. Los separatistas croatas lucharon contra los serbocroatas, que con el apoyo del ejército yugoslavo repelieron las fuerzas independentistas y controlaron un tercio del territorio.
Naciones Unidas intervino y con un despliegue de 14.000 tropas separó a serbios y croatas.